Monday, April 14, 2025

Elif | Episodio 1 | ver con subtítulos Español

TODO cHILE VIENDOLA

Sunday, April 06, 2025

PIRATAS 17 PARTE 13 Y FINAL.

En el primes mes logro pagar sus deudas, y en el segundo pidió al Cocinero Mayor le diera las sobras de los platos de los que no consumían todo. Este le llamo aparte, para decirle: "Me vigilan! No hay día que estos ayudantes míos no sueñan con quitarme el puesto, y ahora con los cambios de gobernante, pero aun! Ya no cuento con la aquiescencia del rey Juodnem, que a la fecha está viendo crecer el pasto desde abajo." "Muy decidor. Pero he pensado en una argucia, noble cocinero: servir de transportador de basura real, es decir, con un carretón salir fuera de la ciudad y botar los restos en los lugares adecuados. He visto ya adonde juntan la basura que la gente arroja! Con un carretón, puedo llevar todo fuera de los muros de la ciudad, y ya en el lugar de destino, separar lo comible de lo incomible, regresar a mi puesto en la calleja que me acogió como comerciante, y de allí vender lo que se puso salvar. Que me dice? Le pagare al menos una tercera parte, ya que todo el trabajo me lo voy a llevar yo."- Ofreció Pencrof, con su mejor sonrisa. Olguín el cocinero lo medito un par de segundos, y dijo: "Sea! Veré que le paguen algo por su labor; actualmente lo hacen los militares, quienes creo que se alegraran de no tener que llevar mercadería mal oliente en sus carros." "Es decir, Vos hablareis con el militar encargado?"- Pencrof así apuro la decisión del cocinero, quien prometió ser diligente, y así fue, ya que al tercer día dijo: "Tiene listo el carro? Porque me aceptaron el trato." "Claro que sí! -Cuando parto?" "Hoy mismo, venga a medianoche, y se lleva todo. Las puertas de la ciudad estarán cerradas, así que va a tener que esperar hasta la madrugada; creo que abren al aclarar el día."- Aviso Olguín, el cocinero de su (ausente) majestad... Con esto, Pencrof debió llevarse todo a medianoche, separar lo comestible frente a su local, y al aclarar el día , apurar el único Parecefalosaurio que le quisieron arrendar para el efecto. El carricoche era un viejo modelo de ruedas de madera. "Pero por qué no quieres que te ayude? Puedo caminar y hacer fuerzas, soy joven!"- Reclamaba Dafia, pero Pencrof ni por un segundo quería verla laborar como sierva de la gleba, y le dijo: "No, porque tu lugar será en la tienda! Vende lo que puedas mientras yo despacho la basura!" Así, ella se conformo a medias, con ese trato, ya que quería ser más útil de lo que ya era. Ahora comenzó a vender comidas preparadas, y consiguió un ayudante joven, que partía a entregar pedidos de almuerzos por el sector, con lo que las ganancias aumentaron. Como Pencrof y Dafia comían en la Torre del Rey, también sacaban muchas viandas camufladas en bolsas, que vendían luego en su tienda. A los seis meses, el Chambelán fue destituido, tal como se temía, y las dos hijas del rey lograron que se les considerara como gobernantas, cosa antes nunca vista, ya que gobernaban solamente los varones. En los primeros meses de gobierno, todo fue bien ya que copiaron lo que se hacía en vida del rey Juodnem, pero luego comenzaron a cambiar sistemas, a fin de ganar dinero en abundancia y sin restricciones, dándose lujos y fiestas sin fin. Esto trajo que las riquezas acumuladas en la bóveda real bajaran y terminaran por no existir. El nuevo Chambelán era un hombre joven y apuesto, que tenía algo que ver románticamente con Silaria....., la cual habialo puesto precisamente para tenerle a la mano. Por su parte, Dudinaba, la hermana menor, también tenía su amante, al cual había logrado ponerle como Coronel del Ejército, pero que actuaba con total libertad y sin darle crédito al general Hunertogo y menos al coronel Mariodur, quien si antes había deseado llenar el puesto de general, ahora veía esfumarse sus pretensiones. "Debes obtener más dinero, Ferrinorgo! Quiero tener mi suite totalmente renovada, y dos carruajes como nunca se han visto! Así, mis súbditos saldrán a la calle al verme pasar, y me amaran!"