Sunday, April 06, 2025

PIRATAS 17. PARTE 12

Y luego los comensales conversaban, reían y miraban con cariño al rey, quien se servía de las viandas con fruición. A Pencrof y Dafia algunos sonreían, y también decían algunas educadas frases, para hacerles sentir que eran del grupo, que si bien no eran nobles ni cortesanos, su situación de visitantes especiales les daba pasajera consideración. El hermano del rey, Gran Duque Corneliaga, en concomitancia con el Tesorero Real Shuapin, retiro algunos dineros de la Corona para construirse un mejor palacio en la esquina oriental de la ciudad. A medio camino de ese trabajo, el Chambelán estudio el caso y se lo comunico al rey, quien se enojo con su hermano, le llama y le enrostra su falta de confianza. " Yo te habría dado ese dinero y más! A que sacarlo a escondidas como un vulgar ladrón?" "No os quise molestar con tan pequeña petición, hermano! Considere una suma menor, que sin embargo pudiera solventar los trabajos, ya que mi deseo es vivir en un palacio hermoso y dar a mis invitados lugares en que quedarse, si así sea necesario. Me has llamado vulgar ladrón, y si bien las circunstancias te dan la razón, mi lugar en el reino y mi linaje me impide pasar por alto tu ofensa." "Decid lo que queráis! Habéis perdido mi confianza, ya no podréis seguir pidiendo dinero de la Tesorería real! Lo prohíbo terminantemente!"- Dijo el rey Shuapin, con enojo. Este capítulo de sus vidas enemisto a los hermanos, a tal punto que Corneliaga se fue del reino, dejando toda riqueza, y ni el Chambelán supo de su huida ni posterior destino. Esto hizo enfermar al rey Juodnem de remordimientos. " Ay que daría yo por no haberle dicho tales palabras a mi querido hermano! Si bien tenía yo razón en pedirle cuentas, me deje llevar por la ira, le ofendí y me arrepiento!"- Y esas fueron sus últimas palabras en una cena, pues luego cayó en depresión, no salía de sus aposentos, y a los 20 días feneció. Gran alboroto, pues si no era hallado el hermano del rey, heredarían sus hijas Silaria y Dudinaba, ambas casadas con nobles a cuál de ellos más ambicioso y cruel, y nadie quería tal cosa. El Chambelán llamo al general de las tropas a su despacho y le dijo: "General Hunertogo, es de todo punto importante y necesario ir y hallar al heredero del trono, el noble Gran Duque Corneliaga, ya que es el siguiente en el linaje real! Enviad a por él, o ir vos mismo! Este vacío de poder puede ser nefasto para la Corona. Si bien existen dos personas de linaje real dispuestas a coronarse, las princesas Silaria Y Dudinaba, no podemos dejar que así sea, no hasta agotar los recursos necesarios para hallar al Gran Duque." El general Hunertogo, de porte marcial aunque corto de estatura, se ajusto su cinturón en un movimiento instintivo, y dijo con voz llena: "Mi deber al reino es inquebrantable, noble Chambelán! Nuestros puestos así lo exigen! Iré en persona, usare los medios necesarios, y revisare la comarca hasta el último rincón! Perded cuidado, que le hallaremos!" "No esperaba menos de vos, General Hunertogo. Id y haced lo consiguiente." Después de una semana sin resultados, el Chambelán envió a varios mensajeros de palacio a recorrer la comarca, y en lo posible hallar al fugitivo. Tras dos meses de no ser hallado, el Chambelán recurrió a Pencrof, diciéndole: "Noble visitante, me obligo a pediros que os unáis a la búsqueda del hermano del rey, el gran duque Corneliaga, o de lo contrario sus majestades Silaria y Dudinaba serán las que reinen, y desde ya avizoro grandes cambios en el reino, discusiones y trastornos que no quisiera ni ahondar en decir." "Iré adonde vos queráis, noble Chambelán! Hasta el fin del mundo, si es necesario!"