Sunday, April 06, 2025

PIRATS 17 PARTE 5.

CAPITULO 5. Constelación Hércules, Estrella HD 165908, planeta 5. 99 Hércules A.- Un oficial se apersono frente a los cinco pescadores y dijo: "Atención! Síganme de inmediato!" Como ellos habían estado esperando alguna noticia sobre su regreso a Ciudad Cornejo, le siguieron de un salto; caminaron por un pasillo, bajaron en un ascensor, y llegaron a la sala en que estaban esos navíos más pequeños. "Subirán al vehículo color azul, el HD390. Les llevaran a la superficie."- Dijo el oficial, retirándose. Al llegar a esa nave, bajaron dos tripulantes, diciendo: "Suban de inmediato! No tenemos mucho tiempo!" "Vamos a la superficie de la luna Seis?"-Pregunto Luis Smith, esperanzado. "Suba y no haga preguntas! Apúrese!"-Dijo ese oficial, mirando con cara de enojo. "Qué mal humor! Acaso no dormiste anoche?"- Le preguntó Smith, pero el oficial sólo le respondió con un empujón nada suave. Ya en la nave, el piloto hizo avanzar a la nave hacia la esclusa de salida, y por ella atravesaron hacia el vacio del espacio. "Asegúrense los cinturones! Aquí no hay anti gravedad!"- Farfuló el piloto, y si alguien no se había abrochado el cinturón de seguridad, ahora se apresuraba a hacerlo. Como estaban sentados mirando hacia proa, y la nave tenía una amplia ventana en ese lugar, pudieron ver el planeta cubierto de nubes, y como rasgaban las tales en una zambullida digna de un meteoro; dejaban una estela negra y roja tras de ellos. Durante varios segundos nada era visible hacia adelante, pero de improviso salieron del palio de nubes altas, y vieron una llanura verde, con algunos altos cerros de color negro. "Ah, qué bello! Adonde estamos, piloto?"- Pregunto Luis Smith, sobándose las manos, pues pensaba que pronto llegarían a ciudad Cornejo y a la comodidad de una buena cama de hotel. El piloto no contesto, ni tampoco el copiloto; Pencrof trataba de leer los sentimientos de esos dos hombres, pero sus rostros eran de piedra. Un vaivén algo violento les sorprendió, y el piloto dijo: "Afirmarse! Somos atacados!" El miedo bajo sobre todas esas cabezas, incluidos los pilotos. Unas alas negras se veían de vez en cuando, y un pico amarillo picoteo la parte delantera, justo adónde iba el cristal; este se triso y el piloto dijo: "Condenados! No veo nada! Ahora bajaremos guiados por radar y control remoto!" Y apretó unos botones sobre el tablero de mandos. Soltó los controles, se cruzo de brazos y cerró los ojos. Parecía que iba rezando, cuando la nave se interno en un bosque de altos arboles, que iba cortando con el fuselaje como si fueran de mantequilla. Un árbol demasiado grueso como para ser cortado apareció de repente y se estrellaron contra él, girando como peonza y dándole golpes a varios otros, hasta quedar de lado sobre el terreno. Pencrof recobro el conocimiento un rato después, y vio que salía liquido desde lo alto, espeso y de olor a químicos. Se desato el cinturón, y cayó sobre Luis Smith, quien parecía dormido. Pencrof no veía claramente adonde se dirigía, pero alcanzo a ver una luminosidad al seguir avanzando por sobre los asientos dados vuelta. Vio que algunas ramas de árbol atravesaban el fuselaje, y el cristal de la proa simplemente no existía. Reptó hacia afuera, y se rasguño la cara con ramas espinosas que había por todos lados. Tras diez minutos logro alejarse del vehículo y de las ramas que le tapaban por completo, y se sentó en el suelo, que tenía muchas hojas y ramas caídas con el impacto. Sentía dolor en la espalda y en una pierna, pero pudo ponerse de pie, signo de que no tenia huesos rotos pero quizás trisados. Pensó en volver a la nave, pero sintió un cansancio enorme y se desmayó. Horas después despertó súbitamente, sintiendo un silbido que provenía de algún lado no muy lejano; todo estaba oscuro, y por tanto repto hacia la caída nave, pasando por debajo de muchas ramas hasta tocar la superficie pulida del vehículo Se quedo allí, expectante. El sonido duro unos minutos más, y luego se