Thursday, December 19, 2024

OLEOS dic. 2024. Recop.

Varios oleos pintados con espatula y pinceles. Tamaños medianos. La musica es del Tercer, y la primera marcha nadie sabe como se llama, asi es que si algun megalomano tiene el dato, please ponga en los comentarios. Merci. The first song have no name no matter I have searched for it. So if you know about the title, just make me know. Danke.

Monday, December 16, 2024

Restoring an IBM PC XT-286 from 1986

I have a Clone that its the brother of these twins and it sounds exactly alike,The start its like a ME209...

Sunday, December 15, 2024

PIRATAS PARTE 3 BIS - LA 3 ES LA DOS EN REALIDAD- ME EQUIVOQUE. GRACIAS X LEER. y CONTINUARA

Clarificada la línea de tiempo, quedaba por hallar la persona idónea, y se dirigió a la Comandancia de Puerto, pidiendo le hallaran a una persona que quisiera el puesto. Fue bien atendida, ya que se sabía por el personal del puerto lo ocurrido, y se le aseguro que le enviarían uno o dos aspirantes al puesto apenas pudieran. en todo momento Bárbara actuó como la viuda entristecida pero firme de voluntad, llegando a asegurarles que esperaría que por algún modo desconocido, el mar le devolviera a su marido mientras que ella le aguardaba esperanzada. En los días siguientes se presentaron no dos sino que cinco aspirantes al puesto, y Bárbara estudio sus personalidades, su historial de marineros, y los comentarios que se oían de ellos, y eligió a Fernan Rujobe como el titula , y diciéndole: "Ud. elija a su personal, confió en su buen juicio." "Así lo hare, Señora. Y le agradezco su confianza."- Dijo el hombre, que tenía 54 años, casado y con tres hijos mayores de edad, que luego fueron también de la tripulación. Por mientras esto sucedía, Pencrof y su gente despertó dentro de un cuarto hermético, sin muebles pero con aire y luz eléctrica. "Que hacemos aquí, jefe? No recuerdo más que huíamos de esos soldados!"- Pregunto Adolfo Hesen. "Nos capturaron, y como veo que estamos todos, fue con pistolas paralizantes! Aun sintió un leve mareo."- Dijo Pencrof, tocándose el cototo que tenía en su cabeza, producto de la caída al suelo. "Yo también! Que querrán de nosotros, jefe?-".- Pregunto Jules Vermil, el contramaestre. "Nada bueno, si deben andar buscando voluntarios a punta de pistola!"- Comento Luis Smith, suspirando- estar preso era lo último que habría querido en su vida. Poco después fueron llevados a un corredor, en donde les hablo el mismo oficial que les atrapara. "Gente! Son testarudos, pero de nada les sirve! Ahora tendrán que ejecutar el plan B, que significa que será mas difícil su labor! Comprendan que no tienen alternativa! Serán devueltos a su pueblo tras completar la misión! Esta es fácil pero necesitaran ser leales a nuestro gran imperio galáctico! El Imperio Vironio!" Dejo correr unos segundos en silencio, para que comprendieran en que estaban involucrados volis nolis, y siguió diciendo: "Serán entrenados, pertrechados y enviados en la misión! No les conviene traicionar, porque tenemos medios de eliminar a los traidores! Ahora comerán, dormirán y en diez horas mas, serán enviados a instrucción! Síganme." Y con escolta, les llevo por el pasillo hasta una sala en que habían algunas mesas, y en ellas se les sirvió comida caliente, bebidas y siempre siendo vigilados por hieráticos guardias armados. "Me pregunto que querrán de nosotros! "- Dijo Jules Vermil, tomando de ese caldo espeso. "Nada bueno! Y no creo en recompensas! Dejaremos los huesos quizás adonde!"- Exclamo Luis Smith, suspirando. Tras esa somera comida, les llevaron a bañarse y les dieron overoles plomos con cierre delantero y sandalias plásticas. Con ese atuendo durmieron en hamacas dentro de una pieza metálica con puerta cerrada por fuera. Pencrof pensaba en Bárbara, en su bote, en la carga, y en el futuro de aquello, incluido el mismo. Nada le había indicado que los -Vironio podían abducir gente tan fácilmente, y para fines por ellos solo sabidos. Una ráfaga de arrepentimiento cruzo por su mente: y si en vez de salir a pescar, no habría sido mejor comprar mercadería en los muelles y vender en su local? Cosa que no una sino que varias varias veces se lo había pedido Bárbara, en los mejores términos, y el siempre se había rehusado. Ahora se veía en un predicamento debido a su tozudez... 27. Ocho horas después fueron llevados a una sala en que dos oficiales les hicieron sentar en bancas frente a un pizarrón electrónico. Uno de ellos dijo:"Voluntarios de ciudad Cornejo! Esta es la lección uno de tres! Pongan atención, porque su futuro dependerá de lo que aquí aprendan!" "Señor, no somos voluntarios sino que pobres pescadores! Permítanos regresar a nuestra ciudad, y le prometo, en nombre de todos nosotros, que no diremos una palabra de lo que ha ocurrido!"- Dijo Luis Smith, con voz plañidera. "Llama a un guardia."- Dijo ese hombre a su compañero, y cuando este entro a la sala, le dijo. "Amordace a ese hombre! Aquí nadie habla si no se le pregunta!" "Pero, qué he hecho? No sea así!"- Dijo Smith, por última vez en ese día... "Vuestra misión será en el planeta A. Llegaran allá llevados por nosotros, se mezclaran con la gente de la colonia minera, diciendo que están de paso, y averiguaran si han hallado uno de estos dos minerales: uranio o torio. Para ello no trepidaran en pedir trabajo, y dentro de la mina, tendrán 28 días para hacer las averiguaciones, conversando con todos los mas que Uds. puedan, revisando minerales, en fin, siendo inquisitivos al máximo. Les daremos instrumentos para identificar tales metales, y luego serán retirados de allí en el punto que se les va a indicar oportunamente. Si cumplen bien con la misión, es decir, nos dicen que metales están llevándose, podrán regresar con sus familias. De lo contrario, no sé que será de Uds. posteriormente."- Dijo ese oficial, volviéndose a la pizarra, y comenzando a desarrollar su clase. Esta mayormente era para que se interiorizaran de la idiosincrasia existente en el complejo minero, los nombres de algunos jefes, la labor que podrían desarrollar sin tener especialización, adonde hospedarse. Al día siguiente siguieron instruyéndoles en cómo usar herramientas mineras, las clases de ellas, la jerga que se usaba. Esto no era fácil para ellos, que nunca habían siquiera oído de esos términos, menos aun de usar maquinaria. El tercer día les dieron información sobre rocas, minerales, como usar los instrumentos analíticos, y con quien iban a poder comunicarse, si es que averiguaban antes de plazo lo pedido. "Pan comido! Creo que saldremos en menos de cinco días!"- Dijo Luis Smith, quien, de mirar todo en forma pesimista, ahora derrochaba confianza. "Esperemos que sea así! Pero temo que no será nada de fácil."- Le repuso Pencrof, pensativo. No catalogaba a los Vironio como confiables y menos como generosos. Fueron dejados cerca del establecimiento minero, con trajes especiales para poder soportar temperatura y gases del planeta, los cuales son mortales para el cuerpo humano. Una pareja de personas les estaba esperando, y los guiaron a un departamento en una de las cavernas con temperatura agradable y aire respirable. Dentro del departamento, los recién llegados se sacaron los equipos de sobrevivencia, y quedaron a la espera de que les informaran que hacer a continuación. Las dos personas eran Vironias, y se trataba de un hombre y una mujer, que sonreían para infundir confianza. La mujer dijo: "Soy Drixia, y el es Darbi. Ya tenemos ubicaciones para Uds.! Mañana les iremos guiando a sus puestos." "Espero que podamos cumplir con sus expectativas! Somos pescadores, no mineros!"- Reclamo Luis Smith, mirando con rabia. "No es problema nuestro, señor! No sabemos mucho de Uds., pero nos han dicho que vienen a cumplir con una misión de interés para el Imperio Vironio, del cual somos fieles parte."- Aviso Darbi, en forma enérgica. Pencrof levanto una mano para hablar, diciendo: "Tenemos poco tiempo acá, y queremos no producir alarma. Lo peor sería que nos tomaran por espías Vironio, y terminaríamos encarcelados de por vida! Sé que este complejo minero corresponde a la Federación Occidental de la Tierra! Así es que dennos mas indicaciones de que labores deberemos cumplir, a fin de no equivocarnos." Al oír aquello, Darbi morigero su carácter, y fue explicando lo que deberían hacer. Al final agrego: "No se preocupen mucho de cómo hacer las cosas! Se les tomara por aprendices, así es que obedezcan ordenes, y cumplan con la misión, cualquiera que ella sea." Durmieron esa noche en el suelo, pero sobre frazadas, y al día siguiente fueron llevados, uno a uno, a diferentes secciones de la enorme instalación, habiendo sido informados de que deberían devolverse a ese departamento para allí pasar las horas libres, entre las que obviamente se contaba el dormir. Pencrof quedo ayudando a un técnico que revisaba controles automáticos, y debía seguirle adonde él fuera, llevando materiales e instrumentos. Era, como se ve, un portador. Otros tuvieron peor suerte, y quedaron dentro de las minas, cortando trozos de roca con herramientas laser y otras. Luego debían dejar que robots tipo Keblar se encargaran de llevarse la carga en vehículos de ocho ruedas, que transitaban por los numerosos túneles, llegando a la fundición, en donde se trituraba el material, se licuaba, se sacaba lo útil para la industria, y se desechaba la escoria, que son residuos óxidos inertes. Ciertamente esa escoria tenia aplicaciones, tales como balasto para que el coste de traslado a planetas amigos era muy costoso. Labores similares fueron ejecutadas por el resto de los pescadores; Smith paraba de laborar a cada rato, y en vista de eso, fue despedido ese primer día. al llegar la noche (supuesta, ya que el día en el planeta duraba muchas más horas) se reunieron en el departamento, y Pencrof supo del caso Smith, preocupándose por su futuro. Darbi le tranquilizo, diciendo que le buscarían un trabajo de oficina, para el cual esperaba no tuviera contratiempos. En relación a información de que minerales se estaban obteniendo, ya habían averiguado que era plata y también cobre. De los demás no tenían información aun, pero estaban todos muy atentos a los comentarios de mineros en los ratos de descanso. La mujer, Drixia, a veces conversaba antes de apagar las luces del departamento, y así pudo Pencrof aprender de la misión que tenia ella y Darbi en el planeta A. Ella dijo:. "Nuestro Imperio es leniente, deja que las personas llenen sus vidas de trabajo y recompensa. Por ello ha dejado, por decenios, que los venidos de la Tierra puedan laborar acá, a pesar de que el planeta pertenece a los Vironio. Nuestro imperio es tan poderoso que puede dejar que otros aprovechen ganancias que nos corresponden. Pero al parecer esto está llegando a su fin en este planeta." "Y nos han encargado a nosotros saber si lo que escavan los de la Federación Occidental es útil a vosotros, o no. En caso de que no, cree Ud. que seguirán dejando minar el planeta sin intervenir?"