- Accedió Pencrof, quien la vida fácil y la buena comida ya tenían gordo y perezoso. "Pedid corcel y ayudantes, tenéis mi aquiescencia! Si vuestra mujer prefiere no ir, así sea, y conservará vuestro puesto y lugar, vuestra habitación será respetada."-Decidió el Chambelán. Pencrof se dirigió a su mujer, diciéndole: "El Chambelán me pidió ir en busca del príncipe fugitivo, tal como ha hecho con más de una docena de cortesanos. No pude rehusarme, ni mi conciencia lo hubiera permitido, tras haber estado aquí de balde y bien atendido. Pero tú puedes quedarte, lo dijo el Chambelán, puedes seguir con la vida que hemos tenido hasta hoy. No sufrirás peligro alguno." Dafia se abrazo a él, diciendo: "Como puedes pensar que puedo seguir aquí sin ti? El motivo de haber estado en el palacio has sido tú, y aunque fuera en la jungla llena de bestias feroces, seguiré contigo." "Entonces, hay que prepararse. Puedo llevar bastimentos y algunos hombres conmigo. Quizás sería bueno pensar hacia adonde dirigir nuestros pasos."- Aviso Pencrof, y ese día se dedicaron a indagar que hacia adonde habían partido los mensajeros, a fin de no repetir sendas revisadas anteriormente. "Han partido hacia los cuatro puntos cardinales! Así lo aseguran los cortesanos y aun los pajes! Es decir, si no lo han hallado aun, es porque se fue muy lejos."- Concluyó diciendo Pencrof, tras hablar con Dafia sobre el asunto. Al día siguiente concurrió a los cuarteles del Ejército, y converso con el subalterno del general Hunertogo, ya que éste se hallaba ausente en la búsqueda del Gran Duque Corneliaga. "Buen día, señor oficial. Vengo de parte del Chambelán Dioerusus Magnesus a pediros algunos hombres, a fin de comenzar a buscar al heredero del trono, el Gran Duque Corneliaga. Además, algo de bastimentos para quince días al menos, cabalgaduras y lo mas imprescindible para tal empresa." El coronel Mariodur , que tal era su nombre, parpadeo sorprendido, y dijo: "No se me ha comunicado nada al respecto, Señor. Además, no me estáis diciendo quien sois vos en el reino." "Mi nombre es Pencrof, soy un invitado especial, que ha recibido del fenecido rey varias granjerías en el palacio, pero que hoy quisiera devolver la mano, ayudando en la empresa . No puedo negarme a tal cosa, me lo han pedido."- Aviso Pencrof, mirando de hito en hito al oficial, que permanecía sentado tras un escritorio de pesadas patas. "Ah, recuerdo! El visitante que viaja por el aire! Si. Bien, deberé confirmar sus dichos, no lo tome a mal. No puedo entregar nada sin antes asegurarme. Volved mañana."- Dijo el coronel Mariodur. "Mañana volveré, y vera que lo dicho es cierto."- Aseguro Pencrof, retirándose. Ya en el palacio, contó a su mujer Dafia de la entrevista con ese militar, quien dijo: "Ah, la burocracia! Pero no te preocupes, te darán lo que pidas!"- Y le abrazó muy cariñosamente. Al quedarse dormido, Pencrof dedico un último repaso a lo sucedido en ese día, y dudo de la lealtad del coronel Mariodur, ya que su mirada era escurridiza y sus manos no dejaban de tiritar. Si algo ocultaba, no le ayudaría. Pero, al llegar a los cuarteles, el coronel le tenía una sorpresa: tres mulas cargadas con bastimentos, y ocho soldados, muy jóvenes, y con rostros imberbes aun. "Insigne visitante especial Pencrof! Aquí están sus mulas y su gente! Cuidad de volver con mis soldados intactos, y buena suerte!"- Dijo el militar, cuadrándose. "Os agradezco la premura que tuvo en auxiliarme! Confió en volver con buenas noticias. Adiós."