- Pedía Silaria, tras darle al mozo una sesión de amor tormentoso. "Claro que sí, mi reina! Vayamos a pasear por la terraza, antes del baile! Eres la más bella del reino!"- Respondía Ferrinorgo, sabiendo que la belleza de la joven co-reina era solo dada por su juventud. Para obtener más dinero, propuso un nuevo impuesto a los herreros, los cuales reclamaron en conjunto, pero fueron reprimidos con amenazas de subirles aun mas esos impuestos. En general, al año de reinado, la mayoría de la gente era más pobre y reclamaba el doble que al comienzo. Dos o tres guardias de la soberana, sobre todo cuando llegaban a cobrar los impuestos, fueron acuchillados y sus vidas pasaron a mejor plano. Esto enfureció a Silaria, quien opto por enviar más contingente a la hora de cobrar esos dineros. Por su parte, Pencrof ya había logrado mejorar sus ingresos, abriendo una sucursal, esta vez en el sector de los verduleros, ya solo en una calleja perdida, y con la ayuda del Cocinero Guido, que ahora se había puesto totalmente y de lleno en la venta de productos reales a precios bajos, ya que estaba obteniendo dos y tres veces su sueldo mensual, gracias a la venta de los artículos destinados a la mesa de las reinas . "Estamos yendo de viento en popa, querida! Oh, te amo!"- Decía Pencrof, quien ya se veía ganando lo suficiente para comprarse una parcela extra muros y producir las legumbres que vendía sin tener que comprárselas a terceros, ni contar solamente con la ayuda de Guido el cocinero real. "Está bien la idea de independizarse! A la hora de que la gente que labora para -Guido le traiciona, le despedirán y nos buscaran a nosotros! Y pueden llegar a quitarnos todo lo que tanto nos ha costado tener."- Decía Dafia, a quien no agradaba el sistema que Pencrof había usado para subir las finanzas. Para calmar los miedos de su pareja, Pencrof dejo la pieza en la Torre del Rey, y adecuo una tras la tienda de la callejuela, adornándola con nuevos muebles y puerta firme de roblen nativo. Dafia sonreía, ya que ahora podía andar vestida de mujer, y no de hombre como fue en el periodo de habitación en la Torre del Rey. A Pencrof no le había molestado la superchería, porque le había dado buenos resultados monetarios, y sonreía al pensar en que ningún hombre se quiso sobrepasar con una mujer de rostro tan feo como el suyo... martes, 14 de enero de 2025.- Meses más tarde, Pencrof viajaba con su carretón a botar la basura de la mesa de las reinas, que ahora daban banquetes todos los días, alternando de invitados según fuera Silaria o Dudinaba la anfitriona, botándose mucha comida luego de las opíparas cenas. Todo iba a dar al mesón de Pencrof en sus dos lugares de venta; Dafia prefería su localcito en los callejones, y por ende, el lugar de los puestos con mayor afluencia de gente, la atendía Pencrof. Cuando ya tenía casi todo descargado en el botadero, vio llegar a dos hombres y un Parecefalosaurio llevando la carga, reconoció a Luigi Feori ; al otro no le identifico. "Luigi Feori! Te hacía por muerto!"- Dijo Pencrof, dándole la mano al atribulado viajero, que venía mal vestido y con heridas en el rostro. "Pencrof? Hombre, yo también te daba por muerto!"