- Pregunto Pencrof. "No lo creo. He escuchado que hay interés de algunos sátrapas en minar por su cuenta, usando la infraestructura existente."- Informo ella. "Y que pasara con la gente?" - Inquirió Pencrof. "Sera devuelta a su lugar, quizás dejada en algún lugar pre convenido. No somos asesinos."- Dijo Drixia, repitiendo frases aprendidas desde la infancia, pero que no reflejaba la realidad. Ningún Imperio se sujeta en el tiempo siendo leniente y pacifista: desaparecería en menos de un decenio. El maquinista Hugo Cepeda comenzó a gastar su salario en los dos bares existente en el complejo minero, y así pudo sonsacar a los empleados de mayor rango sobre lo que se estaba exportando actualmente. y si, los dos minerales mencionados por los Vironio existían en las remesas que se enviaban al Sistema Solar. Uranio y torio. Pencrof averiguo para que servían esos dos componentes, y Cepeda dijo: "les he escuchado decir que el uranio sirve para fabricar uranio enriquecido que sirve para fabricar combustible para plantas de energía nuclear. El producto que sobra se llama uranio empobrecido sirve para producir municiones perforadoras y blindajes de alta resistencia, ya que tiene mucha densidad. " "Ah, entonces hacen misiles?"- Pregunto Pencrof. "Se fragmenta en trozos afilados y se enciende con el aire, aunque luego deja el terreno estéril allí en donde se usa."- Afirmo Cepeda. "Y que pasa con el torio?"- Inquirió Pencrof. "Ese se saca de otros minerales, es blando y color blanco; si se calienta arde con una llama blanquizca. También se usa en conjunto con el uranio, para sostener una reacción en cadena. Es muy radioactivo, aunque sirve para hacer electrodos, y hay reactores de torio que sirven como el uranio. Sirve también para aparatos ópticos y de soldadura."- Informo Cepeda. "Ah, una labor muy completa la que ha realizado! Podemos irnos mañana mismo!- Dijo Pencrof, sonriente. "No crea, jefe! No hable de esto aun! Porque nos sacaran de aquí en un santiamén, y quizás adonde nos lleven, o Ud. cree que nos darán la libertad, ahora que sabemos todo esto?"- Opino Cepeda. "Y entonces, que sugieres hacer? Huir? No hay como!"- Afirmo Pencrof. "Al menos ganemos tiempo, jefe! Demos la información un día antes del término que nos impusieron! Y luego veremos que hacer!"- Pidió Hugo Cepeda, afirmándole el antebrazo. Pencrof pensó en lo que se había dicho, y llego a la conclusión de que las ideas retardatorias del maquinista estaban bien diseñadas, y movió la cabeza en la afirmativa: si la muerte seguía tras el aviso de que si se estaba comerciando uranio y torio por los de la Federación Occidental, al menos tendrían algunos días mas de vida. Al seguir trabajando en las labores mineras, Pencrof supo que habían varios compañeros Vironio laborando allí, tal como si fueran originarios del Sistema Solar. Algunos le miraban sonrientes, sabedores de que estaban trabajando para el Imperio, y así Pencrof estuvo tentado de subir a la Gerencia y delatar todo el plan Vironio, pero después desistió de tal tentación, ya que su vida allí terminaría muy pronto. Faltaban diez días aun para el plazo, cuando Smith dio el aviso de que había conseguido dilucidar el secreto, que ya tenía informe de que se estaba exportando Uranio y Torio a la Federación Occidental del Sistema Solar, y que esto lo había logrado saber robando documentos de la mina. "Y aquí los tengo! Planos y facturas de envió! Tengo pruebas de lo que digo!"- Se ufanaba Luis Smith, mostrando tales cosas a Darbi y Drixia, que leyeron tales informes, y así Darbi dijo: "Daré aviso de inmediato a la flota! Pero sigan laborando como si tal cosa! No dejen sus puestos, ya que sería sospechoso! Esperare instrucciones para ver qué hacemos con Uds."- "Espero que nos saquen luego de aquí!"- Pidió Smith, y siguió una discusión entre él y Darbi, que termino exasperando al Vironio, el cual dijo: "Si sigue Ud. imponiéndome sus ordenes, que las rechazo de plano, daré cuenta de que Ud. está poniendo en peligro toda la misión, y ya verá que eso no será bueno para Ud.!" Con eso dejó callado al impertinente de Smith, y tras esa noche, Pencrof conversó a la hora del almuerzo, en el casino de la empresa, con el maquinista Hugo cepeda. "Y, qué le parece lo que hizo el señor Smith? Nos quitó varios días de paz."- Dijo Pencrof. "Ese tipo es un lenguaraz! No se puede confiar en él para nada! Ni siquiera le avisó a Ud., que es nominalmente, su jefe! Ahora ya estamos embarcados en el final de la misión y espero salir con vida."- Comentó Hugo Cepeda. Ese día terminó como los demás, pero al llegar al departamento, no vieron a Darbi, por lo que le preguntaron a la Drixia por su compañero, y ella dijo: "Fue a un encuentro con representantes de nuestra flota de aeronaves! Volverá mañana." Con eso ya tuvieron por cierto que el proyecto llegaba a su fin, y solo restaba esperar por lo mejor para todos. página 32. sábado, 14 de diciembre de 2024 Siguieron en la rutina por ocho días mas, y al llegar esa noche al departamento, vieron que dos otros hombres les esperaban. Uno de ellos dijo: "Prepárense, porque nos vamos de inmediato. Vuestra presencia aquí es un peligro para nosotros." "Está bien, y adonde nos llevaran?"- Pregunto Pencrof, mirándoles expectante. "A la nave madre. Luego, solo lo sabe nuestro capitán."- Dijo ese hombre, y el otro le miro como reconviniendo hablar de mas y por ello eso fue todo lo que se les puso sonsacar a esa pareja de esbirros del emperador de los Vironio. Una hora después abandonaban el complejo minero, caminando hasta un cerro en que había una navecilla oculta. Se amontonaron dentro, y en ella subieron a la órbita. No vieron de que tamaño seria el navío que les esperaba, pues iban en la parte de atrás de la navecilla, con una división metálica entre ellos y los dos pilotos. Cuando salieron de esa nave, se encontraron en un hangar bastante grande, en que habían mas de dieciocho naves de diferente tamaños, algunas mucho mayores que las usadas por ellos. "Vaya colección, amigo!"- Dijo Pencrof a uno de esos pilotos, que le ignoro por completo. el otro militar les llevo por un pasillo a un camarote con ocho camas y un estante para la ropa, que ahora estaba vacío. "Esperen aquí a que les llamen. Pueden descansar, si quieren."- Dijo ese militar, cerrando la puerta con llave. "Aquí estamos, presos de nuevo! Que mala suerte!"-Expreso el arponero Smith. "Quizás ahora nos lleven a ciudad Cornejo! Es de esperar."- C omento Jules Vermil, tendiéndose en una de las camas. Los demás le imitaron, mirando el frio techo de metal, y sintiendo leves rumores de maquinaria. "Tal pareciera que no se mueve! Pero debe estar yendo hacia alguna parte."- Comento Pencrof, pensando en que esa avanzada nave debía tener los mejores sistemas anti gravitatorios, para que sus pasajeros no sufrieran de los desagradables síntomas de la ingravidez total. A las tres horas después, les llevaron comida en unos bolos; erra una pasta comestible con gusto a albahaca. "Parece comida para bebes! Incomible!"- Dijo Luis Smith, tirando el plato al suelo; los demás se sorprendieron de ello, pues nadie sabía si les iban a volver a dar comida en el futuro. Pencrof dijo: "Mejor guarde su mal humor para cuando estemos en nuestra civilización, Smith! O quiere que nos dejen sin comer?" "No me importa! Yo estoy acostumbrado a comer alimentos para hombre grande!"- Dijo Luis Smith, enfurruñado. Sin saberlo ellos, los Vironio tenían un visor para observarlos, y el encargado de hacerlo anoto lo sucedido, incluyendo una breve escena del suceso. Al día siguiente paso el informe a su superior, quien converso con el psicólogo de a bordo, la maquina ERU-39, la cual dio un informe casi de inmediato, y es este: "Sujeto en condición de prisionero. Se trata de una persona con frustraciones múltiples, que desarrolla actitudes violentas cuando se siente menoscabado. Aconsejo dejarlo de líder en misiones peligrosas, y alejarlo de trabajos rutinarios." El oficial junto la imagen y las conclusiones del psicólogo, y las envió al capitán del navío. Este ya tenía instrucciones sobre qué hacer con los ex pescadores, y entrego el informe al comandante. Este leyó el informe, y sonrió. Ya tenía a quien poner a cargo de la misión 339- D ! Dos días después la nave salió de Warp y se estableció en una órbita alrededor del quinto planeta del sistema Hércules, estrella HD 165908. Constelación Hércules, Estrella HD 165908, planeta 5. 99 Herculis A.- Un oficial se apersono frente a los cinco pescadores y dijo: "Atención! Síganme de inmediato!" Como ellos habían estado esperando alguna noticia sobre su regreso a Ciudad Cornejo, le siguieron de un salto; caminaron por un pasillo, bajaron en un ascensor, y llegaron a la sala en que estaban esos navíos mas pequeños. "Subirán al vehículo color azul, el HD390. Les llevaran a la superficie."- Dijo el oficial, retirándose. Al llegar a esa nave, bajaron dos tripulantes, diciendo: "Suban de inmediato! No tenemos mucho tiempo!" "Vamos a la superficie de la luna Seis?"-Pregunto Luis Smith, esperanzado. "Suba y no haga preguntas! Apúrese!"-Dijo ese oficial, mirando con cara de enojo. "Que mal humor! Acaso no dormiste anoche?"- Le pregunto Smith, pero el oficial solo le respondió con un empujón nada suave. Ya en la nave, el piloto hizo avanzar a la nave hacia la esclusa de salida, y por ella atravesaron hacia el vacio del espacio. "Asegúrense los cinturones! Aquí no hay anti gravedad!"- Farfullo el piloto, y si alguien no se había abrochado el cinturón de seguridad, ahora se apresuraba a hacerlo. Como estaban sentados mirando hacia proa, y la nave tenía una amplia ventana en ese lugar, pudieron ver el planeta cubierto de nubes, y como rasgaban las tales en una zambullida digna de un meteoro; dejaban una estela negra y roja tras de ellos. Durante varios segundos nada era visible hacia adelante, pero de improviso salieron del palio de nubes altas, y vieron una llanura verde, con algunos altos cerros de color negro. "Ah, qué bello! Adonde estamos, piloto?"