- Dijo Pencrof, sin muchos deseos de agradecer, debido a la desconfianza primera de aquel oficial. Salió d allí con las mulas y los soldados, y ya le esperaba en una esquina la bella Dafia, quien ya tenía tres corceles y dos ayudantes dispuestos, pues había conversado con el Chambelán, sobre la ausencia de personal civil y la inexistencia de cabalgaduras; el buen funcionario había proveído con premura. Tras besar a la dama, Pencrof guio al grupo fuera de la ciudad, y en el camino giro su vista hacia las almenadas torres, y pensó en que una nube de tristeza había caído para siempre sobre el otrora alegre reino del monarca Juodnem. Desecho ese pensamiento negativo, y sonrió a Dafia, quien había estado observándole atentamente, quizás adivinando sus pensamientos, cual hacen algunas mujeres sensitivas e inteligentes. Cabalgaron dejando atrás el territorio de los altos cerros, y se adentraron en la llanura. Vieron algunos Parecefalosaurio, algunos Minmi y Velociraptores, a los cuales evitaron dando rodeos. Por la noche, los soldados armaron tiendas para Pencrof y para ellos mismos. Una fogata de fuego vivo les alegro el momento de la comida, que fue exquisita, ya que comieron de lo entregado por el Chambelán directamente desde la cocina de la Torre Mayor. "Ah, recuerdo las cenas con el rey Juodnem! Qué tiempos aquellos! Han pasado pocas semanas, pero ya parece haberse fundido con antiguos recuerdos de noches doradas y patos asados!"- Comento Pencrof a su mujer, quien sonrió, diciendo: "Y aquellas frutas confitadas, los dulces acaramelados, los nevados postres! Quizás ya nunca asistiremos a tales cenas."- "Todo depende de si se halla al nuevo Rey! De no ser así, no seremos ni invitados de honor , ni especiales! No somos de la corte, aunque supongo que el Chambelán podrá ayudarnos en algo, pero recuerdo que fue quien acuso al Gran Duque de su audacia con respecto a los tesoros reales! De volver Corneliaga, dudo de que el puesto de Chambelán continúe siendo ocupado por el actual funcionario."- Aviso Pencrof, mordiendo un trozo de carne asada y recalentada al fuego. Los soldados murmuraban entre ellos, por respeto, y pronto quedaron tres de ellos de guardia, y uno resguardando los corceles, debidamente amarrados a unos árboles cercanos. "Me siento vulnerable acá en el bosque! Recuerdo tanto episodio lamentable, estando aquí de nuevo!"- Susurró ella, cuando ya estaban acostados dentro de la tienda. "Ah, ya te acostumbraras! El problema es hallar al Gran Duque! Hallándolo, volveríamos pronto a la ciudad, y recibiríamos todos los honores!"- Dijo Pencrof, sintiéndose optimista. "Crees tú? Cuando nadie lo ha hallado aun? Y son cientos!"- Dijo Dafia, agregando: "Y si volvemos algún día, nos hallaremos con esas dos princesas gobernando! Recuerdo que ni nos miraban."- Pencrof no quiso echar a perder su sentimiento de optimismo, y no dijo más por esa noche. Al amanecer, empacaron las tiendas y continuaron la marcha; a mediodía hallaron árboles frutales, y saciaron su sed y hambre con ellas. Mientras en eso estaban, dos Velociraptores aparecieron a toda carrera, y graznaban al grupo sin alejarse. Los corceles se encabritaban, y por ende, los guerreros les lanzaron flechas que, dando en el blanco, les hicieron retirarse, no sin cierta reticencia. "Pobres animales! Esas flechas les darán dolor por varios días."- Dijo Dafia, afianzándose en su silla. "Ah, pero pequeña mía! No te preocupes por esos carroñeros! Si pudieran acercarse a nosotros, nos darían muerte de seguro!"