Sunday, April 06, 2025

PIRATAS 17 PARTE 8

CAPITULO 6. En el planeta Uinal. Página 58. El desembarco fue en un atestado Cosmódromo, en el cual se veían varias naves de tamaño medio, y muchas naves pequeñas, tal como de la que descendieron, que hacían el viaje hacia y desde la órbita en que se estacionaban los grandes cruceros o naves militares. El grupo entro en un edificio enorme, y fueron llevados a almorzar en una pequeña cafetería, en que pudieron elegir el menú desde un procesador de comida. "Ah, comida de verdad! La echaba de menos!"- Dijo Pencrof, pidiendo ensalada de alubias, sopa de porotos con riendas y chuletas de porcino. Estos porcinos eran enormes, y no como los conocidos en la Tierra. El oficial a cargo hablaba de continuo usando un aparato de comunicaciones, y luego de un rato se puso de pie, diciendo: "Nos vamos! El vehículo nos espera!" Le siguieron, llenos de incertidumbre, y Luis Smith dijo: "Me arrancaría y me confundiría con esta gente, que no difiere en nada a nosotros!" "Mejor espera a ver que nos depara el destino!"- Le recomendó Hugo Cepeda, mirándole preocupadamente, ya que si alguno de ellos se fugaba, la sospecha de que otros le seguirían les arruinaría la confianza que pudieran tener de ellos El vehículo era un Hovercraft Vironio, que se elevo cual una pluma y voló hacia el sur del planeta a una altura de 300 metros y a 230 kilómetros por hora, pasando entre cerros y quebradas sin detenerse hasta bajar en una llanura de pastos, en la cual había un edificio con forma de elipse, lleno de torreones y balaustradas. "Muy artístico."- Dijo Pencrof, sonriente. Apréciale estar viendo un palacio europeo. "Debe ser un caballero pudiente."- Opino Adolfo Hesen. "Es el conde Doposidi."- Dijo el piloto, mirando hacia el frente. Aterrizaron en la parte posterior, que tenía un campo de aterrizaje bastante extenso, dos hangares que simulaban árboles y arbustos, pero no se veían otras naves. Bajaron, y ya desde la mansión venían seis hombres guiando a unos enormes perros negros, que olfateaban el aire como si fueran de cacería. "Es la remesa de sirvientes. Les dejo en su poder."- Dijo el piloto. "Está bien, nos haremos cargo."- Respondió el que parecía ser el jefe de esos guardias, que miraban a los recién llegados sin demostrar ningún sentimiento. "Andando."- Dijo ese mismo personaje, mostrando hacia la mansión; los prisioneros le siguieron, mientras los otros cinco hombres les rodeaban, con esos perros olisqueando sus ropas con sus gruesas narices pardas. "Estos animales ponen nervioso a cualquiera! No pueden alejarlos de nosotros?"- Pregunto Pencrof, pero no recibió respuesta. Entraron por una puerta de servicio, y se les llevo a una sala en que hervían calderos y chirriaban sartenes. Diez cocineros daban vuelta el contenido de los calderos, y un olor a verdura s y carne cocida llenaba el ambiente no solo de ruidos sino que también de turbonadas de vapor oloroso. El jefe de esa guardia ubico al chef de la cocina, y le dijo: "Acá tenéis ayudantes, recién llegados de las astronaves. Cualquier problema que tengáis con ellos, solo mandad por nosotros, que nos encargaremos de ponerles en orden." "Claro. Id con la paz."- Replico el Chef, un gordo enorme con un delantal que en su tiempo podría haber sido blanco, que ahora era un muestrario de manchas de comidas varias. El Chef les llevo ante una mesa vacía, y dijo: "Veo que no parecéis cocineros, ni con cara de aprendices. No me importa. Aquí mando yo. No sé por cuánto tiempo más, ni si seréis llevados a otro lugar, pero por mientras las cosas caminen como iban, os diré dos cosas: obedeced cualquier orden que se os de, y si cometéis errores al cumplir órdenes, venid a mí y decidme que paso. Yo sabré arreglar cualquier desaguisado. Como ya va siendo la hora de las Onces, os pondré a cortar el pan. " Y el Chef ordenó traer bandejas con el pan recién horneado, y corto varios de ellos al modo Vironio, y dijo: "Veis? Así debe quedar. Ni un corte de serrucho, todo corte debe ser limpio como el borde de un espejo! Ya! Comenzad, y no os demoréis!" Les dejaron algunos