alejo. No pudo discernir si provenía de una maquina o de un animal, quizás una gran ave? Supuso que ya era de noche, y se tapo con hojas y ramas, más que nada para ocultarse que para abrigarse; el suelo parecía temblar de vez en cuando, y esto le sorprendió, pues si eran temblores, estaba en terreno peligroso y quizás ni siquiera en Luna Seis, como debería ser si los Vironio conservaban su palabra. Uno de los motivos de su duda era que se sentía más pesado, aunque la concusión del choque también podría ser la causa. Durmió a ratos, sintiendo frio y a la vez, ruidos que no auguraban nada bueno; pasos de seres pesados, rumor de hojas que caían de lo alto, en fin, nada que le causara un sueño reparador. Al aclarar, sintió ruidos dentro del casco de la nave, y gritó nombres, para que supieran que él estaba fuera. Se alejo un tanto del ramaje que cubría la nave, y vio aparecer, uno por uno, a sus tripulantes de antaño. "Señor! Ya había salido? Le estábamos buscando dentro de esa nave! Los pilotos no están!"- Dijo Jules Vermil, saliendo desde dentro del ramaje. "Creo que salieron despedidos por la ventana! Y Uds., están todos bien?2- Pregunto Pencrof, mirando a los demás. "Estamos todos bien! Lástima por la nave, que nos llevaba a ciudad Cornejo! Pero ahora, debemos tratar de localizar la dirección en que se haya y comenzar a caminar!"- Avisó Luis Smith, con voz recia. Todos le miraron y sonrieron, ya que antes del golpe su voz había sido chillona, y ahora sonaba grave y con personalidad. Pencrof, como buen capitán de barco pesquero, trató de localizar el astro rey para saber cuál era el norte y cual el sur, etc., pero estaba nublado y el sol podía estar en cualquier parte. "Quizás hay alguna brújula dentro de la nave! Iré a ver."- Dijo Jules Vermil, y se tomo más de una hora para volver y decir: "No hallé nada!" "No te preocupes! Quizás pronto nos vendrán a buscar! La caída del vehículo Vironio debe haberse grabado en los videos de su nave madre!"- Avisó Hugo Cepeda. Al oír aquello, Pencrof dio un salto y dijo: "Entonces nos conviene irnos de inmediato de aquí! O nos obligarán quizás a que trabajos! Recuerden que iban a darnos una misión que ni siquiera fueron capaces de mencionarla en detalle! De aquí no salíamos vivos! Vámonos ya!" Su lógica era impecable y ´por tanto todos le siguieron, hacia el punto que Pencrof creía era el Norte, aunque no estaba seguro del todo. El bosque tenía muchas ramas y era difícil caminar, pero Luis Smith indicó hacia un lado, diciendo: "Eh, hombres! Allí hay un sendero! Podemos irnos por allí en vez de fatigarnos con tanta rama en el suelo!" Los demás le siguieron y no pasaron 20 minutos, cuando un terrible rugido les cogió por sorpresa, y quedaron detenidos, mirando en todas direcciones; pero no debieron esperar mucho, pues un enorme dinosaurio salió desde un hueco en la maleza, y troto hacia ellos con rapidez. El ultimo de la fila era Jules Vermil, y hacia él se dirigió el animal, un brontosaurio, que le pisotea, - horrorizando a todos que se lanzaron en una carrera loca por ese sendero, a fin de alejarse del peligro. Pencrof salió de la senda, internándose entre matorrales, pues comprendió que la senda, que se suponía hecha por personas, era simplemente una huella dejada por los grandes dinosaurios que habitaban ese paraje. A media tarde aun conversaban sobre ese ataque, y llegaron a la conclusión de que ciudad Cornejo debería estar lejos de allí, pues los habitantes habían limpiado de animales peligrosos hasta treinta kilómetros de distancia del centro de esa población. "Descansemos! No doy más de cansado!2- Dijo Luis Smith, acostándose entre las mimosas. Nadie se opuso, y Pencrof conto a sus hombres, de los cuales le iban quedando solo tres... Antes de oscurecer, hallaron un arroyo de aguas limpias, y bebieron de él, a fin de apagar la sed; en relación al hambre, no había que comer aunque lo buscaron entre los árboles. "Vamos a tener que cazar algún animal, si no queremos morirnos de hambre! "- Dijo Luis Smith, tiritando de frio. "Por ahora, hagamos una fogata! hace mucho frio en este bosque!"