- Pregunto Luis Smith, sobándose las manos, pues pensaba que pronto llegarían a ciudad Cornejo y a la comodidad de una buena cama de hotel. El piloto no contesto, ni tampoco el copiloto; Pencrof trataba de leer los sentimientos de esos dos hombres, pero sus rostros eran de piedra. Un vaivén algo violento les sorprendió, y el piloto dijo: "Afirmarse! Somos atacados!" El miedo bajo sobre todas esas cabezas, incluidos los pilotos. Unas alas negras se veían de vez en cuando, y un pico amarillo picoteo la parte delantera, justo adónde iba el cristal; este se triso y el piloto dijo: "Condenados! No veo nada! Ahora bajaremos guiados por radar y control remoto!" Y apretó unos botones sobre el tablero de mandos. Soltó los controles, se cruzo de brazos y cerró los ojos. Parecía que iba rezando, cuando la nave se interno en un bosque de altos arboles, que iba cortando con el fuselaje como si fueran de mantequilla. Un árbol demasiado grueso como para ser cortado apareció de repente y se estrellaron contra él, girando como peonza y dándole golpes a varios otros, hasta quedar de lado sobre el terreno. Pencrof recobro el conocimiento un rato después, y vio que salía liquido desde lo alto, espeso y de olor a químicos. Se desato el cinturón, y cayó sobre Luis Smith, quien parecía dormido. Pencrof no veía claramente adonde se dirigía, pero alcanzo a ver una luminosidad al seguir avanzando por sobre los asientos dados vuelta. Vio que algunas ramas de árbol atravesaban el fuselaje, y el cristal de la proa simplemente no existía. Repto hacia afuera, y se rasguño la cara con ramas espinosas que había por todos lados. Tras diez minutos logro alejarse del vehículo y de las ramas que le tapaban por completo, y se sentó en el suelo, que tenía muchas hojas y ramas caídas con el impacto. Sentía dolor en la espalda y en una pierna, pero pudo ponerse de pie, signo de que no tenia huesos rotos pero quizás trisados. Pensó en volver a la nave, pero sintió un cansancio enorme y se desmayo. Horas después despertó súbitamente, sintiendo un silbido que provenía de algún lado no muy lejano; todo estaba oscuro, y por tanto repto hacia la caída nave, pasando por debajo de muchas ramas hasta tocar la superficie pulida del vehículo Se quedo allí, expectante. El sonido duro unos minutos más, y luego se alejo. No pudo discernir si provenía de una maquina o de un animal, quizás una gran ave? Supuso que ya era de noche, y se tapo con hojas y ramas, más que nada para ocultarse que para abrigarse; el suelo parecía temblar de vez en cuando, y esto le sorprendió, pues si eran temblores, estaba en terreno peligroso y quizás ni siquiera en Luna Seis, como debería ser si los Vironio conservaban su palabra. Uno de los motivos de su duda era que se sentía mas pesado, aunque la concusión del choque también podría ser la causa. Durmió a ratos, sintiendo frio y a la vez, ruidos que no auguraban nada bueno; pasos de seres pesados, rumor de hojas que caían de lo alto, en fin, nada que le causara un sueño reparador. Al aclarar, sintió ruidos dentro del casco de la nave, y grito nombres, para que supieran que él estaba fuera. Se alejo un tanto del ramaje que cubría la nave, y vio aparecer, uno por uno, a sus tripulantes de antaño. "Señor! Ya había salido? Le estábamos buscando dentro de esa nave! Los pilotos no están!"- Dijo Jules Vermil, saliendo desde dentro del enramaje. "Creo que salieron despedidos por la ventana! Y Uds., están todos bien?2- Pregunto Pencrof, mirando a los demás. "Estamos todos bien! Lástima por la nave, que nos llevaba a ciudad Cornejo! Pero ahora, debemos tratar de localizar la dirección en que se haya y comenzar a caminar!"- Aviso Luis Smith, con voz recia. Todos le miraron y sonrieron, ya que antes del golpe su voz había sido chillona, y ahora sonaba grave y con personalidad. Pencrof, como buen capitán de barco pesquero, trato de localizar el sol para saber cuál era el norte y cual el sur, etc., pero estaba nublado y el sol podía estar en cualquier parte. "Quizás hay alguna brújula dentro de la nave! Iré a ver."- Dijo Jules Vermil, y se tomo más de una hora para volver y decir: "No halle nada!" "No te preocupes! Quizás pronto nos vendrán a buscar! La caída del vehículo Vironio debe haberse grabado en los videos de su nave madre!"- Aviso Hugo cepeda. Al oír aquello, Pencrof dio un salto y dijo: "Entonces nos conviene irnos de inmediato de aquí! O nos obligaran quizás a que trabajos! Recuerden que iban a darnos una misión que ni siquiera fueron capaces de mencionarla en detalle! De aquí no salíamos vivos! Vámonos ya!" Su lógica era impecable y ´por tanto todos le siguieron, hacia el punto que Pencrof creía era el Norte, aunque no estaba seguro del todo. El bosque tenía muchas ramas y era difícil caminar, pero Luis Smith indico hacia un lado, diciendo: "Eh, hombres! Allí hay un sendero! Podemos irnos por allí en vez de fatigarnos con tanta rama en el suelo!" Los demás le siguieron y no pasaron 20 minutos, cuando un terrible rugido les cogió por sorpresa, y quedaron detenidos, mirando en todas direcciones; pero no debieron esperar mucho, pues un enorme dinosaurio salió desde un hueco en la maleza, y troto hacia ellos con rapidez. El ultimo de la fila era Jules Vermil, y hacia el se dirigió el animal, un brontosaurio, que le pisotea, - horrorizando a todos que se lanzaron en una carrera loca por ese sendero, a fin de alejarse del peligro. Pencrof salió de la senda, internándose entre matorrales, pues comprendió que la senda, que se suponía hecha por personas, era simplemente una huella dejada por los grandes dinosaurios que habitaban ese paraje. A media tarde aun conversaban sobre ese ataque, y llegaron a la conclusión de que ciudad Cornejo debería estar lejos de allí, pues los habitantes habían limpiado de animales peligrosos hasta treinta kilómetros de distancia del centro de esa población. "Descansemos! No doy más de cansado!2- Dijo Luis Smith, acostándose entre las mimosas. Nadie se opuso, y Pencrof conto a sus hombres, de los cuales le iban quedando solo tres... Antes de oscurecer, hallaron un arroyo de aguas limpias, y bebieron de el, a fin de apagar la sed; en relación al hambre, no había que comer aunque lo buscaron entre los árboles. "Vamos a tener que cazar algún animal, si no queremos morirnos de hambre! "- Dijo Luis Smith, tiritando de frio. "Por ahora, hagamos una fogata! hace mucho frio en este bosque!"- Pidió Adolfo Hesen, estornudando. 39- Encendieron fácilmente una fogata, pues varios de ellos sabían frotar madera y encender fuego; en esto al menos no se quedaban atrás. Pencrof oteaba alrededor, temiendo que algún carnicero se aproximara a la fogata, y para ellos había limpiado un trozo de rama grueso, a fin de usarlo como garrote. Los demás le miraron pero no le imitaron, pensando en que era una forma ridícula e inútil de combatir a un dinosaurio de 800 kilos de peso. Esa noche la pasaron casi en vela, pues los gruñidos y trotes no cesaron hasta el amanecer. Fue entonces que la paz volvió a la jungla. "Malditos animales! No me dejaron pegar pestaña!"- Reclamo Luis Smith, dando una patada en el suelo. "No te quejes! Al menos no te comieron!"- Se rio Adolfo Hesen, quien si había dormido más que los demás, ya que se había ocultado bajo un montón de hojarasca y de ese modo se había sentido seguro. Pencrof se fue al arroyo y tomo bastante agua, a fin de no tener sed si por asomo no hallaban otra fuente de agua dulce. Al llegar a la playa, que se extendia en ambar direcciones hasta donde alcanzaba la vista, volvieron a bañarse, notando que el agua era muy agradable en temperatura y claridad, ya que se podia ver el fondo nitidamente aunque tuviera una profundidad de tres metros- mas adentro no quisieron nadar, por miedo a que hubieran depredadores marinos. "Esto es hermoso, pero vaya, no hay que comer!"_ Comento Pencrof con Bárbara y cuatro tripulantes viaja por la costa, y al ver unas construcciones en tierra, bajan pero reciben el Ataque de Troodones, que se comen a dos del grupo. sigue con sus exploraciones caminando y hallan túneles en que se esconden de las tribus de cavernarios sema humanos que habitan el sector. son como gorilas con mas inteligencia, hambrientos que comen carne si se les presenta la oportunidad. Uno de los del grupo se aleja y desaparece, posiblemente comido por esos seres. quedan Pencrof, Bárbara y un hombre asustadizo llamado Señor Smith, que siempre anda haciendo de las suyas. Hallan un grupo de religiosos que habían optado por vivir en la naturaleza, pero que ahora todo lo que quieren es alejarse de ella. Con ellos siguen caminando, hay varias minas hambrientas de amor. A 500 kilómetros de la ciudad , hallan un trineo volador, y en el Bárbara intentara manejar y llegar a pedir rescate al pueblo. Nunca vuelve, y se supone se cayó y se acabo su falsa existencia con el golpe. A 200 km de distancia, Pencrof peca con otra mina, y se bañan en un lago, pero hay muchas sanguijuelas bebedoras de sangre y deben curarse con emplastos por dos días antes de seguir la marcha. Hallan el vehículo de Bárbara y un trozo de su cuerpo, que entierran por falta de otra ocurrencia. Pencrof halla una caja que suponen es su memoria. Al llegar a la ciudad, la memoria realmente es de un ser robótico, pero no hay quien arme un ser humanoide por lo que Pencrof decide regresar a la Tierra y obtener uno parecido a Bárbara, seguro de que "su mente" vivirá de nuevo. 99 Herculis A Datos de observación (Época J2000.0) Constelación Hércules Ascensión recta (α) 18h 7m 1,54s Declinación (δ) +30° 33’ 43,7’’ Mag. aparente (V) +5,20 Características físicas Clasificación estelar F7V Masa solar 0,98 M☉ Radio (1,1 R☉) Magnitud absoluta +4,09 Gravedad superficial 4,24 (log g) Luminosidad 2,1 L☉ Temperatura superficial 5918 - 5928 K Metalicidad [Fe/H] = -0,55 Periodo de rotación 9,0 días Edad 6700 - 6800 x 106 años Astrometría Velocidad radial +1,0 km/s Distancia 51,0 años luz (15,6 pc) Paralaje 63,93 ± 0,34 mas Sistema N.º de componentes 2 Referencias SIMBAD enlace NStED enlace Otras designaciones b Herculis / HD 165908 / HR 6775 / HIP 88745 / GJ 704 / SAO 666 Saga Piratas. Comprende los siguientes títulos: 1.- Lem Devianco. 2.- Linda Duarte. 3.- El rey Oción. 4.- Ladem. 5.- Porbugs. 6.- Fagocito. 7.- Laurencio. 8.- Víctor Sebiski. 9.- Vicente Cepri. 10.- El conde Lacudia. 11.- Victomo. 12.- Owessel. 13.- Leonide. 14.- Capitán Rofrego. 15.- Capitán Clover. 16.- Carl Ove.