cuchillos sobre la mesa, y Pencrof, Cepeda, Smith y Hesen comenzaron a cortar ese pan a la moda Vironio, y pronto estaban sonrientes, pues el supuesto arduo trabajo que se habían estado imaginando, no había sido tal. A los quince minutos algunos cocineros les trajeron bandejas, para llevarse el pan a otro lugar, en que el Chef y sus ayudantes escogidos, iban rellenando o untando los trozos de hogaza con diferentes aditamentos: palta , huevo picado, ave trozada, carne de res aceitada , caliente y picada. También ponían sobre el pan variaciones de lo dicho, y muchas diversas salsas, que escurrían humeantes por sobre esos bocados. "Ya, id a servir! Sin caerse!"- Dijo el Chef con voz estentórea, y veinte ayudantes salieron de la cocina casi al trote, para subir las escaleras que llevaban al Gran Comedor, llamado así porque allí se sentaban a comer el Conde Doposidi , su familia y los invitados, que por cierto eran siempre personas influyentes a los que Doposidi intentaba atraerles siendo muy generoso en la comida y en el alojamiento de lujo que les brindaba. De ese modo, su desempeño como Ministro se le hacía más fácil, con la ayuda de esos llamados clientes", que tal como en la antigua Roma, eran como parte de la "familia". 24-12-2024 21:42:46.- El movimiento de platos hacia el Gran Comedor se hacía frenético, pues Pencrof escucho a alguien decir que habían 30 personas a tomar el té, que allí se le llamaba "Once", quizás con referencia a que algunos comensales, entre ellos el Conde Doposidi, gustaban de agregar al brebaje algunas gotas de Aguardiente, que al mencionarlo, tiene Once letras... El Chef preguntaba a sus ayudantes que expresiones tenían los comensales al probar los emparedados, que aquí también llamaban Sándwiches, a la usanza terrícola. "El Conde muestra su habitual sonrisa, y ya se ha comido dos trozos de pan con carne en menos de tres minutos! "- Dijo uno de sus espías- ayudantes. "Ah, entonces le gusto! Y que de la dama de la casa, la Condesa Muriela?"- Inquirió el Chef, sabedor que una palaba de critica a sus manjares, y ya el Conde le llevaría la razón, aunque esta fuera equivocada. "Se ha comido una rebanada de pan con queso parmesano con algún aditamento de perejil. No ha sonreído, pero es lo habitual en ella." Dijo otro de los ayudantes espías del Chef, quien así se aseguraba de que su modo de preparar los emparedados tenia buena aceptación- de lo contrario, su puesto comenzaría a tambalearse... La infusión de te era la más aceptada en la mesa, pero también habían quienes preferían otras infusiones, como la de Canela, de Tilo, de Te Negro, de hongos. Dos horas después, el Conde Doposidi se puso de pie, diciendo: "Ha sido unas buenas onces! pero debo retirarme a cumplir con mis obligaciones! Provecho tengáis todos!" Y todos ya se ponían de pie, para darle la correspondiente reverencia y parabienes de costumbre. Los cocineros se llevaron la loza, los servicios, las bandejas con el alimento no consumido, y otros ayudantes comenzaron a retirar los manteles, limpiar y barrer la sala, ordenarlo todo. Algunas mujeres del servicio lustraban con aceites perfumados todas las sillas de madera, la mesa, y los aparadores. El suelo fue limpiado, encerado y abrillantado, y tras tres horas de labor, se cerró la puerta para que no entrara una mota de polvo. En la cocina, todos podían comer de lo que había sobrado de las "Onces", que era bastante, eran bocados sin tocar, ya que lo a medio consumir se arrojaba a unos baldes, a fin de que se los comieran los animales que permanecían en los establos, a medio kilometro de la Mansión, a fin de que no perturbaran los jardines ni con su presencia ni con sus olores. Luis Smith hallo que algunos manjares estaban muy azucarados, y dijo: "Estos panecillos dulces son pura azúcar! Ay de los diabéticos por acá!" Un ayudante que le escuchó, se le acercó, diciendo: "Si el Chef le escuchara, no duraría aquí ni un minuto! No critique nunca nada de lo que se prepara en la cocina, o terminará en cualquier otro lugar de la hacienda! Y no todos son tan agradables como acá." El ayudante venia