- Pidió Adolfo Hesen, estornudando. 39- Encendieron fácilmente una fogata, pues varios de ellos sabían frotar madera y encender fuego; en esto al menos no se quedaban atrás. Pencrof oteaba alrededor, temiendo que algún carnicero se aproximara a la fogata, y para ellos había limpiado un trozo de rama grueso, a fin de usarlo como garrote. Los demás le miraron pero no le imitaron, pensando en que era una forma ridícula e inútil de combatir a un dinosaurio de 800 kilos de peso. Esa noche la pasaron casi en vela, pues los gruñidos y trotes no cesaron hasta el amanecer. Fue entonces que la paz volvió a la jungla. "Malditos animales! No me dejaron pegar pestaña!"- Reclamó Luis Smith, dando una patada en el suelo. "No te quejes! Al menos no te comieron!"- Se rio Adolfo Hesen, quien si había dormido más que los demás, ya que se había ocultado bajo un montón de hojarasca y de ese modo se había sentido seguro. Pencrof se fue al arroyo y tomo bastante agua, a fin de no tener sed si por asomo no hallaban otra fuente de agua dulce. Al llegar a la playa, que se extendía en ambas direcciones hasta donde alcanzaba la vista, volvieron a bañarse, notando que el agua era muy agradable en temperatura y claridad, ya que se podía ver el fondo nítidamente aunque tuviera una profundidad de tres metros- más adentro no quisieron nadar, por miedo a que hubieran depredadores marinos. "Esto es hermoso, pero vaya, no hay que comer!"_ Comento Adolfo Hesen, tostándose a la luz del astro. "Iremos tierra adentro! Es peligroso pero es necesario!"- Aviso Pencrof, suspirando. No veía modo de avanzar más rápido , y era obligación seguir si querían volver a la civilización. A mediodía ya iban a 20 kilómetros tierra adentro, hallando algo de fruta, que no supo nadie identificar, lo que hizo pensar a Pencrof que no estaban en Luna Seis, además de lo corto del día. "Miren, una muralla!"- Aviso Adolfo Hesen, indicando hacia adelante. 38 En efecto, una antigua muralla, de más de cuatro metros de alto, se elevaba entre la maleza; muchos restos de mampostería cubrían el suelo, y fue fácil pasar al otro lado, debido a ese derrumbe. Frente a ellos se veía otra muralla aun mas alta, esta de piedra verde, muy pulida, que media al menos ocho metros. Dieron la vuelta a ese muro, pero no tenia modo de pasar al otro costado; el terreno acá tenia losas de piedra gris, con poco o nada de vegetación, como si alguien limpiara esporádicamente. "Esto es extraño! Debe haber alguna sociedad dentro, que se refugia de esta manera de los peligros del bosque! Tiranosaurios, Hypsilofodones, Carnosauros, ninguno de ellos podría derribar esta muralla ciclópea! Me pregunto, quien vivirá allí dentro?"- Se pregunto Pencrof en voz alta. Adolfo Hesen dijo: "Quizás sus constructores estén muertos desde hace cientos de años! O quizás que monstruos deambulan por el otro lado de la muralla! Mejor sigamos el camino, porque acá huelo a muerte!"- Todos le miraron, asombrados, ya que no le sabían esos dotes de meico.. Como fuese, se devolvieron a la playa, y continuaron la marcha hasta el anochecer, en donde se refugiaron entre los matorrales. A media noche sintieron unos aullidos lastimeros, y Pencrof dijo: "Es una clase nueva de animales! Diría que tienen algo de inteligencia!" "Qué van a tener! Acá hay puros animales brutos y salvajes!"