PIRATAS 17 PARTE 3

Antes de retirar la pasarela, llegó Jules Vermil, diciendo: "Ea, esperen por mi! Me retrasé en el camino, pues pase a buscar a Luis Smith, pero no quiere venir." "Está bien, gracias."- Respondió Pencrof, y con ese hombre subieron la pasarela a cubierta, atándola convenientemente. Pronto la lancha enfilaba hacia alta mar, y salieron entre otros botes pesqueros, que les iban a seguir para cumplir con la tradición marina, de honrar a los muertos. Por este motivo Pencrof dudó de virar al sur, como tenía pensado, ya que los capitanes de esos barcos sabrían que estaba pasando algo raro, con lo que estuvo obligado a seguir al norte, tal como hiciera cuando vivían Rudolfo y Dwight Peñaloza. En la cabina sólo encontró a Bárbara conversando con esas tres viudas, y dijo: "Ya comenzaremos a cabecear, pues estamos saliendo de la bahía. El mar parece algo picado, pero nada que nos pueda detener." "Está bien, no se preocupe."- Dijo Livoria, la esposa del fallecido Rudolfo. En la cubierta estaban los deudos masculinos, fumando y mirando al mar, pensativos tras la muerte de quienes habían conocido por años. Según lo calculado por Pencrof, se hallaban aún a 20 millas náuticas del lugar del ataque, pero él detuvo la marcha, diciendo. "Fue aquí en donde sufrimos ese mortal ataque!" Todos se pusieron en movimiento, reuniéndose a proa y Livoria dijo: "A Uds. amados parientes, les dedicamos estas coronas de flores en honor y recuerdo de lo que fueron en vida; valientes y esforzados hombres de mar, quienes nos daban muestras de coraje y esfuerzo con sus labores. No les olvidaremos!" Y los demás comenzaron a lanzar las coronas de flores al mar, que quedaron flotando por un buen rato sin moverse del lugar, a pesar del movimiento continuo de las olas, cosa que sorprendió a muchos e hizo nacer la leyenda, en la ciudad Cornejo, de que los espíritus de los muertos habían querido testimoniar su agradecimiento y a la vez, su despedida a sus queridos familiares. Estos rezaron por un rato, y luego el barco regresó a la rada, mientras las conversaciones proseguían en cubierta, a voz baja y respetuosa. Los marineros ataron la lancha a un poste, y bajaron a tierra apesadumbrados, porque lo que les había ocurrido a Rudolfo Hesen y Dwight Peñaloza podía muy bien ocurrirle a ellos. Bárbara manejó el vehículo a casa, con un Pencrof extrañamente callado; ella respetó su silencio, y le vio ir a acostarse sin otra conversación. Al día siguiente Pencrof reunió a los deudos de los fallecidos, y conversaron acerca de la compensación económica, y al final quedaron conformes con la cantidad de un millón de Ronios por cada fallecido. Esto le significaba a Pencrof quedarse sólo con seis mil Ronios en el bolsillo, pero pagó gustoso, a fin de darle un corte al asunto, aunque fue desconfiado, y pidió que todo se hiciera en regla: se estipuló ante una Notaria, que la compensación se pagaría de una sola vez sin opción a pedir más compensaciones a posterior, fuera con el tenor que se invocara, y además todo quedó escrito y firmado por los receptores del dinero. Pencrof visitó a Lazlo dos días después de ese acto reparatorio, y tras contarle lo sucedido en el mar, agregó: "Amigo Lazlo, he quedado prácticamente en la ruina. Tengo, eso sí, el bote y el local, aparte del automóvil que ves fuera de esta casa, y un departamento en la ciudad Cornejo. " Lazlo comprendió que el hombre se hallaba bajo los efectos de un shock nervioso, aunque no se daba cuenta de ello, y dijo, para ayudarle: "No te hagas problema, amigo. Te daré dos millones de Ronios para que te conformes un poco, y ya verás cómo me los devuelves, sin apuro y a como quieras pagar." Bárbara vio conmocionado a Pencrof, y dijo: "Le agradecemos vuestro préstamo, que nos permitirá seguir laborando sin problemas. Creo que en el curso de medio año ya podremos estar devolviéndole su dinero." "No hay apuro, Bárbara. Puedes devolverlo en un año o dos más! No necesitamos ese dinero con urgencia, gracias a que todo acá en el fundo se va dando bien."- Dijo Lazlo, y su mujer Rosa Angélica agregó: "Vosotros sois nuestros amigos, y este préstamo es lo menos que podemos darles." Ese mismo día recibieron el dinero en una caja, y se quedaron a dormir en la casona, tras conversar largo y tendido. Al día siguiente volvieron a la ciudad, y al llegar la tarde, Pencrof se fue al muelle a comprar combustible al bote, y a recomenzar con los viajes; recibió la visita de Adolfo Hesen, quien le dijo: "Deseo tomar el lugar de mi hermano y ver si lo puedo vengar." "Aceptado, pero no andaré buscando a ese gigante! No tengo medios para combatirlo , así es que te aseguro que tu vendetta no va a resultar fácil."- Respondió Pencrof, mirando al alto y delgado Adolfo. "Que no? Compraré un fusil con aditamento, de esos que pueden disparar ráfagas de balas y también descargar un misil de corto alcance."-- Dijo Adolfo, con voz firme. "Es tu decisión! Como dije, tienes el puesto, pero ya te digo, el trabajo es duro ."- Le avisó Pencrof. "Gracias por aceptarme a bordo."- Respondió Adolfo Hesen. "No me las des! Necesito tripulantes con deseos de laborar, y tú pareces calificar."- Comento Pencrof, quien daba ese trabajo a Adolfo pues no podía negarse, so pena de ser considerado una persona sin sentimientos por los demás tripulantes, no sólo de su barco, sino que de todos los botes pesqueros de la zona. Más tarde salieron en el bote a pescar, con las luces de situación colgando de los mástiles, y con otros muchos botes que hacían la misma labor. Adolfo Hesen se sentía feliz y atormentado a la vez; feliz porque pensaba que podría vengar a su hermano muerto, y atormentado ya que aun no compraba el arma capaz de cumplir con su venganza. Tales fusiles eran caros y había que encargarlos con anticipación; no era cosa de entrar en una Armería y pedirlos al encargado . 17. Pencrof estaba al mando del timón, mirando hacia proa, viendo pasar las olas, esta vez menos gigantescas que en el previo viaje. Esperaba pescar mucha carga, a fin de ir juntando el dinero para pagarle a su amigo Lazlo; bien que le había dado tiempo, pero no gustaba de dilatar pagos. "Señor, viene una lancha siguiéndonos. Qué querrán?"- Preguntó Adolfo Hesen. "No creo que nos sigan, más bien, creo que van en la misma dirección."- Le tranquilizó Pencrof, con voz calma. Esta vez iban con cuatro tripulantes, así es que en caso de que fueran piratas, la lucha sería bastante desigual. Al poco rato vio pasar adelante al barco en cuestión, que medía unos treinta metros y con una cabina pintada de blanco; no reconoció haberla visto antes, pero se dijo que no podía estar seguro de todo. Media hora más tarde, dieron con un banco de algas, que se atascaron en la hélice, y el maquinista detuvo el girar, diciéndole por el tubo comunicador: "Jefe, debemos limpiar la hélice antes de seguir, o se reventará el eje!" "Está bien, veré que se haga."- Replicó Pencrof, amarrando el timón a la barra de sujeción. Salió de la cabina, y vio que los tripulantes miraban a popa, y la luz del fanal iluminaba las aguas, que arrojaban destellos cristalinos al moverse. "Hombres! Alguien de Uds. deberá bajar a limpiar la hélice! Quién se ofrece de voluntario?"- Preguntó Pencrof, pensando en que si no había voluntario a la mano, debería ser él mismo el valiente. "Yo iré, señor! Sólo pásenme un machete!"- Pidió el recién reclutado Adolfo Hesen. Dudó Pencrof en dejarle bajar, ya que Adolf podría ser un completo inepto, al no haber navegado antes y menos bajar a destrabar hélices. "Está bien, le daré uno."- Dijo Pencrof, y del armario de herramientas sacó un machete de metro y medio de largo, con cacha de hueso de lobo marino. "Amárrenlo!"- Pidió Pencrof, ya que sin una cuerda a la cintura, Adolf Hesen seria juguete de las olas. Le amarraron a la cintura, y el otro extremo a un poste de hierro. Bajó Adolf al agua, afirmándose de la amura. Ya en el agua, debió sumergirse ya que la hélice estaba al menos a dos metros más abajo. "Aguantará? Es un novato!"- Dijo Luis Smith, persignándose. "Veremos."- Respondió Pencrof, pensativo. Pasaron dos minutos, y la cabeza de Adolf retornó a la superficie. Su brazo blandió el machete, gritando: "Ya falta poco, señor!" - Y tomando aire, volvió a sumergirse. Todos miraban al lugar en que se hundiera, esperando lo mejor, que era destrabar la hélice; sin embargo, Pencrof veía flotar más algas alrededor, lo que significaba que debería izar una vela, y esperar que el viento les sacara de ese banco de algas marinas, o la hélice volvería a fallar. Momentos más tarde, salió Adolf de las aguas, y lo ayudaron a subir a cubierta. Dejó el machee en manos de Pencrof, diciendo: "La hélice quedo totalmente liberada de algas, señor, pero hay otras alrededor!" "Claro, no usaremos la hélice hasta que estemos lejos de aquí. Hombres! A izar la vela latina! Nos alejaremos usando la fuerza del viento!" El viento nocturno efectivamente les sacó del lugar, y a las dos horas ya funcionaba el motor, empujándoles mar adentro. "Ya no se ven otros barcos pesqueros! Es que el jefe nos está llevando muy dentro del mar?"- Preguntó Adolf Hesen, mirando con preocupación a las sombras de la noche. "Es una noche sin estrellas! El capitán está alejándose para ver si los peces se hallan en cantidad superior lejos de la costa. El sabe lo que hace."- Dijo Jules Vermil, el contramaestre. "Está bien! pero igual me preocupa."- Dijo Adolf Hesen, sobándose la barbilla. Como si fuera que Pencrof le escuchara- algo difícil, estando en la cabina y ellos a popa- mandó a parar motores, y bajar las redes. Estas fueron dos, una a popa y otra a proa. "Dos oportunidades son mejores que una!"- Dijo Pencrof, al ver como se cumplían sus órdenes. también, y por supuesto, ponía su cuota de ayuda en esa labor. Las redes se hundieron en el agua, desapareciendo como de costumbre. Los dos fanales de luz eran como el cebo que se necesitaba para atraer los peces, que a esa hora y tiempo nadaban en la más completa oscuridad. Muchos subieron a ver que era esa luz aparecida a destiempo, y fueron atrapados cuando las redes fueron izadas a bordo. " Que cantidad más grande!!"- Dijo Adolf Hesen, no acostumbrado a ver tales prodigios. Y era que el barco bajo 20 centímetros dentro del mar, al recibir la carga de cientos de kilos a bordo. todo se envió abajo, a la caja transportadora, hecha de madera y remaches. Los peces quedaron como prensados unos arriba de otros, y Pencrof noto que aun podían pescar algo mas, pues faltaba un metro par que la carga llegara hasta topar la cubierta. "Deberíamos regresar ya! Es malo ser ambicioso en el mar! los dioses de las aguas ven con malos ojos a los pescadores golosos."- Dijo el maquinista Hugo Cepeda, haciendo signos con el dedo en alto, a fin de apaciguar a los dioses y alejar a los demonios. Como esta vez había sido lanzada al mar solo una red, cuando subió la carga era menor, pero sorprendentemente venia una tortuga de 300 kilos aleteando al fondo. "Láncela al mar, capitán!"- Pidió el supersticioso maquinista Hugo Cepeda, mirando con temor al quelonio. "Haremos una sopa para todos con ella!"- Aviso Pencrof, mirando aviesamente hacia quien le quería dar órdenes. A hachazos sacaron la carne desde dentro de la caparazón, y esos restos y la cabeza fueron lanzados por sobre la borda. Una olla enorme comenzó a hervir el agua, y dentro echaron no solo trozos de la tortuga, sino que también algunos peces de buen tamaño. Dos horas de cocimiento, mientras el bote regresaba a puerto, y luego todos pudieron servirse en sus escudillas cuanto caldo y cuanta carne quisieron. Así, entraron en la bahía con el estomago lleno y las caras sonrientes. Pencrof vendió toda la carga excepto diez peces de calidad, y tras recibir el dinero, dejo a Hugo Cepeda cuidando su bote, y llego a su tienda con los peces; allí ya estaba laborando la bella Bárbara, quien al verle le abrazo y beso, diciendo: "Has vuelto con buena cara y peces de calidad! Apuesto a que te fue muy bien!" "Claro que sí! Vendí la carga en 250.000 Ronios! Eran más de cinco mil kilos! La pesca fue muy buena, y sin contratiempos!"- Aviso Pencrof. "Ah, qué bien! Te felicito."-Dijo Bárbara, riendo. Pencrof trozo los pescados para ponerlos en venta, y Bárbara guardo en la nevera parte de lo traído, a fin de resguardarlo de los calores del día que empezaba. Pencrof se fue a dormir como a mediodía, y ella cerro el local a las dieciocho horas, vendiendo todo lo disponible. "Estas despierto?". - Pregunto ella suavemente, entrando al dormitorio." "Así es! Desperté con el ruido de la llave que usaste para abrir la puerta! Pero no te preocupes! Ya me siento descansado del todo. Y como te fue con las ventas?"- Pregunto él "Vendí ciento veinte mil Ronios! Toda la existencia, aun lo de la nevera! Creo que la gente prefiere nuestro local, ya que todo está fresco y recién pescado. No como en las grandes tiendas, que venden refrigerado de varios días."