- Replico Pencrof, pensando en por qué las mujeres se apiadan de seres que fácilmente podrían dañarlas gravemente. A media tarde, ya llevaban 30 kilómetros avanzados desde la salida de la ciudad del rey Juodnem, y aun estaban lejos del rio. Vieron a dos Carnosauros luchando , y se alejaron al trote; uno de los soldados dijo: "Ah, esos dos pelean por el territorio! Menos mal, así nos dejaron pasar!" Pencrof pensó que quizás el ganador les seguiría, mas adelante; esos animales tenían un olfato exquisito, y sabían leer las huellas en el suelo como el mejor de los sabuesos...y le corrió un escalofrió por la espalda. Al anochecer eligieron un lugar poblado de rocas, que ofrecía algo de protección contra animales depredadores, y en dos sitios encendieron fogatas, para lo cual debieron reunir gran cantidad de ramas de árboles secos, ya que pensaban en dejar arder la leña por toda la noche. "Ah, es bueno este calor que arrojan las llamas! Y también nos libra de los insectos picadores!"- Dijo Dafia, tomando la mano de Pencrof. "Así es, querida! Pienso que hay agua cerca, pues los insectos picadores buscan poner sus huevos en el agua! Quizás ya estemos cerca del rio."- Opino Pencrof. "No escucho ruido de aguas! Pero quizás tengas razón."- Comento Dafia, pensando en que podría haber alguna charca de aguas podridas en los alrededores, ya que sentía claramente un olor a fango descompuesto. Y tenía razón: a doscientos metros desde donde se hallaban, había una alberca de aguas cenagosas, y los insectos hacían su abril en ese lugar. Los habían de varias clases, y todas picaban a los mamíferos que se atrevían a pasar cerca. "Creo que seguiremos hacia el río, haré que construyan una balsa, y seguiremos rio abajo. Lo extraño es que no nos hemos topado con ningún grupo de exploradores!"- Acotó Pencrof. Dafia le abrazo , diciendo: "Quizás acampen por otros lugares, esperando que pase el tiempo y volver a la ciudad con malas noticias! No creo que quieran arriesgar muchos días buscando a alguien que nadie sabe para adonde se fue."- Pencrof se dijo que eso era pensar en forma negativa, y se quedó dormido. Al amanecer escucharon ruido de trompeta, y creyendo que era alguna comitiva del reino Juodnem, se apresuraron en vestirse y salir a la carrera fuera de la tienda. "Quiénes vienen?"-Preguntó a los dos guardias cercanos. "Ah, es Elidió, quien toca la trompeta esta vez! Dijo que quizás podría alertar al Gran Duque Corneliaga con ese sonido! Espero no os habéis molestado!"- Afirmo ese guardia. "Ah, claro que no! Es solo que pensé que venían algunos soldados del reino! pero que siga tocando! Peor es seguir como mudos! Capaz que pasemos cerca del Duque y no lo sepamos."- Comentó Pencrof, yéndose a lavar el rostro en un arroyo pequeño. Dafia se le acerco con el mismo motivo, diciendo: "Ah, que pesados! Creí que era alguien de importancia!" "Nadie. Pero ese ruido puede alertar al Duque, si es que anda por aquí."- Afirmo Pencrof, mirándola lavarse en el arroyo. El cuerpo de Dafia era realmente hermoso y daba mucho placer , sobre todo si era hombre el que miraba. Volvieron al campamento, en que ya las tiendas terminaban de ser empacadas; el soldado que hacía de cocinero les paso dos tazas con infusión caliente, y algunas galletas, diciendo: "Señor, tendremos que cazar antes de la cena, o no la habrá." "Correcto, traten de hacerlo! Nuestra misión depende de vuestra buena salud."- Acoto Pencrof. "Y las vuestras!"- Respondió el hombre, alejándose un tanto; Dafia bebió con cuidado, ya que el liquido quemaba de caliente; las galletas estaban algo húmedas pero comibles. Pencrof pidió revisar los bastimentos, y noto que había menos de lo que había pensado, pero no reclamo, para no comenzar a hacerse desagradable. Probablemente los jóvenes soldados sentían más hambre que él. Tras ultimar los preparativos, Pencrof y Dafia trataron de recordar el camino hacia el rio, al cual llegaron antes de mediodía. Este se mostraba con mucho caudal, y algunos troncos y ramas arrancados a las riberas flotaban peligrosamente rio abajo. "Creo que atravesarlo pondrá nuestras vidas en peligro, querida. Creo que nuestros planes de atravesarlo se hacen imposibles de sufragar."