- Exclamo Luigi, emocionado. Al costado del carretón, mientras el otro hombre daba de comer (de las sobras adyacentes) al Parecefalosaurio que llevaba la carga, Feori conto lo que le había sucedido al cruzar el rio. "No sabes lo mucho que me costó llegar a este lado! Muy cenagoso, y el rio casi me ahogaba con sus olas turbulentas! Pero Wilson Vera no tuvo tanta suerte."- Dijo Luigi, sentándose luego sobre un montón de basura, ya que venía cansado de una caminata de horas sin parar. "Ah, que lastima! Pero, estás seguro?"-Pregunto Pencrof, mirándole apenado. "Claro que sí! Le busque después de que me pude reponer de la fatiga! Su cuerpo lo halle medio enterrado en el rio! No pude sacarlo, aunque trate: estuve a punto de que el barro me tragara a mi también!"- Aviso Luigi. "Ah, qué pena! Bien, estoy avecindado acá con mi mujer Dafia: tenemos dos puestos de verduras."-Dijo Pencrof, pensando en ayudar al hombre, ya que le veía a mal traer. "Me alegraría que me dieras alojamiento! Venimos caminando desde la llanura; este buen hombre que ves aquí es Ayanguaterma., cazador y explorador avezado!"- Dijo Luigi, a lo que el mencionado se acerco y dio la mano a Pencrof, imitando el saludo terrestre, que no es usado en el planeta. "Mucho gusto, y gracias por ayudar a Luigi, quien es un coterráneo mío, persona muy valiosa y leal."- Dijo Pencrof. "Así le he notado! Y me alegra de que le hayáis visto, pues vivo solo y mi habitación es una tienda de tela que pongo en cualquier lugar!"- Dijo el cazador Ayanguaterma. Pencrof coligió que el cazador era el dueño del Parecefalosaurio, y de que Luigi era dueño solamente de su bolso de vagabundo. Al llegar a las calles de la ciudad amurallada, el cazador se despidió, tras averiguar adónde iba a hospedarse Luigi, y a éste dijo Pencrof: "No puedo tenerte en mi pieza, ya que tengo a mi mujer viviendo conmigo, pero te daré un lugar en la tienda que tengo en la feria de los verduleros! Allí podrás descansar a gusto." "Te lo agradezco, buen amigo! No pido mucho, solo adonde reposar mi cabeza! Después veré como hago para ganarme la vida. Ganas no me faltan."- Comento el hombre, y al llegar a la tienda del callejo, vio a Dafia y dijo: "Pero si esta tan igual que antes!" Y le dio la mano; Adelfa no le reconoció de inmediato, y al saber que era Luigi, le saludo efusivamente, diciendo: "Mala suerte fue el habernos separado en el curso de la travesía, pero el rio traía una corriente muy fuerte, y tras llegar a este lado, te buscamos por días, y no dimos contigo." "Me imagino lo que me habréis buscado! Por mi parte, me aleje del rio por eso de los mosquitos picadores, que succionaban sangre y me dejaba lleno de ronchas! Desde entonces, he deambulado haciéndole el quite a los dinosaurios, comiendo sapos y culebras, y un cazador me hallo cuando ya tenía poca carne sobre mis huesos, me ayudo a tener como alimentarme, y me trajo a esta ciudad. Si no es por él, no llego."- Comento Luigi, y lloraba. Dafia les sirvió cazuela de Minmi, vino y especias; cuando termino de comer, Luigi ya se caía de sueño. Pencrof le llevo a su puesto en la feria, le ayudo a armar un sencillo jergón y le dijo: "Mañana temprano estaré aquí, y veremos cómo ayudarte un poco mas." "Gracias, amigo. No esperaba menos de ti."- Dijo Luigi, con los ojos anegados en lagrimas, y es que había sufrido mucho y sentía mucha pena por sí mismo. Al volver a casa, -Dafia dijo: " Y, quedo instalado cómodamente? Allí nadie lo molestara, al menos hasta el amanecer: mucha carreta y gente descargando mercadería, no?" "Así es, linda. Vamos a la cama! Ya es tarde, y sabes que debo salir temprano a laborar."