- Comento Bárbara, yendo a guardar el dinero en la caja de seguridad que tenían ubicada en el dormitorio. Tras compartir con ella, Pencrof se fue al muelle, en donde ya le esperaban sus ayudantes. Vio a Adolfo Hesen estornudando, y le dijo: "Adolfo, quizás sea mejor que vengas mañana, y por ahora te cuides del resfrió, mira que la noche en el mar es pernicioso si tienes resfríos." Adolfo puso cara hosca, pues su plan de trabajar y juntar dinero para comprar ese fusil capaz de destrozar a la asesina de su hermano, el calamar gigante, seria retardado si comenzaba a fallar en el trabajo. Por ello, dijo: "Perdone, señor, pero es que debo seguir laborando sin descanso! Mi salud está bien, solo es un leve resfriado." Como le vio determinado a seguir en ese turno, Pencrof dejo de lado las consideraciones, y le acepto para el viaje. Los demás ya habían subido por la rampa, y así ellos subieron los últimos. Bárbara, sin que Pencrof le viera, había seguido a su pareja hasta el muelle, disfrazada de hombre, para no ser molestada por otros marineros, y vio partir el bote sin problemas. Sonrió para sí, y volvió a la casa, segura de que Pencrof estaba haciendo lo debido. Ya en alta mar, los marineros lanzaron las redes, y esta vez capturaron toninas y salmones, algunos de veinte kilos de peso. Las redes descargaron los pescados en la bodega, y siguieron repitiendo la acción hasta llenar la caja receptora. "Bien, estamos listos! Descansen! "- Pidió Pencrof, y les acompaño en la cocina, en donde se sirvieron café y sándwiches. Luis Smith se acerco a Pencrof , diciendo: "El marinero Hesen tiene fiebre! Le vi la cara roja y transpirada. No vaya a ser que le dé una pulmonía!" "Ah, que malo! Pero el insistió en venir. Tendrá que esperar a que volvamos al muelle, si quiere ir al médico de turno. No es posible entrar a la bahía con marea baja, encallaríamos."- Dijo Pencrof, mirando al aludido. "Lo entiendo. le avisaba, no mas."- Comento Smith con sonrisa sardónica. Sabía que la responsabilidad de un capitán era cuidar la salud de su tripulación, y sospechaba que Pencrof lo había pasado por alto. Sintieron el roce de algo contra el casco, y todos salieron a cubierta a ver que era aquello. Vieron varios tentáculos sujetando la barandilla metálica, y un ojo enorme mirando con fría decisión hacia ellos. "Es el calamar gigante! nos atacara!"- Dijo Adolfo Hesen, tomando una pértiga y golpeando los tentáculos que ya se alzaban a más de ocho metros de la barandilla. El ser de las profundidades se desprendió de la barandilla y se hundió en el mar. "Le di, maldito, le di!"- Gritaba _Adolfo Hesen, pensando en que había castigado al asesino de su hermano. El maquinista Hugo Cepeda se acerco a Pencrof, diciendo: "Ese no era un calamar, sino que un pulpo! Que no se habría atrevido a atacarnos; mas que seguro fueron las luces las que le hicieron curiosear fuera del agua." "ya me di cuenta, Hugo, pero no diré a Adolfo que se equivoca. El hombre esta tan feliz de haberle dado un golpe, que jura que era el calamar que se llevo a Rudolfo."- Dijo Pencrof, moviendo la cabeza. ""Mejor."- Dijo Hugo Cepeda, volviendo a la sala de maquinas. Durante el viaje de regreso, Adolfo Hesen repetía su cantinela de haber castigado al asesino de su hermano, y los tripulantes le felicitaban, para dejarle gozar su efímero triunfo. Al llegar, ya de mañana, al muelle, Pencrof mismo llevo a Adolfo a la enfermería del puerto, en donde quedo para ser auscultado por el doctor de turno, el señor Alejandro Boner. Vendió la carga a un dueño de pescadería y congeladora, y se dejo, como siempre, algunos buenos ejemplares, que llevo en su vehículo hasta el puesto en que ya se hallaba comerciando su mujer, Bárbara. "Ah, ya llegaron! Como les fue?"- Pregunto ella, abrazándole y dándole un caluroso beso. "Traje toninas y salmones de calidad! Y vendí el resto, mira!"- Y Pencrof le mostro los sesenta mil Ronios de la venta. "Muy bien! Anda a descansar, amor! Yo seguiré acá."- pidió ella, pero Pencrof se sentía descansado, y se quedo con ella hasta las dieciséis horas, en que guardaron en la nevera lo que aun no se vendía, y volvieron a casa en el automóvil. "El hermano de Rudolfo Hesen esta resfriado, y creo que peor ahora que se llevo una noche entera en alta mar. Quedo en el consultorio médico del muelle."- Dijo Pencrof. "Ah, sí? que malo. Es una persona que se nota tiene una auto misión que cumplir: matar a un calamar!"- Dijo Bárbara, encendiendo el fuego para preparar una sopa de pescados y verduras. "El cree que golpeo a un calamar esta pasada noche! pero lo que hizo fue golpear a un pulpo! "- Comento Pencrof. "Ah, y como equivocarse tanto?"- Inquirió ella, revolviendo en la olla. "Es que de mar entiende poco! Y además tenía fiebre. Los que saben de animales de mar nada le dijeron, para que fuera feliz! Quizás ya no quiera seguir viajando a la mar, creyendo que ya la venganza está cumplida."- Opino Pencrof. "No lo creo así, mi amor! Sabes por qué? Porque no lo mato! Y ese hombre no va a descansar hasta que halle al calamar y le de muerte."- Opino ella. "O lo maten a él! De todas maneras, no me gusta llevar a una persona con tan alta carga emocional en el barco! Contratare a dos tripulantes mas, por si no vuelve al trabajo."- Aviso Pencrof, abrazándola. Tras almorzar- si bien ya era tarde- Pencrof se la llevo al dormitorio, en donde descanso por cuatro horas. Ella, obviamente, le acompañaba pero no tenía necesidad de dormir. Mas tarde llego al muelle y hallo a Adolfo Hesen ya en cubierta, y le pregunto: "Que haces acá? No estabas tan enfermo?" "Es que el buen doctor me ha dado una tizana y unos remedios, y me ha dicho que puedo volver a trabajar."- Aviso Adolfo Hesen. "Ah, si? Y tienes alguna receta que lo confirme?"- Pregunto Pencrof , recordando la frase de Smith, en que el dueño del barco es responsable de la salud de sus tripulantes. "No la tengo! Se me ha extraviado ese papel. pero tengo los remedios!"- Y mostro varias grajeas en una bolsa de papel. "Bueno, pero te cuidas! No estarás a la intemperie! Maniobraras el timón, y yo te diré como."- Aviso Pencrof, quien no quería salir multado por buena persona . A medianoche ya salían del muelle, junto a otros barcos, y sus luces eran como luciérnagas en la noche. Se dirigió al norte, como era su costumbre, y dos horas después lanzaron las redes al mar, en donde se hundieron rápidamente gracias a los plomos atados en sus extremos. "Es de esperar que la buena suerte nos siga sonriendo! He oído que a otros pescadores no les ha ido tan bien como a nosotros!"- Dijo Jules Vermil, lo suficientemente fuerte como para que le escuchara Pencrof, que estaba a la entrada de la cabina. "Que la fortuna siga! De eso hay que agradecer al creador del todo."- Comento Hesen, desde el timón; ya había aprendido lo básico, y se sentía a gusto dentro de la cabina. Pencrof se quedo viendo las olas, como pasaban sobre las redes, que al menos estaban a veinte metros de profundidad. Esperaba que los peces se sintieran atraídos por las luces a popa y proa, y así quedaran atrapadas cuando la red fuera izada a bordo. Un zumbido fue in crescendo hasta transformarse en un ruido tabletearte. Un objeto metálico apareció flotando a baja altura, y se detuvo a treinta metros del bote pesquero. Todos quedaron estáticos mirando, y Luis Smith, el arponero, dijo: "Son los Vironio! Ya he visto estas naves flotando cerca de ciudad Cornejo!" "Entonces no hay problemas! La pesca está permitida."- Comento Pencrof, y de la nave se abrió una portezuela, y varios hombres salieron de allí, caminando por la parte plana de la nave, y tras ponerse objetos con arneses en sus cuerpos, volando con un zumbido hacia la cubierta del navío. Pencrof se puso delante de sus hombres, y les saludo, diciendo: "Bienvenidos, caballeros. Somos pescadores de ciudad Cornejo, y estamos en plena faena." El más gordo y decidido de ese grupo de cuatro, dijo: "Estamos aquí en una misión especial. Quien manda aquí?" "Yo, Jaime Pencrof. Y estos son mis ayudantes, marineros todos."- Comunico Pencrof con voz tonante. "Bien, Pencrof. Mi capitán, el oficial Xurio Salinas, ordena que todos Uds. suban a bordo de nuestra nave, y cooperen en una labor que es necesario hacer en pro de la paz del mundo. Digo, ya que es una misión delicada, y serán recompensados."- Dijo ese hombre, apoyando una mano en la cartuchera de su pistola. "Pero, caballero, nosotros no tenemos nada que ver con Uds., y estamos pacíficamente trabajando en la pesca! Además que va a pasar con nuestro bote?"- Pregunto Pencrof, pensando y sintiendo que estaba viviendo una pesadilla peor que el ataque de ese calamar gigante. "La misión especial comenzara pronto. Tienen que estar preparados. Bajen un bote y vayan a la nave que esta gravitando a proa, y no habrán problemas."- Dijo ese oficial, ya con mirada maligna. "Me rehusó a hacer lo que Uds. quieren. "- Dijo Pencrof, y algunos otros le imitaron, diciendo que no querían abandonar el bote, ya que nada les aseguraba la vida en esa nave aérea. "Está bien, es cuestión de Uds. ir pacíficamente o a la fuerza. Hombres, apronten a disparar!"- Dijo ese oficial, y los acompañantes levantaron sus rifles. Pencrof corrió a la cabina, pensando en tomar un arma, pero fue alcanzado antes de entrar. Los demás huyeron, y si bien a algunos les sirvió bien la carrera, a otros no y cayeron al suelo aturdidos. El oficial busco a los que se habían ocultado, y les llevaron a todos desmayados a la nave, para lo cual los recién llegados los cogían de los brazos y volaban a la nave aérea. Una media hora tomo todo esto, y el bote quedo allí, sin personal y con las redes debajo del agua. Seis horas más tarde paso cerca de allí un bote pesquero, y viendo sus ocupantes que no se veían tripulantes, abordaron el bote y lo hallaron desierto. "Aquí paso algo raro! Brujas o algún animal desconocido dio cuenta de la tripulación!"- Dijo uno de ellos, y el capitán de ese navío recogió las redes, los peces, y remolco al bote de Pencrof al muelle, provocando gran algarabía; y como sabían de que Pencrof tenía pareja y también un local comercial, fueron allá a avisar, encontrando a Bárbara al rato después, cuando ella llego a abrir su local. "Señora, ha ocurrido un accidente grave. Su marido ha desaparecido con toda su tripulación en el mar."- Dijo Joanes Bergo, el mismo capitán que hallara el bote de Pencrof. "Ah, qué mala noticia! Y que les pasaría?"- Pregunto Bárbara, con rostro apenado. "Hallamos el bote con las redes en el mar, pero sin nadie a bordo. No sabemos qué ha pasado, ya que no se ven señales de violencia. Es como si se hubieran desvanecido en el aire."- Dijo Joanes Bergo, mirándola apenado, ya que Bárbara arrojaba lagrimas desde sus ojos. "QUE tragedia más grande! "- Dijo Bárbara, cubriéndose la cara. El capitán Joanes Bergo le toco el hombro con su mano, diciendo: "Tenemos el barco en el muelle, y los peces podemos traérselos acá, si Ud. quiere." "Si, por favor, traigan esos peces! Después iré a ver qué hacer con el bote."- Dijo Bárbara con voz compungida. El capitán Joanes aseguro que así lo haría. Bárbara sigue colocando los pocos peces que le quedaban sobre los estantes, y pensando en que hacer. Su cerebro había ya analizado todo lo sucedido, y solo le faltaba ir al bote y revisarlo para comprender mejor sus conclusiones. Sobre la parte sentimental, solo fingía, ya que no sentía mucho ni poco lo que sucediera a su alrededor, aunque con referencia a Pencrof, obvio que le cuidaría y protegería hasta donde le fuera posible, que en el caso actual era bien poco lo que podía hacer. Le llegaron los peces, y realmente eran muchos, por lo que ofreció a otros locatarios vecinos algo de la carga, y así disminuyo la cantidad. Dejo la mayor parte en el congelador, vendió pescados hasta las dieciséis horas, cerro el local y se fue al muelle. La pasarela estaba en posición pero no había nadie a bordo; reviso todo minuciosamente, hallando muestras de pisadas ajenas a las que usaban los marineros; eran de mejor calidad, y en su memoria aparecieron las botas que usaban los militares del reino Vironio. Se hallaban por todas partes, lo cual decía que habían revisado hasta la sentina. También hallo muestras de ropa de tripulante, con lo cual sospecho que los militares habían arrastrado cuerpos por sobre la cubierta. Hallo muestras de cabello, los analizo, y cerca de la cabina de mandos hallo los correspondientes a Pencrof, lo que significaba que había tenido una caída violenta al suelo, pero al no haber rastros de sangre ni allí ni en ninguna otra parte, coligió que había sido un ataque de rapto, y no de asesinato. Eso la tranquilizo un tanto, ya que al menos Pencrof y los demás estaban vivos, presos pero vivos. Pensó en que si los habían raptado, bien podían devolverlos, tras ejecutar con ellos o en ellos alguna suerte de misión. La que fuera debía terminar en algún punto. Y en ese punto capaz que ellos pudieran regresar con vida, y eso si la misión se los permitía. Esperaría a que volviera. Podía esperar por muchos años, tantos como los que Pencrof podía vivir una vida normal, que sospechaba era de 34 años más. Se decidió a seguir con la misma actividad económica, pero sin arriesgarse a salir a navegar por el mar. Esperaría a que llegara el bote con la carga, la vendería y parte la guardaría para venderla en el puesto que ya tenía. Debía hallar a una persona responsable para encargarle la conducción del bote, y tripulantes que obvio debería elegir esa persona.