también de un planeta anteriormente regido por la Federación Occidental (Tierra) , y por ello no le delató de inmediato. Después Pencrof obtuvo su nombre: Hernán Morinos. Smith había respondido al consejo con una risilla irónica; no iba a permitir (su ego) ningún reproche... La cena, al revés de lo que todos los del grupo de Pencrof pensaban, no se llevo a efecto, aunque sí se llevaron infusiones a los dueños de casa y visitas, acompañados por buñuelos de diversa facturación. Al regresar esa loza y utensilios después de ser usados, se lavaron y se guidaron. El Maître llamo a todos a una esquina de la cocina , diciéndoles: "Nos hemos lucido hoy día con el almuerzo. nadie reclamo, si bien nadie mando decir que les había gustado, pero eso es normal acá. Ellos pagan y quieren recibir buena comida, lógico. Ahora, todos a dormir, que mañana nos hallaremos acá al amanecer." Pencrof levantó la mano, preguntando. "Y adónde dormiremos nosotros, los recién llegados?" "Sigan al resto, y lo verán. Duerman bien!"- Y el Chef se retiró de la cocina, dejando su delantal colgado en el muro. Hernán Morinos tomó a Pencrof de la manga de su camisa, diciendo: "No se le preguntan esas cosas al Maître! Estuviste cerca de que te mandaran a las cosechas de maíz!" "Ah, sí? Bien, y a quién le iba a preguntar, si no?"- Se molestó Pencrof. Pesaba sobre él una atmosfera que sentía espesa y hedionda, y más encima su cuerpo debía resistir tres atmósferas en vez de una. "A mi o a cualquier otro que sea ayudante! A los maestros, mejor que no! Y ya vamos, que hay que dormir antes de que llegue la alborada!"- Pidió el hombre, guiándoles. Llegaron a una gran sala iluminada por un par de luces bajas, y con numerosos lechos, que consistían en una marquesa de madera rustica, sin respaldos, y Hernán Morinos dijo: "Esa es mi cama. La tercera empezando desde el corredor. " "Ah, entonces me acostare aquí."- Dijo Smith, yendo hacia la adyacente, pero Hernán Morinos le sujeto del brazo, diciendo. "No! Esa está tomada por un hombre mal genio! Como Uds. son nuevos acá, deben esperar a que todos se acuesten, y entonces verán cuales están verdaderamente disponibles. Ay! No saben Uds. la de peleas que se han armado por el orden de las camas! Hasta muertes."- A la voz de muertes, Smith espero pacientemente y sin rechistar. Los del grupo de Pencrof no quedaron cerca uno de otros, y la noche paso entre ronquidos y malos olores, dos cosas que Pencrof soporto a duras penas. Le dolían los músculos, la cabeza le pesaba, y el mal olor de la atmosfera y de las flatulencias de esa gente, pues le daban mareos difíciles de evitar. Al salir fuera, en la mañana, todos reclamaban de eso mismo, y Smith dijo: "Yo hablaría con el encargado, si es que lo hay! Acá parece que el Chef es el único con poder de decisión." "Quizás te manden a laborar al campo. Creo que eso es peor."- Aviso Pencrof. "Cualquier cosa menos seguir en esa pocilga podrida de dormitorio!"- Dijo Smith, y durante la mañana pudo hablar con el Chef, quien apenas le oyó reclamar, dijo: "Te enviare de vuelta al Administrador! El vera que hacer contigo!" Para ver el Administrador tuvo que esperar a que el Chef se dignara enviarle un mensaje al tal caballero, y luego dos horas más para que éste respondiera. media hora después, un ayudante del Cocinero mayor dijo: "Acompáñame, te llevare ante el Administrador del Personal!" Y en una pieza trasera de esa mansión, un hombre vestido de azul le recibió mientras se sentaba ante una mesa en que habían dos mecanismos de escritura. "A ver, quien eres tú y por que te manda el cocinero?"- Dijo ese hombre, de gorda cara y ojos negros. "Quiero que me saque del servicio de la cocina! No lo soporto! Yo vengo de un mundo civilizado, hice un trabajo en pro del Imperio Vironio, y en vez de liberarme, me han enviado acá como si fuera un esclavo!"- Dijo Smith, enrojecido de cólera. El mofletudo Administrador parpadeo de sorpresa. hacía mucho que nadie le reclamaba de esa forma, y por ello quiso saber más: "Entonces, tú no eres oriundo del Imperio Vironio?" "Soy descendiente de la Federación Occidental de la Tierra! Por causas bélicas, mi ciudad fue tomada por el Imperio, pero no obstante eso, les he ayudado. Y es así como me pagan? Durmiendo entre hombres bestiales, expeliéndose, y más encima, esta atmosfera huele a caucho quemado!"