- Acoto Pencrof. Dafia asintió con un movimiento de cabeza, mirando hacia el rio: tras él, su tribu y las crueldades que había sufrido desde bebe: un lugar que evitar, por supuesto, y con el río crecido, se libraba de andar por esos lares. "Continuaremos por este lado del río, quizás el Gran Duque tuvo la idea de cruzar, y al no poder, siguió de largo."- Comento Pencrof, tratando de salvar su expedición. A dos horas de camino, hallaron a un Tiranosaurio muerto; su cabeza no se veía por parte alguna. "Que trágico! Creo que fue un Aegipticus!"- Comentó Pencrof. "O un Gorgosaurio! Abundan en este tiempo."- Dijo un soldado, y Pencrof le miro, diciendo: "Pero como lo sabe, si la ciudad del rey... está a decenas de kilómetros de acá?" "Ah, pero Señor! Cada cuatro años el regimiento viene a estos lugares, y acampa por dos meses! Es cuando se han visto; yo estuve de guardia varias veces, y les vi llegar, caminan como sombras, pero su olor a aceite quemado los delata."- Aviso ese soldado. "Y cómo les combaten?"- Preguntó Pencrof, mirando hacia todos lados: ya veía llegar alguno. "Combatir, señor? Nada de eso! Arrancamos dejándolo todo, y cuando el comandante ordena volver, generalmente dos días después, simplemente recogemos lo que ha quedado tras la llegada de muchos pequeños dinosaurios, que se comen hasta las carpas!"- Comentó ese soldado, que al parecer no se sentía muy a gusto en la presente situación. Esto hizo nacer los recelos de la mayoría, y aun así, pudieron cazar dos Minmi, los cuales descueraron y asaron las patas y algo del lomo del animal; la carne estaba dura, quizás porque los ejemplares eran viejos. Un soldado dejo los restos incomibles del animal a unos doscientos metros, ya que el olor a sangre podía atraer a algún carnívoro. Al volver, hallo la fogata crepitando alegremente. Pencrof y Dafia ya se habían retirado a su tienda, y Ferio, el soldado, se acerco al oficial a cargo, diciendo: "Sargento Diofu, labor cumplida. Los restos los tape con ramas." "Bien, Ferio, puede unirse al grupo, si no está muy agotado." Diofu era un par de años de mayor edad que Ferio, pero su cara adusta, delgada y sin un gramo de gordura, parecía más viejo. "Gracias. El frio llega luego de la caída del astro, y sobre todo, cerca del rio."- Dijo Ferio. "Creo que se desmadró al hablar demasiado de sus anteriores expediciones, digo, con relación a nuestro jefe Pencrof. Después de su imprudente charla, le he visto mirar nerviosamente a todos lados. Que no se repita."- Avisó el sargento Diofu. "A la orden, señor."- Replicó Ferio, y a los pocos minutos, dejó de estar cerca de la fogata y se fue a su tienda. No le había gustado el regaño! Al día siguiente, tras beber una infusión caliente y galletas, el grupo se alejo del rio, ya que los insectos eran muchos y sus picaduras dejaban ronchas duras de aliviar. "menos mal que nos fuimos de allí! Anoche sentir ruidos raros cerca de la tienda."- Aviso Dafia. "Como qué? De personas?"- Se inquieto Pencrof, consciente que llevaba una mujer entre muchos hombres, sobre todo, jóvenes y por ende, con los deseos sexuales exacerbados. "No! Sonaban como rasguidos! De uñas ! Deben haber sido pequeños roedores."- Comento ella, pero también (y eso lo oculto, para no preocupar al hombre) ruido de pasos... Salieron de los bosques a una llanura de algunos kilómetros; el agua anegaba el suelo, y las matas crecían a un metro de altura. Debieron volver al bosque, ya que el barro se pegaba a los zapatos, y era difícil caminar. "Estamos entre un lodazal y el rio! Por alguna parte se filtra el agua, no crees, querida?"