PIRATAS 17 PARTE 1

Piratas 17- Cuento de Ciencia Ficción escrito por Alfredo Juillet Frascara. 2024. Comenzado el Miércoles 04 de diciembre de 2024 Personajes. Jaime Lazlo y Rosa Angélica. Alamiro Decio, tripulante de navío espacial y luego Capataz fundo de Rosa Angélica. Pablo Suriol, mayordomo fundo de Lazlo. Pencrof y su mujer Bárbara. Don Felix, dueño de una lancha pesquera. Maquinista Hugo Cepeda. Contramaestre Jules Vermil. Arponero Luis Smith. Capitan suplente Fernan Rujobe. Capitan de nave Vironia: Xurio Salinas. y Otros. Capitulo 1. En el planeta Tierra: Lazlo comienza a trabajar en una empresa de transportes marítimos y viaja entre Europa y América del Norte durante dos años. Conoce a un tipo que le entusiasma para volver a la Luna Seis, tripulante del mismo barco en que viajaba él. "Estamos perdiendo el tiempo en este barco, navegando por el océano Atlántico! Imagínate cuanto ganaríamos saliendo a esos planetas lejanos! El gobierno paga dos años de sueldo por el solo hecho de querer llegar allá, y da terrenos y créditos para establecerse con algún negocio o en actividades del agro! Hay terrenos de sobra!"- Decía Alamiro Decio, el cirujano de a bordo. A Lazlo el recuerdo de los días felices con Rosa Angélica le pesaba en el alma y fue así que dijo a Alamiro: "Esta bien, me has convencido! Esta ciudad es hermosa, los viajes son lindos, pero mi alma está triste y lo estará mientras permanezca aquí. Vámonos a Luna Seis! Conozco el lugar, y creo que podría recomenzar mi vida en ese satélite!" "Así se habla! Tengo un pariente en la Aduana, al cual muchos capitanes deben ciertos favores! Estoy seguro de que hallará algo para nosotros!"- Afirmó Alamiro, dándole un palmazo en la espalda. Para contentamiento de Lazlo, pronto halla un cupo en una nave al satélite seis, y sorprendentemente Rosa Angélica le busca y tras concertar una cita en un café, escucha de su viaje al Satélite. "Ah, regresarás a tu antiguo amor? Ya me olvidaste?"- Preguntó ella con voz anhelante. Lazlo la mira fijamente, y responde bajando la voz: "Nunca podré olvidarte, y ese es el motivo de mi alejamiento de este mundo! " Rosa Angélica deja correr algunas lágrimas por sus mejillas, y le toma la mano, diciendo: "Me pasa exactamente lo mismo! Ya no me importa la tienda ni la ropa ni los negocios! Te he echado tanto de menos, mi amor!" Se besan, y luego ella dice: "Permíteme ir contigo! Cumpliremos nuestra promesa de nunca separarnos!" "Te amo."- Respondió Lazlo de inmediato, y antes de embarcarse, tuvieron varios días de luna de miel en un hotel de lujo; ella compró pasaje en el mismo navío, y subió a bordo con cien kilos de plata que aún le quedaban, y en pocos días ya dejaban atrás a la Tierra de Sol, llenos de promesas y compartiendo el amor que nunca se había extinguido del todo. El capitán dio orden de hibernar a todos los pasajeros, y por tanto, Rosa Angélica quedo en estasis hasta la llegada al sistema planetario de la Estrella HD 3794: planeta "A", Satélite N° 6.- Lazlo y Alamiro Decio quedaron de ayudantes generales, que significaba trabajar en lo que se les fuera indicando. Primero fueron labores de limpieza y de revisar que la carga del navío estuviera bien estibada, y luego a reparaciones varias, siempre ayudando solamente, pues los técnicos eran los que realmente hacían el trabajo. Esto duro un mes, y luego fueron hibernados por cuatro meses, y así fueron siendo despertados para trabajar e hibernados repetidamente hasta llegar al sistema de la estrella HD3794, en que prontamente bajaron la carga y luego les dieron permiso para descender. Como ambos deseaban una vida nueva en la superficie de un astro, dimitieron de sus labores y se integraron a la sociedad de ciudad Cornejo, la más grande concentración de población de ese mundo. Rosa Angélica, en el intertanto, había ya bajado y establecido por su cuenta, comprando una linda casa en la ciudad, y un terreno de mil hectáreas colindante con el mar. Fue allí que llegaron los dos ex tripulantes, y Lazlo pudo renovar su romance con la bella y rica mujer. Por su parte, Alamiro se transformó en el capataz de la hacienda, teniendo a su mando a veinte personas, con las cuales comenzó a desarrollar terreno para la siembra, dejando la mayor parte del terreno tal cual se había comprado, es decir, poblado de arboles, algunos muy altos y frondosos, que lastimosamente no servirían más que para ser aserrados, ya que no eran frutales. "Todo marcha muy bien! Y tu compañero es laborioso, no reclama si hay que quedarse más tiempo laborando."- Dijo Rosa Angélica, tras cenar en la casona. Allí tenían a tres sirvientas y dos ayudantes para lo que se necesitara hacer en el hogar. El dinero que ella había invertido en comprar ese lugar, se estaba recuperando rápidamente, gracias a la venta de cereales y verduras, que se producían tanto en el campo como en un invernadero usando la técnica de la hidropónica. Los frutos mejor vendidos - y de mayor precio- provenían desde allí. "Si, ha sido la Providencia la que me puso cerca de él. Por supuesto, no hay que comentarle lo bien que se porta, no vaya a ser que se vanaglorie y comience a fallar!"- Dijo Lazlo, sonriente. Un automóvil eléctrico se aproximo a la casa, viniendo desde el camino principal, el cual terminaba a los pies de la escalinata de entrada. Ella dijo: "Pablo, vaya a ver quién viene y nos avisa!"- "Inmediatamente, Señora."- Dijo el sirviente, y se apresuro a salir por la puerta delantera, adyacente al gran comedor en que cenaban Lazlo y Rosa Angélica. Del automóvil bajaron tres personas, dos hombres y una mujer, y uno de los hombres se dirigió al sirviente Pablo, preguntando: "Es esta la casa del Señor Lazlo??" "Así, es , caballero. A quien tengo el gusto de anunciar?"- Le pregunto Pablo. "Dígale que es su viejo amigo el capitán Pencrof."- Replicó ese hombre, sacudiéndose la chaqueta llena del polvo del camino, que por supuesto no era pavimentado aun. "Se llevará una sorpresa."- Dijo la mujer que venía con él, tomándole de la mano. "Así es, Bárbara! No tiene idea de que nos hallamos tan cerca de su regia hacienda. Debe estar con la Sra. Rosa Angélica, tal como te dije, o no tendría tanta suerte de vivir como potentado."- Dijo Pencrof, caminando lentamente hacia la escalinata. Dentro del comedor, Pablo llega raudo y dice: "Es un tal Señor Pencrof, quien dice ser vuestro amigo." "Ah, qué bien! Saldré a recibirlo. Vienes, Rosa Angélica?"- Dijo Lazlo, poniéndose de pie. "Claro que sí! Es una buena persona."- Accedió ella, limpiándose las comisuras de su boca con una servilleta de seda color celeste. Les recibieron con apretón de manos y leve abrazo, y luego Lazlo dijo: "Capitán, pase a servirse algo! Quizás sea hora de cenar para Uds.!" Pencrof había consumido algo de comida antes de llegar allí, por lo que denegó la oferta, diciendo: "Gracias, pero ya cenamos. Veo que sus inversiones han dado frutos; muy bella vuestra casa-" "Hemos tratado de que se vea acogedora y hogareña. Compramos este terreno a fin de producir alimentos y ganar dinero; vamos saliendo adelante. La inversión fue grande, quizás todo lo que teníamos, y ahora vamos ya llegando a ese monto inicial."- Dijo Lazlo, ya sentados a la mesa; una sirvienta trajo vasos de bebida, y eso si consumieron el capitán y su mujer, quien dijo:"Con Jaime (Lazlo) hemos abierto una Frutería, y nos ha ido bien; y hoy se nos ocurrió visitarles, ya que viajamos juntos por un tiempo. Eso sí, demoramos bastante en llegar acá, y veo que ya oscurece." Lazlo entendió que ella estaba diciendo que el regreso seria tortuoso para ellos, y dijo: "Tenemos piezas de alojados acá! Pueden quedarse y partir cuando Uds. deseen! Recuerden que son bienvenidos." Barbará comento: "Tenemos ese local comercial, y debemos regresar mañana a seguir con los negocios. Pero les agradecemos su hospitalidad por esta noche." "Me alegro! Creo que podremos ponernos al día con lo sucedido desde la última vez que nos vimos!"- Aviso Rosa Angélica, sonriéndole. "Me encantaría! Ah, creo que los hombres también tendrán temas que tratar"- Repuso Bárbara, sabedora de que los hombres, en compañía de ellas, no hablarían mucho. Lazlo rio, diciendo: "Tiene razón! Capitán, pasemos a la biblioteca! Allí podremos conversar mientras bebemos algo."- "Acepto la invitación."- Accedió Pencrof, dando un palmazo. Una vez sentados en cómodos sillones, Pencrof dijo: "Bien, aquí estamos reunidos tras tanto tiempo! Yo me traje a esta Simbionte, Bárbara. La mujer perfecta!" "Tal como en los anuncios, supongo!"- Dijo Lazlo, ofreciendo cigarrillos y encendiendo el suyo. Ya suponía que Pencrof llevaba tras de sí a una mujer demasiado calmada, como pensativa...y ese era una cualidad de las mujeres artificiales. "Exactamente! Todo bien! Me pregunto cuántos años más me sobrevivirá! Sabes? Verla siempre joven, mientras yo llegare a la ancianidad."- Dijo Pencrof, mirando hacia la ventana. Allí afuera ya reinaba la oscuridad de la noche. Se pregunto cuántos morirían en las fauces de algún carnicero. "Este mundo puede ser muy cruel, pero se ha logrado alejar a las bestias más peligrosas."- Opino Lazlo, recordando las numerosas batidas efectuadas durante su estadía en esas tierras. "Creo que así es colonizar. Yo, sentado a la puerta del local, atendiendo clientes! Y pensar que mi trabajo era llevar una espacionave de un mundo a otro, acarreando minerales y uno que otro pasajero! Creo que fue un buen cambio buscar la seguridad. "- Comento Pencrof, pero en su inquieto espíritu , ya empezaba a dudar de su repentina resolución de dejar todo atrás para vivir con la perfecta pareja... "Bien, creo que todos tenemos la oportunidad de cambiar de rubro, de ambiente, hasta de pareja. Eso, mientras no lleguemos a anciano. Una vez llegados a esa edad provecta, todo lo que se puede lograr es tener una muerte pacifica y con gente que le respete."- Dijo Lazlo, terminando su trago y agrego: "Bien, me voy a la cama. te indicare adonde podrás dormir esta noche." Para ello debió preguntarle al mayordomo Pablo quien fue el que guio a Pencrof. Al día siguiente, al amanecer, Pencrof subió a su automóvil junto a Bárbara, y guio el vehículo hasta la cercana ciudad, diciendo: "Buenos amigos hemos renovado hoy. Se han convertido en una pareja de granjeros." "Muy simpática su esposa, la Rosa Angélica. Me dio un par de vestidos, ya que tenemos la misma talla."- Aviso Bárbara, mirando hacia los bosques umbríos que crecían a ambos lados de la ruta. "Creo que les visitaremos a menudo! Me siento más acompañado con gente como ellos; nada de ambiciones ni miradas enigmáticas. Son un par de personas muy abiertas."- Comento Pencrof, pensando ya en el día de trabajo con que se iban a enfrentar. 5. "Amor, creo que deberíamos volver a comprar mercaderías! Ya se están agotando en la bodega."- Pidió la bella Bárbara, tras visitar tal lugar. "Está bien! Iré al muelle a ver que sale."