- Dijo Smith, enderezándose. El Administrador dudo un momento, mientras se pasaba la mano por la cabeza, que no tenia cabellos pero si purulencias, y dijo: "Veo que eres orgulloso, y eso significa que realmente no deberías estar acá de esclavo, pero de eso no puedo decidir. Lo que puedo hacer es enviarte a una granja. Te digo, quizás no te guste. y no podre sacarte de allí. Por que no vuelves a la cocina? " "No deseo seguir de cocinero ni aprendiz y menos dormir entre gente sin cultura!"- Pidió Smith, orgullosamente. "Bien, te enviare a una granja. Espera en el corredor."- Dijo el Administrador del Personal de la mansión del conde ... , y media hora después, Smith fue enviado en un vehículo aéreo a una granja distante 30 kilómetros de allí, en donde se entrevisto con otro administrador, este más joven y de cabellos negros. "Te han enviado aquí desde las cocinas del duque... Por qué ?"- Pregunto ese hombre. "No soporto la hediondez de las ollas hirviendo, de los dormitorios atochados de gente y expeliéndose como si fueran cerdos!"- Dijo Smith, sobándose las manos. El Administrador de la Granja #3 dijo. "Veo que eres algo remilgado! Y de la cocina, a la granja! Acá hay mejores aires, pero la labor es al aire libre. Te enviare de inmediato a los campos, a ver si te adaptas."- Y tras algunos minutos, un hombre de edad madura le guio por una senda entre arboles, hasta unas hileras de árboles frutales, en donde muchas personas sacaban pequeños frutos de las ramas, y las iban amontonando en unos cestos. "Es simple. Te daré un saco, y tu sacaras de esos frutos, y luego de llenar el saco, deberás tomar otro vacio y llenarlo a su vez. Entendiste?"- Dijo ese hombre de edad madura. "Fácil."- Dijo Smith, y con un saco se interno entre los árboles, y cuando estuvo lejos de la mirada de los demás, se tendió en el suelo a dormir. jueves, 26 de diciembre de 2024.- Mientras tanto , a Pencrof le designaron a lavar la loza, y esto le produjo sabañones, ya que el agua tendía a helarse, lo que hacía más difícil sacar la grasa y partículas de los platos, tazas, budineras, sartenes, ollas y servicio. A los tres días tenia los dedos entumecidos y arrugados por el detergente mala clase que se usaba. En una de las pocas veces en que ahora se reunían, comentaban sobre Smith y de cuál sería su destino actual. "Debe estar arando la tierra! Pobre hombre!"- Decía Pencrof, sobándose los nudillos con un paño, para restablecer la buena circulación. " Se lo merece! Siempre reclamando por todo, disatisfecho de su vida, de su entorno, de sus camaradas! Hecho para el reclamo! Ahora a quien le estará reclamando?"- Filosofo Adolfo Hesen. "A su capataz!"- Se rio Hugo cepeda, dando un palmazo en su pierna derecha. "Terminara odiando la tierra."- Comento Pencrof, quien se sentía aliviado de no tener que soportar a Smith. Quince días después, las manos de Pencrof se negaban a restregar ollas, a lavar platos y a fregar cuchillos; dejo de lavar y se retiro a los dormitorios. Pronto le llamo el Chef, a través de un ayudante. "Y Ud. por que se retiro antes de su turno de trabajo? No sabe que eso está prohibido y que hay castigos para quien comete tal cosa? Acá todos laboramos en pro de servir bien al Conde Doposidi y su familia! Cuál es su excusa?"- Pregunto el Chef, con rostro malhumorado. "Mire mis manos! Ya no puedo ni doblar los dedos! Este trabajo me está lisiando!"- Exclamo Pencrof. El Chef miro esos dedos, y ya los había visto en otros de igual manera, por lo que dijo: "Eso debería habérmelo comunicado directamente! Se los dije cuando llegaron! Ahora tendrá tres días de descanso, y al cuarto le diré que hará en adelante! Vuelva a su puesto aunque no haga nada!" Pencrof volvió a su puesto, en donde ya estaba otro sirviente, y quedo allí de pie, esperando la hora de salida. Ya fuera del recinto, converso con Hugo Cepeda, quien le dijo: "Temí que te castigaran severamente! Pero no fue así, menos mal para ti. Quizás que otra labor te designara, pero al menos, no será en el agua fría." "Claro, no estamos acostumbrados a este planeta."