- Dijo Luis Smith, arropándose con más hojas y ramas. Pencrof salió de entre los matorrales y caminó, sólo por entre los árboles, y escuchaba el aullido proveniente de la alta muralla. Pasó la primera fácilmente, pero al llegar a la segunda pudo oír el lamento agudo que se escuchaba al otro lado del muro verde. Observó que habían varios árboles que podían ser trepados y así atisbar al recinto amurallado, eso sí, de una distancia de más de 20 metros, pero algo se vería. Se subió con mucho cuidado, y ya llegando adonde las ramas se mecían al compas de la brisa, se detuvo, y dormitó hasta la llegada de la claridad del día. Para su asombro, vio muchas edificaciones pétreas tras esas murallas, con techos de madera y paja. Vio a varios de los individuos que las habitaban y su mente se horrorizó, al ver que eran lagartos en dos patas, caminando como hombres, llevando tiestos o bolsas en sus garras delanteras, que poseían brazos cual los humanos, pero más delgados y de color verde. Estuvo mirando por un rato, cuando sintió que uno de esos seres le había detectado, y lo estaba indicando con el brazo estirado en su dirección. Se aferró a las ramas para no caer, porque ahora más de cuarenta seres reptilescos le estaban viendo, y sus ojos sin expresión no auguraban nada bueno, aparte de que sus hocicos se abrían y cerraban , emitiendo ruidos cloqueantes, mientras relucían hileras de pequeños colmillos allí dentro del hocico. Pencrof pensó que estaba a salvo allí, con la muralla verde de por medio, y además el subido a un alto árbol, pero de pronto vio aparecer cabezas en lo alto de la muralla, y luego vio como tiraban cuerdas hacia abajo, para lograr bajar y quizás atraparlo como a un mirlo incauto. Bajó tropezándose hacia la superficie del terreno, y corrió sin otro rumbo que ir a la playa, ya que en la caminata de noche había perdido la ubicación de sus amigos. 36. Corrió a la playa, siempre dando vistazos hacia atrás, temiendo ver a esos reptilescos seres siguiéndole de cerca. Al llegar a la playa, simplemente corrió a lo largo de ella, y al hallarse a unos 700 metros de adonde había salido de la espesura, vio a los reptiloides salir como nube verde desde el linde de los arboles; pronto le vieron y comenzaron a correr hacia él, a gran velocidad. Viéndose perdido, se lanzó al mar y comenzó a alejarse de la playa, nadando acompasadamente. Cuando se sintió agotado, volvió la mirada hacia la playa y vio que había avanzado mucho más de lo presupuestado, aunque eso precisamente le salvó, pues los reptiloides si bien se lanzaron también al agua, su avance no fue más allá de los cien metros, y regresaron a suelo seco, mirándole desde lejos. Posiblemente pensaron que saldría en algún momento, y allí le atraparían sin fuerzas para luchar. Pencrof no se iba a rendir tan fácilmente, y así comenzó a nadar paralelo a la costa, hasta alejarse unos tres kilómetros de los sauriopodos, los cuales igualmente se esparcían por la playa, ahora sin posibilidad de verle; las olas le ocultaban, era una cabeza de alfiler en un océano pletórico de olas de todos los tamaños. El cuerpo se le estaba helando, y por ello nadaba de espaldas, luego de pecho, turnándose para calentar su cuerpo con el feble calor del astro, tamizados sus rayos por el agua. Horas después comenzó a oscurecer, y Pencrof comenzó a regresar a la playa; cuando llegó era noche cerrada, y se tendió en la arena seca, agotado totalmente. ya no le importaba mucho si lo atrapaban esos seres, o no, y se quedó dormido. Al amanecer despertó agitado por unas manos que le tocaban; lanzó un grito de terror, pero no eran los sauropodos, sino que sus amigos, que le movían para despertarle. "Qué le pasa, Pencrof? Le buscamos toda la tarde, y Ud. no estaba por ningún lado!"- Dijo Hugo Cepeda, sonriente. "Ah, pero no vieron a los lagartos en dos patas? Me persiguieron y lo único que logré hacer fue escabullirme en el mar! Pasé horas en el agua!"- Dijo Pencrof , dándose cuenta de que tenía mucha sed y además, hambre. "Lagartos en dos patas? Coelophysis?"- Inquirió Luis Smith, con tono dubitativo. "No! Eran mucho más grandes, y erectos! Les vi bajar del muro verde, usando lianas, y trataron de atraparme, ya que les había visto desde las ramas de un árbol cercano! Tenían fauces de cocodrilo!"- Avisó Pencrof, aterrado al recordar a esos seres no humanos. "Bien, quizás se dio un golpe y soñó todo eso!"- Dijo Luis Smith, sonriente. "Digo que lo vivencié!"- Exclamó Pencrof, exasperado. "Claro, claro! Bien, ahora que le hallamos, por qué no avanzamos? Tengo hambre."