- Acepto Pencrof, dejándola a ella a cargo del local., y usando la camioneta, se dirigió hacia los puestos de mariscos y pescados que se hallaban en las cercanías del muelle. Allí podría encontrar mercadería fresca y sin refrigerar, ya que esos vendedores recogían directamente la pesca artesanal y si no la vendían totalmente en el día, la enviaban a un distribuidor mayorista, que sabían cómo congelarla al punto de que no tendría daño en varios días. Dejo la camioneta a dos cuadras del lugar y camino por sobre el pavimento mojado, que casi siempre se hallaba así ya que los locatarios regaban los pescados y mariscos cada cierto rato, para espantar a las moscas que no cesaban de llegar. "Hola, doña Ingrid! Como están los pescados hoy día?"- Pregunto a la primera locataria de la fila de tenderetes que llegaban casi hasta el muelle. "Frescos, pues, casero! Viene a comprar hoy día?"- Le pregunto la señora, mas por responder al saludo que a otra cosa. "Por supuesto! Ah, veo que tiene camarones y merluza! También algo de anchovetas!"- Dijo Pencrof, oliendo el fuerte olor a pescado y agua de mar. "Así es! Llegaron muy cargados los botes, pero le entregaron mucho a la compañía congeladora! Yo alcance a comprar algo, como ve, tengo merluza, anchoveta, cojinova y algo de mariscos! Sabe que los boteros no traen mucho marisco, pero que se le va a hacer."- Dijo doña Ingrid, encogiéndose de hombros. Tras esos saludos y comentarios, Pencrof le compro casi todo lo que tenía en sus mesones, y con un ayudante ocasional, llevo los sacos a la camioneta y regreso a su local, en donde Bárbara eligió que guardar en la nevera y que dejar expuesto al público, que ya llegaba a elegir. Pencrof era quien limpiaba los pescados, cortando cola y cabeza, sacando el vientre y dejando trozada las presas; habían algunos que preferían llevarse la cabeza para hacer sopa. Estos eran algunos comerciantes que tenían locales de comida, y aprovechaban la cabeza para hacer caldo y darle más consistencia al plato. A media tarde llegaron dos jóvenes a venderles algunos pescados que ellos mismos cogieran en el mar, y tras regatear el precio, Pencrof les pago lo que pedían. Bárbara dijo: "Son conocidos, ya que a veces vienen a vender lo que pescan. Pobres muchachos! Creo que ya dejaron de estudiar y su futuro va a depender de la suerte." "Ah, por supuesto! No todos pueden ser profesionales! Hay mucha gente que se dedica a lo que menos habían pensado! Y el mar es buen proveedor, de eso no hay dudas!"- Respondió Pencrof, sonriente, y llevo esos pescados a la nevera, tras lavarles de la sal. Días después volvió a ir a comprar a esos puestos, y vio a un pescador conversando con dos personas, diciendo: "Me faltan marineros valientes para salir mañana a pescar! Y no sé qué hacer, debo pagar la mensualidad del motor nuevo, y sin pesca no hay dinero!" "Es que nosotros no estamos saliendo, don Félix! Dicen que a8nda uno grande, que vuelca los botes! y tenemos familia que mantener."- Respondió uno de esos hombres. "Ah, vayan a casa entonces!"--Dijo Don Félix, y camino a grandes pasos hacia el pueblo. Pencrof le alcanzó, diciendo: "Hey, amigo! Qué hay de eso de que hay un pez grande que vuelca botes?" "Patrañas de vieja chismosa!"- Dijo Félix, y siguió su camino. Pencrof dijo: "Yo podría acompañarle." Félix le miro, burlonamente, y dijo: "Y que, es Ud. un pescador, acaso?" "No, pero me gustaría acompañarle. No tiene que pagarme, sabe? Tengo un local de pescados en la avenida principal, y quizás le compre algo de lo que Ud. pesque."- Aviso Pencrof. Don Félix, hombre curtido y de más de cincuenta años, le miro nuevamente y dijo: "Yo pago a quienes me ayudan, y como le veo muy interesado, le daré la oportunidad de probar si es útil para el trabajo. Acompáñeme."- Y tras varias cuadras, entraron en un local de comidas, en donde Don Félix converso con varios parroquianos, obteniendo solo una persona para su emprendimiento. "Ya, nos vamos a ver la lancha! Saldremos apenas halla pleamar, por eso de los escollos frente a la bahía."- Aviso el marinero, y caminaron casi en silencio hasta llegar al muelle, en donde flotaba, varios metros más abajo de la plataforma, varias lanchas de más de veinte metros; Don Félix subió a la más sucia y vieja de todas las lanchas, y Pencrof vio el nombre de ella en un desteñido tablón de proa: "Dulcinea". Sonrió, pues sabía a qué se refería tal nombre, y observo que la cabina podía contener a más de seis personas sin entorpecerse. Al timón había un viejo de por lo menos ochenta y seis años, con una barba digna de Moisés en el monte Sinaí. "Les presento al piloto, Jerricote Urtubia, el azote de las merluzas!"- Dijo Don Félix, en tono festivo. "Y capitán de los tifones!"- Agrego aquel hombre, mostrando una pésima dentadura. Don Félix presento a dos otros marineros, todos ya entrados en años, y Lazlo se dijo que con ellos difícilmente podía Félix llevar a cabo labores duras. Se le indico que limpiara parte de la amura de babor, y a otros les tocaron parecidas labores, que se ejecutaron sin dilación. El bote hedía a pescado, a pesar de que no había ninguno a bordo, y era que la madera ya se había impregnado con ese olor en sus muchos años de lo mismo: pescar sin descanso. Al anochecer tosió el viejo motor, echando penachos de humo negro, que hacia caer hollín por todos lados; otras lanchas se hacían a la mar, todas portando luces de navegación, a tenor de no chocar unas con otras. A veces llegaban saludos a grandes voces, y eran marineros que ya conocían al navío de don Félix, y le daban ánimos para seguir adelante. Pencrof vio que el mar parecía ser hecho de aceite negro, con toques de brillos metálicos; el azul que era la tónica en los días asoleaos, ahora era un mar de negrura aceitosa. El capitán miraba la brújula, y el piloto timonel gruñía obscenidades para mantener a los supuestos demonios del mar alejados de la lancha. Esa era una de las supersticiones de esos pescadores, que la cumplían a rajatabla, y eso se notaba pues de vez en cuando se escuchaban similares expresiones de algunas lanchas que viajaban cerca. A las tres de la mañana se detuvo el rítmico sonido del motor, y siguió un silencio ominoso. Don Félix hizo lanzara las redes a sus paniaguados, y cual telarañas, se hundieron bajo la superficie, en busca de peces distraídos. Las olas daban contra la quilla de la lancha con un sonido a azotes; Lazlo veía reflejos de luz en la cúspide de las olas, que avanzaban hacia la costa en ovina sucesión. Pencrof espero a la siguiente orden, que llego a la media hora: "Suban las redes!"- Pidió don Félix, y usando cabrestante y brazos, la red salió del mar con muchos peces, que fueron dejados sobre cubierta; allí eran tomados y arrojados por la abertura que daba a una caja que les esperaba debajo; los peces saltaban y trataban de regresar al mar, pero ninguno lo logro. La red volvió a bajar, y así sucesivamente hasta el alba. "A descansar! Esperemos que suba la marea, y entonces entraremos al puerto!"- Dijo Don Félix, desde la cabina. Como en la lancha no había camarotes ni nada parecido, la gente debió buscar cualquier lugar medianamente seco para estirar el cuerpo y tratar de dormitar, pues de dormir no era muy fácil, debido al cabeceo de la lancha, el ruido del mar y la llovizna que ya caía con calidad de lluvia. Pencrof pensó en Bárbara, que le debía estar esperando con ansias, ya que no le había dicho nada de su aventura marítima, pero esperaba que se lo hubiera tomado con calma. Tras una eternidad (cosa que le pareció a Pencrof) , el lanchón paso los bajíos estando ya en marea alta, y entraron los primeros y atracaron en el muelle. Allí muchos esperaban para comprar la marítima cosecha, y Don Félix regateo y termino vendiendo toda la carga a un opulento comprador, quizás dueño de alguna súper tienda. Tras ayudar en el descargue , Pencrof fue en fila a cobrar lo que Don Félix estimara valía su trabajo. Para su sorpresa, le dieron mil Ronios, y diez grandes pescados, que venían atados convenientemente. "Lo hiciste bien, hombre! Tienes trabajo conmigo, si quieres."- Dijo Don Félix, tosiendo, ya que el aire matutino era bastante frio. "Convenido! Cuando me necesitara de nuevo?"- Pregunto Pencrof, sonriente. "Vente a la noche, y saldremos de nuevo a ver que nos depara el mar! Ya sabes, buen dinero y quizás te de más del pescado, a fin de que lo puedas vender en tu tienda!"- Dijo Don Félix, demostrando que no se había olvidado de la conversación previa con Pencrof. Este tomo los pescados, y subiéndolos al automóvil, llego a la tienda, en donde Bárbara ya tenía abierto el puesto. "Oh, querido, tanto que te espere anoche! Que te paso?"- Le pregunto la mujer. "Fui a la mar, a pescar en un lanchón! Me pagaron mil Ronios, y obtuve estos lindos pescados!"- Dijo él, mostrando los lustrosos y bellos ejemplares. "Ah, toninas! Muy bien! Pero debes estar cansado, amor! Váyase a casa y descanse! Yo me quedare aquí."- Aviso Bárbara, besándole. "Me comprometí a ir de nuevo a la noche a pescar con Don Félix! Con el dinero que me da, mas los pescados, creo que estaremos en mejor pie económico. Qué me dices tú?"- Dijo Pencrof. Ella le miro fijamente, mientras pensaba en el asunto, y termino diciendo: "La verdad es que no es necesario arriesgarse mucho, amor! Ya estamos en un pie económico suficientemente bueno como para no pensar en muchos sacrificios! Pero si quieres, hazlo! Yo te esperare con gusto." Y era que su cerebro ya había analizado la situación mental de Pencrof, y había llegado a la conclusión de que el hombre anhelaba la aventura, fuera grande o pequeño el peligro, y no sacaba nada con oponerse, pues solo lograría que Pencrof terminara haciendo su voluntad de todas maneras, fuera ahora o en el futuro. Pencrof llego a su domicilio a darse un baño y tirar la ropa mal oliente en la lavadora, luego se fue a dormir hasta media tarde. Fue entonces que Bárbara llego a darle de comer, y le sirvió del mismo pescado que él trajera, mas una ensalada apetitosa. "Ah, qué bien sabe! Buen aroma, y pocas espinas!"- Comento Pencrof, sirviéndose algo de vino tinto. "Cerré el local por dos horas! Volveré al trabajo, y si quieres, me acompañas o descansas algo mas."- Ofreció Bárbara. "Ah, querida! Ya descanse lo suficiente! Iremos a laborar los dos!"- Dijo Pencrof, masticando aquel trozo de pescado frito. 