- Dijo Pencrof a su mujer. Esta asintió con un movimiento de su cabeza, respondiendo: "Creo que apenas empezamos esta expedición, y ya nos estamos atascando en terrenos insalubres! Quizás sería bueno regresar." Era la primera vez que ella decía tal cosa, y sorprendió a Pencrof, quien se dio cuenta de que a ella le importaba poco hallar o no al Gran Duque. Volver a los pocos días seria mal visto, pero también, no podía arriesgar a Dafia en una búsqueda muy larga. "Volveremos tras tres días más. Diré que buscaremos en otra dirección, y comenzaremos a devolvernos dando un rodeo."- Accedió Pencrof, y así se fue haciendo, pero al quinto día ya no cazaban nada, pues los animales a la vista eran Estegosaurio, y ni modo de cazar uno de ellos con una flecha. "El comandante va de regreso a la ciudad! pero sino cazamos algo antes, no llegara nadie! Así es que, soldados, a cazar y poner trampillas!"- Aviso el sargento Diofu. Los hombres a su cargo colocaron trampas alrededor del campamento, y al día siguiente hallaron a tres Coelophysis en ellas; los desollaron y asaron, y a media mañana todos ya habían comido de esa carne. Dafia sonreía, pues había visto el empeño de los soldados por no morir de hambre. Así, todos los atardeceres eran ocupados en poner trampas, y las madrugadas para ir a ver que se había capturado; la mayor parte de las veces eran Coelophysis, pero en dos ocasiones habían hallado un Esperosuchus Agilis, de color verde a rayas. Su carne no difería mucho de los Coelophysis, pero Dafia la hallo excelente. Al fin, tras subir por las laderas hasta el reino de Juodnem entraron a la ciudad y fueron recibidos por una plebe silenciosa, ya que habían fallado en hallar al Gran Duque Corneliaga. El Chambelán había cambiado: ahora tenía poco cabello, y mechones blancos. Sus cejas eran blancas, y la mirada era la de un venado huyendo de los lobos. "Mal les fue! Y yo tenía esperanzas de que le hallaran! Pues habían andado por esos lugares! Ya es la tercera expedición que vuelve, y digo prontamente, porque no se han demorado mucho en regresar! Quizás ya sea tarde, en todo caso. Bien, no puedo dejarles ir sin darles las gracias; podrán ocupar una habitación, pero por tiempo definido. No prometo nada."- Dijo el Chambelán, dando por terminada la conversación, que había sido en su despacho oficial. Ya en el corredor, Dafia dijo: "Se suponía que nos iba a dejar acá por mientras pudiera, pero ahora resulta que es cuando él lo determine! " "No me quejo, querida mía! Ya harto hemos profitado en este lugar, como para querer más! Haremos algo para mantenernos, y hay que empezar a ver adonde quedarnos, a fin de tener visto adonde irnos cuando llegue la hora!"- Y Pencrof así la conmino a hacer lo posible, dado el caso. La habitación ya estaba ocupada por otras personas, peo hallaron otra quizás más amplia, pero más alejada del comedor central. En la cocina Pencrof hablo con el cocinero mayor, diciéndole: "hemos vuelto, Maestro Olguín! Sanos y salvos, aunque no hallamos al Gran Duque Corneliaga." "Así veo, noble visitante! Y, ya conversaron con el Chambelán Dioerusus Magnesus?"- Inquirió el Cocinero de su Majestad. "Apenas llegados! No le gusto que hubiera fallado, y me dio un tiempo corto aquí en la Corte. Tendré que salir como perro con la cola entre las piernas, cuando él me lo indique."- Aviso Pencrof, quien no estaba nada de satisfecho con la actitud del Chambelán Dioerusus Magnesus- El cocinero les llevó a una mesa, les sirvió de lo mejor de la cocina, y sacando una botella de vino, escanció vino en tres vasos, diciendo: "Beban, que les acompañare y les daré algunos consejos." "Somos todo oídos."