- Aviso Pencrof, tomándola del talle. Ella sonrió, diciendo: Tenemos que levantarnos temprano, esposo mío! "- Y eso no quitaba que gozaran de su amor antes de llegar a las puertas de Morfeo. Durante esa mañana, Luigi trato de aprender el arte de ofrecer mercadería común y corriente a precio oficial, como si fuera elegida y rebajada de precio; sonreía a menudo, pensando en que ahora que su amigo Pencrof le había hallado, todo iba a ser mejor para él. Y así fue, porque en los tres meses que estuvo laborando en el puesto de verduras, aprendió el arte de convencer, y también engordo gracias a los platos que le preparaba la bella Dafia, quien le insto a buscar nuevos rumbos. "Pencrof y yo trabajamos mucho en esto de las verduras, pero te digo que no es para hacerse millonario ni mucho menos. Tampoco acá puedes lograr ser noble: o naces noble o te casas con un noble para gozar de los privilegios, pero nunca te dan el titulo. Mueres fuera de la nobleza."- Aviso ella. "Claro, pero ya sabes, llegar de mendigo y subir a comerciante ya es algo, al menos para mí."- Comento Luigi, sirviéndose algo de vino; cosa común en la mesa de Pencrof, quien dijo: "Hay muchos otros oficios en la ciudad, pero te digo, hay que tener aptitudes para ello." Semanas más tarde, Luigi daba por terminada su excursión en busca de nuevos horizontes comerciales, y para desazón de Pencrof -pero no de Dafia, quien incentivaba a Luigi a ser independiente- el ex explorador y abducido Luigi abría un portal pequeño en donde vendía ajos de todos los tamaños y tipos. Era algo original- no porque no se vendieran ajos en el reino Juodnem- sino que porque los vendía en elaboradas cajas de cartón, que la gente hallaba artístico y las comenzaba a coleccionar. Esto le dio la idea a Luigi de crear una imprenta, y aunque la escritura en el reino era para pocos iluminados- la mayoría apenas si sabia sumar- logro interesar a la Corte y gente de cultura superior, a comprar sus libros, mayormente transcripciones de leyes del reino, historias sobre orígenes de las familias más famosas, y Luigi estaba seguro de que el campo era enorme, y sin competidores a la vista. Para imprimir tenia a varios calificados caligrafistas, que producían tablas en que se entintaba papeles, todos hechos de modo artesanal. Este trabajo era arduo, pero habían muchos socios interesados, y así el coste era mínimo para el buen Luigi. "Quien iba a decirlo! Luigi, impulsando la ilustración en este reino!"- Reía Pencrof, aliviado de que Luigi solo se hubiera quedado en la venta de ajos y no hubiera incursionado en las verduras, que era en donde él estaba afincado y con buenas ganancias. El gobierno de las dos mujeres termino sin pena ni gloria, ya que ambas se casaron y sus maridos tomaron las riendas del gobierno, con lo que mejoraron las condiciones económicas. Esto hizo que Pencrof comenzara a engendrar hijos en la bella Dafia, quien le dio tres hijos y dos hijas en el lapso de diez años, sin merma en su buen físico. Siendo Pencrof ya de setenta años, murió pacíficamente en una tarde de invierno, dejando a su viuda con dos locales comerciales y tres hijos ya de veinte y tantos años de edad, capaces de ayudar en la administración de esos negocios. Fin. Cartagena, Enero 14 2025 Los habitantes de la ciudad de las torres blancas. Pencrof y Dafia. Rey Juodnem- No hay reina. Hermano del rey: Gran Duque Corneliaga Hijas del rey: 2. _ Silaria, Dudinaba General: Hunertogo Chambelán Dioerusus Magnesus. Tesorero: Shuapin Ministro de Ciencias: Kolovernes Olguín el cocinero. Medico del rey: Laudino Población: 309.000 personas. Estadio educacional: Edad Media. Los escapados: Wilson Vera 72 años Luigi Feori 53 años Pencrof y Dafia Pencrof, Marton Vegeria, 18 hombres. Otros 39 esclavos humanoides extraídos de mundos varios por los cefalópodos inteligentes. Personajes: Pencrof, Marton Vegeria of de enlace, 18 hombres.