- Dijo Luis Smith, comenzando a caminar hacia el bosque. Los demás le siguieron y Pencrof caminaba tullido, debido al contacto de la frialdad del mar en su cuerpo por tantas horas. Hallaron murtilla y coliflores, almendras y cebollas; todo eso lo consumieron como mejor pudieron. "Ah, que daría por una olla y un buen fuego! Cocinaríamos platos vegetarianos al por mayor!"- Comentó el maquinista Cepeda. Pencrof se contentaba con comer lo que fuera que calmara los gruñidos de su estómago. Esa noche la pasaron entre unos peñascos de granito verde, bajo un techo comunal de palos y hojas de palmera. Pencrof dormía dos horas más tarde, pero fue despertado por una sensación de peligro. Se levanto sin hacer ruido, y salió del amasijo de rocas, viendo siluetas que venían desde la playa. Se volvió a las rocas, gritando: "Huyan, que vienen los seres reptilescos!" Y con ese grito, seguido por ululantes aullidos de parte de los no humanos, Pencrof pensó solo en huir a cualquier parte, y paso cerca del montón de rocas, gritando y haciendo que los demás despertaran. Corrió por entre los árboles, despertando ecos y en silencio se escondió en una oquedad entre raíces de árbol milenario. Para ello debió reptar por el suelo a fin de esquivar las ramas con pinchos. Trataba de escuchar ruidos, pero lo único que sentía era el batir de la sangre en sus oídos, ya que el corazón latía con fuerza tras la desatinada carrera nocturna, que mas de un golpe había recibido contra las ramas bajas de los arboles. El silencio allí era tan profundo, que parecía ahora que su actitud de gritos y carreras hubiera sido estrafalaria e inútil, pero su lógica le decía que no, que había hecho bien en tratar de alertar a sus compañeros, y atraer la atención hacia sí mismo en vez de a los yacentes. Estiro su cuerpo en esa oquedad, y para su sorpresa la parte trasera cedió, haciéndole caer por varios metros, terminando en la oscuridad húmeda del lugar. Subió un poco hacia arriba, y noto que algo de visión podía ejercer mirando hacia allí, así es que permaneció adonde había caído, esperando la luz del astro, que al menos en tres horas no iba a ocurrir. Dormito por vatios minutos, y algún ruido le despertó, y vio un par de ojos, lo cual le lleno de terror, pues pensó en que era algún reptil carnívoro. Se encogió y cogió una piedra en su mano derecha, decidido a luchar contra aquello que le acechaba. "Ergo tutis salutatis."- Dijo una voz, que provenía de ese ser. Pencrof no entendió el idioma, pero se dijo que aquello en las sombras era una persona y no un animal, y respondió, diciendo: "Vengo de la superficie, huyendo de reptiles peligrosos. Mi intención no es quedarme aquí por mucho tiempo." El ser en las tinieblas dijo: "Soy Gruterbio, amo del árbol. Vivo aquí durante diez años y luego me dirijo al norte. Desde adonde vienes tu, intruso?" "Vengo huyendo de seres reptiloides, tras mirar por sobre sus murallas. Mis amigos dormían, yo salí..."- Iba diciendo Pencrof, y el ser dijo: "Entonces, vienes de la superficie. Eso no me dice nada! Hay varias ciudades en el mundo, y no vienes de ninguna?" "No me vas a creer si te digo."- Respondió Pencrof, ya que a que explicarle a un gnomo de naves espaciales e Imperios galácticos? "No sé si creerte o no, pero no has afirmado nada aun."- Aviso Gruterbio. "Bien, soy de otro planeta, fui abducido y llevado a una nave que me saco de mi planeta, y me llevo a otro, luego venia para acá y pude huir. "- Comentó Pencrof, dudando de si ese ser entendería. "Veo que tu cerebro difaria bastante. No importa, eres bienvenido y sobre esos amigos ... creo que ya los atraparon los Dierones."- Informo el gnomo. "Ah, sí? Los Dierones... ya los conocías."- Dijo Pencrof. "Claro! Son violentos, viven encerrados y salen cuando alguien les molesta. Tu les molestaste, y ahora les costara volver a quedarse en sus lugares! Pero estas disculpado, no eres de aquí."