- Dijo Pencrof, sonriendo, ya que el buen cocinero les estaba tratando como viejos amigos. "Primero, creen Uds. que el Chambelán tiene mucho interés en hallar al heredero de la corona, el Gran Duque Corneliaga?" "Bueno, ha enviado a todos los que ha podido a ver si lo hallan. Hasta fuimos nosotros, verdad, Dafia?"- Dijo Pencrof. "Claro, Sr. Cocinero. Así es."- Dijo Dafia. "Llámeme cocinero Olguín."- Pidió éste, frunciendo el ceño. "Bien, Señor cocinero Olguín: creo que el hombre es sincero."- Dijo ella, poniéndose seria. "Eso es precisamente lo que quiere proyectar! Ese hombre viejo se las sabe por libro! Cree Ud. que esa anheloso por traer de regreso a quien él mismo traiciono, provoco la ruptura entre hermanos, y termino causándole la muerte , por sufrimiento, al buen rey Juodnem? A la hora de regresar el Gran Duque Corneliaga a la ciudad, el buen Chambelán podría darse con una piedra en el pecho si sale librado de irse a la cárcel de por vida! Y ni hablar de todo lo que ha obtenido bajo el rey Juodnem! Todo por la borda!"- Comento el cocinero Olguín, bebiéndose su vaso de vino de un golpe. "Ah, entonces cree que el Gran Duque está realmente perdido como heredero?"- Inquirió Pencrof. "Y que creen Uds., que le buscaron, junto a docenas de otros, y no le hallaron? Es porque el buen hombre debe haberse muerto! Y ya saben, los dinosaurios carniceros no dejan ni los zapatos de muestra!"- Aviso el cocinero Olguín, viendo como sus invitados se comían el trozo de Minmi al horno con especias a medida de que él había hablado. "Quieren más? Hay un trozo de Mythunga (volador) estofado que es una delicia! "- Ofreció Olguín. "Claro! No sé si tu quieres."- Pregunto Pencrof a Dafia, quien denegó la oferta, pensando en su físico perfecto. "Bien, un plato para mi invitado, que sea de Mythunga!"- Pidió el cocinero mayor a sus ayudantes, que se apresuraron en traer tal cosa a la mesa, en cosa de diez escasos minutos. "Y como iba diciendo, lo que le pase al Chambelán no debe preocuparles en lo más mínimo! Mire que amenazarles con expulsarles de su habitación! Y eso no es todo, amigos! Si dejan el palacio, también dejan la cocina! No podrán meterse aquí, ya que los guardias se los impedirá! Así es que les tengo una noticia que les salvara de ser expulsados: váyanse antes!"- Dijo el cocinero mayor, para sorpresa de Pencrof y de su mujer Dafia. Ella dijo (ya que se recupero de inmediato de esa mala sorpresa): "Pero, como? Nos vamos antes de que nos expulsen? Perderemos tiempo!" Se rio el cocinero Olguín, y hablando en voz baja, dijo: "Ese Chambelán Dioerusus Magnesus no sabe de lo que habla! Menos de lo que pretende vengarse de vosotros! Lo que les digo es que dejen esa pieza, tras avisarle al hombre que se van, le dan las gracias y todo eso, pero se disfrazan, y se cambian a otra habitación! Siguen acá, yo les sigo alimentando, pueden pasearse por todos lados, pero disfrazados! Digamos, Vos, Señor Pencrof, vestido de mujer, y vos, Señora Dafia, vestida de hombre! Y se pasean como pareja! Así no va a poder identificarles!"- Aunque a primera vista a Pencrof le pareció una idea infantil, torpe y de mala manipulación, a segunda revisión le pareció sencilla y efectiva. Eso sí, no le daba risa ni gusto vestirse de dama, pero las circunstancias lo ameritaban. "Lo pensaremos."- Dijo Dafia, tomando de la mano a su hombre. "Piénsenlo y háganme caso. O quieren irse a vivir a los conventillos y casas de mal vivir? Porque sin dinero, a quien van a engañar diciéndoles que tienen con qué pagar alojamiento? Mejor aquí que en ninguna otra parte de esta ciudad, se los aseguro!"