- Murmuro Pencrof, cariacontecido. Al segundo día, el Chef se enfermo y dejo a uno de sus ayudantes más adelantados a cargo de la cocina, y Pencrof se retiro hacia los jardines posteriores de la mansión, seguro de que no le echarían de menos. Desde trescientos metros de distancia, la mansión ya no era visible, oculta por el espeso boscaje. Sintió un rumor en el cielo, y vio pasar a una nave pequeña, en dirección a la mansión. Sintió que debería ver modo de escapar , ya que su futuro en la cocina era incierto y de todo modo nefasto para sus vivencias. Comenzó a regresar, y vio que la nave bajaba hacia la izquierda de la mansión; se dirigió allá por ver si había la remota posibilidad de apropiársela y escapar con estilo, cosa que le hizo gracia al pensarlo mejor. Se dijo que las posibilidades eran pocas, pero que nada perdía si al menos observaba el lugar. Llego cuando ya un grupo de personas caminaba hacia la mansión; estos no volvieron a mirar hacia atrás, y el corazón de Pencrof latía fuertemente, ya que había la posibilidad de subirse al vehículo, un ovoide electromagnético que reposaba ahora sobre seis patas metálicas. Al llegar a su lado, considero que su longitud era de 20 metros, cuatro metros de ancho y al menos tres metros de alto. La portezuela estaba cerrada, y subiendo por la escalerilla, probo de abrirla, pero estaba con cerrojo. Se oculto entre los árboles que cercaban esa pista, pensando en atacar al piloto, si es que volvía a llevarse el vehículo. Se recostó con la espalda contra un árbol, mirando hacia la pista de aterrizaje. Ya hacía calor, y los insectos llenaban el aire con sus chirridos; se sentía somnoliento, pero no iba a dejarse dominar por el sueño, ahora que tenía una escasa oportunidad de escapar. Al atardecer ya temía que nadie volviera , pero de pronto vio a tres siluetas destacándose en el sendero que llevaba hacia la mansión del Conde Doposidi. Repto hacia la nave, esperando que no le vieran en la oscuridad, y en su mano llevaba una rama gruesa, desmochada en sus ratos de ocio, con la cual pensaba darle en la cabeza a los tales que volvían de la mansión. Era posible que les sorprendiera, y ya al estar a pocos metros del vehículo, vio que el grupo se detenía, y le alumbraba con una linterna. "Quien está allí?"- Sintió una voz que le dio un vuelca a su corazón... era la voz de Ariaza! "Yo, Pencrof!"- Dijo éste, y la mujer corrió hacia él, aunque trataron de sujetarla, pero se refugió en sus brazos, diciendo: "Al fin te halle! Me ha costado bastante llegar acá, y no estabas adonde me dijeron que laborabas!" "Tranquila, ya me hallaste! Estoy con permiso medico, por algo que me pasa en las manos."- Dijo Pencrof. "Ah, que te paso?"- Se asusto ella, mirándole las manos, que apenas se veían en la penumbra. "Solo un enfriamiento ! Debía estar lavando bajo el agua por todo el día, eso fue."- Respondió Pencrof, apretando ese cuerpo de mujer contra si, y se sentía en la Gloria. "Te vine a buscar! Nos vamos ahora!"- Dijo ella, tirándole hacia el vehículo aéreo, en donde esperaban cerca de la portezuela aquellos dos hombres., "Perfecto! No te preguntare si corres peligro, porque temo que te arrepientas."- Dijo Pencrof. Ella le dio un beso rápido, diciendo: "Subamos, amor!" Los dos pilotos subieron primero, y luego Ariaza. Pencrof miro en dirección a la mansión, despidiéndose mentalmente de sus compañeros; en las actuales circunstancias, no le era posible rescatarles, y más encima, sin saber siquiera adonde le llevaba Ariaza. Subió al vehículo, y uno de los tripulantes cerró la puerta, diciendo. Deben abrocharse los cinturones! Despegaremos de inmediato!" Ariaza le ayudo a hacerlo, pues los cierres no eran familiares para Pencrof. Un tirón, y ya se sentía el vaivén de la nave, girando y elevándose en el aire como una pluma. En la nave de conexión

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