- Razono el gnomo Gruterbio. Pencrof tenía sueño y no siguió charlando, por lo que el gnomo tampoco siguió informando. Horas después, Pencrof despertó con hambre, y mirando alrededor no vio al gnomo, lo cual le satisfizo, ya que hasta dudaba de haberle visto, y por supuesto, mantendría el episodio totalmente cerrado hacia cualquier persona en cualquier tiempo, so pena de parecer enajenado. Salió reptando hacia fuera, y ya el astro iluminaba el entorno desde hacía tres horas; eso lo comprobó mirando las sombras, ya que no con un reloj, que no tenia. Camino eludiendo trechos sin árboles, y llego a las rocas en que sus compañeros deberían haber estado, pero no lo estaban. No había nadie, y tampoco señales de lucha. suspiro, algo aliviado, pues manchas de sangre no había visto por allí, lo que significaba que se habían marchado, alertados por sus gritos en la noche. Volvió a la playa, en donde saco algunos pocos moluscos de la arena, comiéndoselos tras lavarlos en el mar. Eran correosos, insípidos, pero con proteínas. Camino sin descanso, buscando huellas humanas en la arena, pero no había ninguna. Quizás sus compañeros caminaban por los bosques, pero tarde o temprano aparecerían en la playa, parar lavar sus cuerpos, ya que no sus ropas, que se habían caído al suelo de puro usadas; se tapaban solamente los órganos genitales, y el resto solo de noche recibía la caricia de las hojas para no tener demasiado frio. Diviso a lo lejos una formación rocosa, que detenía la horizontalidad de las arenas; tendría que escalarlas para pasar al otro lado, o volver a la jungla, y pasar ese obstáculo dando un rodeo, que podría ser largo y peligroso. Se imaginaba que tras ese promontorio estaría la ciudad portuaria de Cornejo, pero era solo un deseo, ya sabía que el planeta distaba mucho de la conformación geológica y planetaria de Luna Seis. Para empezar, un día de diez horas lo confirmaba. la penumbra comenzó antes de que llegara a la formación rocosa, motivo por el cual se adentro en la jungla, aquí con árboles de troncos lisos y amarillentos, con hojas anchas sostenidas por ramaje denso. No conocía tal especie vegetal, y se dijo que las acostumbradas palmeras habían cedido terreno a esta otra especie, tampoco digna de alabar, ya que no eran dadas a dar fruto comestible; en realidad, no se veía fruto alguno. 43. miércoles, 18 de diciembre de 2024.- Pencrof se sentó en una piedra a descansar, y de pronto escucho voces que se aproximaban; se puso de pie y vio llegar a Hugo Cepeda, Luis Smith y Adolfo Hesen, los cuales se detuvieron al verle, asustados. "Hola, amigos! Veo que se salvaron del ataque de los Dierones!"- Saludó Pencrof, sonriente. " Jefe! Creí que no le vería ya más! Le buscamos, pero no habían trazas suyas!"- Dijo Hugo Cepeda. "Es que debe haber corrido muy rápido!"- Se burló Smith. "En verdad, corrí como un gamo! Pero mis gritos deben haberles salvado la vida."- Comentó Pencrof, mirándoles. "No nos movimos de entre las rocas! Creo que eso nos pudo salvar. Yo atisbaba pero sólo vi unas siluetas raras pasar a unos treinta metros de distancia."- Acotó Hugo Cepeda, apoyándose en un tronco de árbol. "Ya que le hallamos, sigamos caminando! No hemos comido un bocado en horas! Quizás hallemos frutas."- Se imaginó Luis Smith, echando a andar. Todos le siguieron, y en la caminata le fueron preguntando a Pencrof detalles de su escapada, quien daba razones pero sin mencionar al pequeño Gruterbio. Hallaron huevos de dinosaurio, que cocieron en una fogata, enterrándolos cerca de las pavesas. Tras comer, siguieron dando la vuelta a las montañas que se interponían en el camino de la playa; eran formaciones azul negruzcas que parecían tocar el cielo, con capas de hielo en la cúspide, lo cual permitía que el astro fuera derritiendo paulatinamente la nieve , que transformada en agua cristalina, bajaba saltando de roca en roca hasta llegar al plano. Allí los caminantes la podían beber, sin peligro de que estuviera demasiado contaminada. Otros animales también bebían y aunque los ex pescadores laboriosamente trataban de capturarles lanzando lanzas, no lograban su cometido, pero si atraparlos usando redes y lazos formados con lianas y bejucos tejidos en pacientes horas del atardecer. "Esto de dormir cinco horas es tedioso y hace tener sueño en pleno día! Es desastroso para nuestros organismos!"