- Aviso el cocinero mayor Olguín, poniéndose de pie para seguir laborando, y también para dejarles solos comiendo y pensando en esa alternativa de vida. "Creo que tiene razón. Al menos por un tiempo."- Dijo Pencrof. "Y a qué cuidar mi silueta, si voy a ser hombre?"- Rio ella, divertida. "Es decir, lo haremos?"- Pregunto Pencrof, cortando un trozo del delicioso plato con carne de Mythunga volador. "Por un tiempo. Debemos hacer dinero, eso sí. No vamos a estar por siempre viviendo aquí!"- Aseguro ella, quien no gustaba de ocultar sus magnificas piernas, estrecha cadera, grandes tetas y rostro angelical. Buscaron como confeccionar una barba y bigotes para ella, un par de medias pelotas para él, además de un cojín para remedar un buen trasero para Pencrof, quien se apronto a desilusionar a cualquier hombre que le abordara con intenciones románticas... eso sí, debería afeitarse al ras un par de veces por día... Al día siguiente, Pencrof se apersono ante el Chambelán Dioerusus Magnesus, diciéndole: "Señor, os aviso que nos vamos de la corte, mi esposa y yo, debido a que ciertamente le hemos defraudado al no hallar al Gran Duque Corneliaga, a quien el Destino quiera haber preservado en la jungla. Le reitero mi agradecimiento por tan buena acogida." El Chambelán Dioerusus Magnesus apenas le dirigió una mirada de desprecio, y gruño a media voz: "Claro, váyanse de aquí, no mas."- E hizo el ademan de despedida con su mano. Pencrof salió de allí azorado y sintiendo que había sido humillado una vez más, pero Dafia le beso en el corredor, diciendo: "Olvídate de él! Pronto le echaran igual que él quiso hacer con mostros!" Arreglaron la ropa a la medida, y se pasearon por los corredores, buscando otra habitación, que pronto la hallaron en otro sector del palacio, en que muchos no preferían habitar ya que colindaba con las caballerizas. "Bien, el olor no ayuda mucho, pero aleja a los curiosos!"- Dijo Pencrof, cerrando la puerta de su nueva morada, a la que ya habían traído sus pocos enseres personales. "Amor, debemos hacer dinero, o viviremos de la caridad del buen cocinero Olguín! Yo podría laborar como guardia, y tu como cocinera, que me dices?"- Inquirió ella. "Ni por pienso! Veré en el pueblo que se puede hacer! "- Se reveló Pencrof, no queriendo una vida de esclavos. Pensaba ahora ser comerciante, al menos trabajaría para sí mismo. Para ello busco un local, aprovechando de cambiarse ropa cuando fuera del recinto de la Torre del Rey. Asimismo hizo Dafia, quien reía por cualquier cosa, ya que se sentía libre de fingir lo que no era. Hallaron un triste local con piso de tierra y una pieza pequeña detrás, en que descansar si así se requería; luego pidió prestamos en verdura, pero mayormente recogió loa verdura de los tarros de basura que arrojaban los vendedores, fruta casi pasada de madura, hojas y tallos, que Pencrof eligió luego para vender como aderezos. Los primeros clientes se llevaron bastante de lo reunido, ya que Pencrof cobraba la mitad de los demás; aunque estos se hallaban a cuadras de distancia, ya que ese local estaba ubicado entre callejuelas atestadas de pequeñas edificaciones de un solo piso. En el primes mes logro pagar sus deudas, y en el segundo pidió al Cocinero Mayor le diera las sobras de los platos de los que no consumían todo. Este le llamo aparte, para decirle: "Me vigilan! No hay día que estos ayudantes míos no sueñan con quitarme el puesto, y ahora con los cambios de gobernante, pero aun! Ya no cuento con la aquiescencia del rey Juodnem, que a la fecha está viendo crecer el pasto desde abajo."

0 Comments:

Post a Comment

<< Home

Free Counters from SimpleCount.com
Free Web Counters