10. Fue así como Pencrof volvió a navegar, esta vez no en las oscuras mareas del espacio profundo, sino que en el azul del mar. La pesca siempre existía, ya que la explotación de los peces recién comenzaba, y había todo un océano por explorar. Esto hizo que vendiera el puesto de verduras y frutas, y se asociara con un dueño de barco pesquero, Ferdinando Sukori, con el cual, y otros ayudantes, se embarcaba en viajes que duraban días, volviendo al muelle con cientos de kilos de los mas diferentes especies marinas. El capitán Félix termino enfermando de los pulmones, de tantas madrugadas en la humedad marina, que luego de salir del hospital, vendió la mitad que le quedaba del lanchón a Pencrof, quien hizo reparar los motores con piezas nuevas, y continuo con las labores de pesca. Bárbara le acompaña cuando el tiempo esta bueno, ya que Pencrof teme que la humedad dañe sus sistemas. "Te quedas en casa, y me esperas! Siempre serán uno o dos días, nada más!"- Le repetía Pencrof cada vez que salía al muelle. "No te preocupes de mi! No iré a ninguna parte!"- Reía ella, divertida de que se preocupara tanto por ella. En la lancha hay otros marineros que les acompañan, algunos viejos del tiempo de don Félix, y otros recién contratados. En general eran solo ocho hombres decididos a ganarse la vida en el mar. El maquinista, Hugo Cepeda, mantenía la estrecha sala de maquinas limpia como un espejo, y no permitía visitas de ninguna especie, era cual un sacerdote egipcio cuidando el templo de Ra. Por dos meses la rutina se apodero de Pencrof, y salía de madrugada para pescar, volviendo a media tarde con su carga de pescados, que parte vendía de inmediato en la dársena, y los mejores ejemplares los llevaba a su local, en que la fiel Bárbara le recibía con besos, siempre alerta y optimista. Una mañana lluviosa salió con su impermeable hacia el muelle, y en el camino subió al vehículo a dos de sus tripulantes, el viejo maquinista Hugo Cepeda, y a Luis Smith, uno de los arponeros. "Condenada lluvia! Pero buena, ya que hará nadar a los peces más cerca de la superficie!"- Acoto Hugo Cepeda, mirando hacia afuera del vehículo. "Ah, por supuesto! Y así nos mojaremos el doble!"- Reclamo Luis Smith, quien tenía por costumbre ver el lado sombrío de las cosas. Llegaron al muelle, y la vista del oscuro bote pesquero apenas se veía en la espesa niebla. Cerca de la pasarela de subida estaban ya el contramaestre Jules Vermil, Dwight Peñaloza, Rudolfo Hacen e Igor Simio, el pelado y gigantesco ruso blanco. "Hola, hola! Listos para otra jornada en el mar! Ah, el aire es envigorizaste!"- Exclamo Pencrof al estar cerca de ellos, para infundirles entusiasmo. "Todo en regla!"- Dijo el contramaestre Jules Vermil, tosiendo. Subieron, pisando fuerte en la rampla, y ya arriba, dos de ellos la retiraron y dejaron a un lado de la amura. Se fueron a tomar café a la cocina, en donde también llego Pencrof, quien no hacia distingos de ninguna clase, pero se imponía por su carácter serio. Encendidos los motores, salieron a la mar a las 01 horas, y se adentraron en línea oblicua (hacia el norte) por cerca de dos horas, lanzando redes luego de detener la embarcación. "No se ve nada! Espero que los peces sepan entrar en la red!"- Opinó Smith, dejando de tirar de la red. "Vendrán! Hay que ser optimista!"- Le conminó Rufolf Hesen, encendiendo su apestosa pipa, que rellenaba con tabaco natural y mezclas de yerbas que a él se le antojaban aromáticas. "Si sigues fumando, lograras tener cáncer!"- Le respondió Smith, alejándose bajo la risa que le propinó Rudolf Hesen. Pencrof ato el timón a la barra, y salió de la cabina, mirando en rededor. Las olas apenas eran visibles fuera del ámbito de luz que proporcionaban dos fanales situados sobre dos postes, uno a babor y otro a estribor, para atraer a los peces. Ráfagas de neblina empañaban la vista y todo parecía tener carácter de un sueño surrealista. Una hora después, y usando cabrestantes, subieron la red, que venía con muchos peces diferentes. Entre ellos, merluza y congrio. Se apresuraron en lanzar aquello a la bodega, para lo cual se abrieron los portalones. Algunos peces se escapaban de la red, y había que lanzarlos a mano hacia la oquedad en que iban a viajar a ser trozados y comidos. A la segunda vez que lanzaron la red al agua, apareció un Mosasaurio, arrancando la red de cuajo y yéndose a las profundidades. El tirón que dio hizo entrar agua al bote, pero con la bomba extractora se logro drenarla. "Esta vez sí que nos salvamos! El Mosasaurio prefirió la red antes que a nosotros!"- Dijo Pencrof, viendo como se alejaba el Mosasaurio del lugar del ataque. "Miren!"- Grito Jules Vermil, señalando algo a babor. Pencrof diviso una serie de blanquecinos brazos, de más de 20 metros de largo cada uno, y luego una cabeza que subía y bajaba de la superficie de las grandes olas. "Un calamar gigante! Y parece que se dirige hacia nosotros!"- Dijo Dwight Peñaloza, muy excitado. Pero el animal giro y se aferro a la proa de la lancha, escorándola.. Todo objeto suelto se fue hacia babor y adelante. Algunos toneles hirieron a dos tripulantes que gritaron de dolor. Pencrof , en la cabina, veía como el timón ya no obedecía sus esfuerzos por virar, pues casi toda la popa estaba en el aire, y la hélice zumbaba, a veces tocando el agua y levantando así gran cantidad de espuma al aire. Cogió su rifle y como pudo comenzó a disparar contra el gigantesco Calamar. Vio caer al mar a dos marineros , aunque más le pareció que estaban saltando por su cuenta. HASTA AQUI ESTA GRABADO EN VOZ. El calamar atrapó a los desdichados, soltando al bote, y así pudo Pencrof arrancar lejos del animal. "Capitán! Se comió a Rudolfo y a Dwight Peñaloza! Qué va a hacer?"-Preguntó Jules Vermil, el contramaestre. "Creo que ya es tarde para rescatarles! Deben estar siendo trozados y comidos por ese calamar gigante! No hay caso! Salgamos de aquí!"- Expresó Pencrof, pidiendo toda potencia de motores al maquinista Hugo Cepeda. Dos horas más tarde llegaban al muelle, y descargaron como de costumbre, y Pencrof envió a Luis Smith y Jules Vermil a dejar la pesca elegida como mejor a su local, en que se hallaba la bella Bárbara. Tras aquello, se dirigió a la comandancia del puerto, y dio pormenor de lo sucedido. El oficial anoto todo lo que le dijeron, y luego dijo: "Habrá que dar parte a la policía marítima! Sabe Ud. las coordenadas en que se hallaban?" Pencrof dio por ciertas algunas cifras que a él le parecieron pertinentes, aunque de seguridad no tenía ninguna. La policía le interrogo por media hora, y también a sus tripulantes, los cuales corroboraron la historia, ya que no había otra versión que dar más que la real. Tras aquello, Pencrof visitó a los familiares de los fallecidos, y quedó en darles algo de dinero en compensación. Esto se lo tomaron mal esos familiares, pero ya se sabía que en estos casos fortuitos, nadie podía darse por culpable. Al llegar a su casa, Bárbara dijo. "Ah, qué tragedia más grande, amor! Espero que no te haya sucedido nada a ti!" "Nada más que el susto! Creo que dejaré de ir al mar por algunos días, y habrá que entregar dinero a los familiares de los fallecidos! Algunos quieren ver culpable, pero en estos casos nadie lo es!"- Afirmó Pencrof, tomando su botella de whisky y bebiendo a largos tragos, pues no quería sufrir problemas nerviosos si es que no calmaba sus pensamientos con alcohol. Bárbara mantuvo la conversación, usando el conocimiento psicológico que tenía en su memoria, a fin de ir aliviando la carga emocional del hombre. Este terminó por irse a dormir, y Bárbara lavó su ropa, la tendió a secar, y se recostó a su lado, desnuda, para darle calor. Al día siguiente visitó la lancha, y vio que el único presente era Hugo Cepeda, quien estaba aceitando el motor. "Buenos días! Veo que sigue laborando. Hoy no saldremos."- Dijo Pencrof, con voz átona. "Claro que no! Tenemos que asistir al entierro figurado! Ya vinieron algunos parientes de Rudolfo y de Dwight Peñaloza! Quieren ir al anochecer. "- Dijo Cepeda. "Están locos? Tendríamos que regresar en la mañana! Toda la noche perdida!"- Se imaginó Pencrof, sentándose en un taburete. "Y qué desea hacer, si no? Ellos están dolidos, esperan recompensa económica, y además este gesto simbólico! Si Ud. se rehúsa, pobre de Ud.! Ya no habrá quien quiera laborar en su bote!"- Dijo Hugo Cepeda. "Está bien, iremos! Pero, no será peligroso? Estar en las mismas aguas en que hay probabilidades de que esos dos monstruos marinos estén aun deambulando y llenos de hambre?"- Interrogó Pencrof, pasándose la mano por la cabellera. "Y quien le obliga a Ud. a ir adonde mismo? Yo no hablaré si Ud. no habla! Y tampoco sus tripulantes! Todos estamos asustados, y de seguro respirarán más tranquilos si saben que no irán al mismo lugar."- Avisó Hugo Cepeda. "Ah, eso está mejor! Me entra el alma al cuerpo."- Dijo Pencrof, pasando al siguiente problema en su cabeza: la compensación económica por el deceso de aquellos dos infortunados. Seguro querrían millones de rones, y eso significaría al menos dos meses de trabajo para sólo pagar el coste. A mediodía volvió al puesto de pescados, y dijo a Bárbara: "Los familiares de los fallecidos quieren ir a tirar flores al lugar en que murieron los dos tripulantes. Qué me dices tú?" "Que es lo usual en estos casos! Seguro que quieres ir? Podría decir que te enfermaste, e iría yo. "- Insinuó ella. "Tu, de noche y en un barquichuelo como el que tenemos? No! Iré yo, y por supuesto, te estoy avisando para que no te preocupes."- Comentó Pencrof. "Quieres que me quede en casa y no vaya contigo? Esta vez no irás a pescar, sino que a cumplir con una convención social! Creo que te ayudará a que yo esté contigo. Te prepararé el café como a ti te gusta."- Dijo ella, abrazándole. Este contacto físico le llenó de energía, algo erótica eso sí, y sonrió por primera vez desde que viera a esos dos hombres caer al mar... "Está bien, iremos! Pero deberás usar ropa gruesa! No quiero que te enfermes."- Comentó Pencrof, pensando en los finos mecanismos que hacían que Bárbara "viviera". "Está bien! Y me quedaré en la cabina."- Dijo ella, por darle en el gusto. Poco después Bárbara se fue al local, a seguir atendiéndolo, mientras que Pencrof se quedó en casa, debido a que , por recomendación de ella, no fuera a laborar, pues si lo veían allí, les incomodaría que estuviera trabajando como si nada hubiera pasado. Antes del anochecer, ella volvió a casa, preparó un bolso con algo de comida y de bebida para todos, y llegaron al bote con rostros serios. Los familiares de los dos fallecidos eran siete: de Rudolfo estaban allí su esposa, su hermano y un tío, también pescador. De parte de Dwight Peñaloza estaban su mujer, su amante, y dos hermanos . Saludaron de malas ganas a Pencrof, quien les dijo: "Gracias por venir. Veo que han traído flores, para homenajear a sus seres queridos. Pasemos, entonces, a cubierta." Le siguieron, y Hugo Cepeda ya calentaba motores. Pencrof les hizo pasar a la cabina, y bajó a conversar con Cepeda. "Vamos a salir cuando la marea esté lo suficientemente alta. A media marcha, pues parecerá que vamos lejos. Yo avisaré cuándo detenerse." "A la orden, señor. Va a ser una larga noche."-- Comentó el mecánico

Saturday, December 14, 2024

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