- Comento Luis Smith, mirando el rojizo cielo. Los demás no opinaban de los contratiempos, para no amargar sus almas con resquemores inútiles. Esa noche encendieron una fogata para combatir el frio, y fue el faro que guió a una nave de los Vironio, los cuales bajaron de inmediato a las inmediaciones, y un grupo de ocho soldados avanzaron silenciosamente, atrapando a Pencrof y sus acompañantes, los cuales no osaron poner resistencia, ya que la permanencia en ese planeta les era bastante precaria. Ya en la nave mayor, fueron entrevistados por el teniente Suicorio Vardin, quien era un joven egresado de la Real Academia Vironio del planeta 39-34 ; éste les permitió asearse, vestirse con ropa limpia y zapatos, antes de entrevistarles en una cabina en que pudieron sentarse los involucrados en sillas adosadas al piso. Junto con el teniente, habían otros dos guardias armados, para resguardo de su jefe, en el hipotético caso de que los rescatados quisieran hacerle daño. Suicorio Vardin dijo: "Ya me han dicho que Uds. iban en la nave HD390, la cual hallamos destrozada y fue una casualidad grande que les hallamos detectado vivos en la jungla. Díganme, que fue de los tripulantes?"- Y sus ojos eran poco menos que acusadores. "Murieron en el choque, debido a que iban los primeros asientos. Nosotros íbamos más atrás, y por ese motivo nos salvamos."- Afirmo Pencrof, decidido a dar una versión totalmente verídica. "Y no sacaron nada de la nave?"- Pregunto Suicorio. "Nada había para tomar! Además temimos estallara en llamas! Nos alejamos apenas pudimos."- Respondió Pencrof. "Según nuestras creencias, la Fuerza que rige el Universo los clasifico para seguir vivos. No seremos indiferentes a esa elección hecha por el Magnifico. Por tanto, les llevaremos a una ciudad, en que podrán ser útiles y vivir el resto de vuestras vidas. Que les parece eso?"- Pregunto el Teniente. La noticia les dejo mudos, ya que en sus mentes los humanos oriundos de la civilización terráquea dudaban de las verdaderas intenciones de los Vironio, pero viendo que el teniente ponía cara de disgusto ante el silencio, Pencrof dijo: "Si es así como vosotros pensáis de quienes salvan de una muerte segura, nos felicitamos de estar en vuestras manos, y aceptamos esta nueva oportunidad de vida industriosa. Haremos todo lo posible para serles útiles." Diciendo esto, Pencrof pensó que dejaría tranquilo al militar, cosa que así fue, pues de allí en adelante pudieron ir al comedor de la nave, comer sin ser molestados por el resto de la tripulación, y volver a sus cabinas a la hora que se les ocurriera. Se reunieron, a los dos días, en un rincón del comedor, para conversar, y Luis Smith les dijo: "A través de un tripulantes, vamos hacia ........, a diez días de travesía. Están probando un sistema nuevo de traslación, pero lo usan por segundos a la vez, y luego testean los resultados con la computadora central." "Bien que has hecho! y que mas podemos saber de nuestro destino?"- Inquirió Pencrof,, ansioso de ver una salida mejor a su situación actual. "El tripulante apenas conoce ese mundo , pero algo sabe. En definitiva, no vamos a ser trampeados."- Acoto Luis Smith, vanagloriándose Pencrof pensaba continuamente en Bárbara, vendiendo pescados en Ciudad Cornejo, esperando con mecánica precisión. No creía que le echara de menos, más bien era el mismo quien la echaba de menos a ella. Sobre el planeta en cuestión, poco sabia Pencrof de la nomenclatura Vironio; los nombres de constelaciones y estrellas difería totalmente de la terrestre, así es que solo viendo planos de estrellas podría intuir a que constelación correspondía. Eso, si tuviera a la mano un plano del sector, cosa que estaba lejos de poseer o llegar a ver.

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