- Capitán de nave Vironio: Xurio Salinas. Teniente: Suicorio Vardin. Ariaza, oficial Vironio. Cefalópodos sapiens. Duque Hudio Capitán Susoir Paje Ouro Piloto primer oficial Radarista 1:Louria Sciri Radarista 2:Goro Umbriollo. Ciudad Gran Tuberoso Ciudad Gran Tuberoso en el planeta CD 393. nave carguera pulpoide 3 parsecs en 18 días. Notas: 99 Hércules A Datos de observación (Época J2000.0) Constelación Hércules Ascensión recta (α) 18h 7m 1,54s Declinación (δ) +30° 33’ 43,7’’ Mag. aparente (V) +5,20 Características físicas Clasificación estelar F7V Masa solar 0,98 M☉ Radio (1,1 R☉) Magnitud absoluta +4,09 Gravedad superficial 4,24 (log g) Luminosidad 2,1 L☉ Temperatura superficial 5918 - 5928 K Metalicidad [Fe/H] = -0,55 Periodo de rotación 9,0 días Edad 6700 - 6800 x 106 años Astrometría Velocidad radial +1,0 km/s Distancia 51,0 años luz (15,6 pc) Paralaje 63,93 ± 0,34 mas Sistema N.º de componentes 2 Referencias SIMBAD enlace NStED enlace Otras designaciones b Herculis / HD 165908 / HR 6775 / HIP 88745 / GJ 704 / SAO 666 2). Lugares. En Luna Seis: Pertenece al Imperio Vironio. Jaime Lazlo y Rosa Angélica. Alamiro Decio, tripulante de navío espacial y luego Capataz fundo de Rosa Angélica. Pablo Suriol, mayordomo fundo de Lazlo. Pencrof y su mujer Bárbara. Don Felix, dueño de una lancha pesquera. Maquinista Hugo Cepeda. Contramaestre Jules Vermil. Arponero Luis Smith. Capitán suplente Fernán Rujobe. Dierones: saurios bípedos En Uinalla: Pertenece al Imperio Vironio. Estrella... 5 planetas: Rierin, Sudionaco, Uinalla, Varfadilongo, Treinanco. Uinalla en periodo Cambrico. Administrador de Uninalla : Duque Vsirodoo. Ministro de Agricultura: Conde Doposidi. Capitán de nave Vironio: Xurio Salinas. Teniente: Suicorio Vardin. Ariaza, oficial Vironio. Los habitantes de la ciudad de las torres blancas. Pencrof y Dafia. Rey Juodnem- No hay reina. Hermano del rey: Corneliaga Hijas del rey: 2. _ Silaria, Dudinaba General: Hunertogo Chambelán Dioerusus Magnesus. Visir: Shuapin Ministro de Ciencias: Kolovernes Olguín el cocinero. Medico del rey: Laudino Población: 309.000 personas. Estadio educacional: Edad Media CAPITULOS. CAPITULO 1.- EN EL PLANETA TIERRA DE SOL. PAGINA 1. CAPITULO 2.De la Tierra a HD 3794 - planeta A. satélite 6. En donde Lazlo se compra una granja y se dedica a terrateniente. Pencrof comienza a laborar como pescador artesanal. Pagina 23. CAPITULO 3.- HD 3794 - planeta A. Misión en HD planeta A.- PAGINA 29. CAPITULO 4. Los Capturados por Vironio. PAGINA27. CAPITULO 5. Constelación Hércules, Estrella HD 165908, planeta 5. 99 Hércules A.- CAPITULO 6.- . En el planeta Uinal. Página 58. CAPITULO 7. LOS CEFALOPODOS SAPIENS. PAGINA 72.- CAPITULO 8.- En el planeta 5 de la estrella HD 390-5.En el mundo HD 390-5 P 78.- CAPITULO 9.- La aldea de Dafia. P 80 CAPITULO 10.- El reino del rey Juodnem. P 87. Desarrollo. Capitulo 1. Lazlo labora en la Tierra como pescador. Capitulo 2.- Lazlo rememora mucho su vida anterior en la luna 6, y regresa a ella. Se establece como granjero. Capitulo 3.-Su tripulante Pencrof se dedica a pescar en el mar de la luna 6, los Vironio les raptan y les llevan en misión espía al planeta A, del que orbita la luna 6. Capitulo 4. Pencrof cumple con su misión de espía en el planeta A, pero los Vironio no cumplen con devolverlos a la luna Seis. Capitulo 5.-Terminada la misión de espía, Vironio les transportan a Constelación Hércules, estrella HD 165908 (Hércules 99)planeta 5. Al ir a aterrizar la nave se estrella y Pencrof y otros huyen pero son recapturados. Capitulo 6.- Llegan a la ciudad capital del planeta 5 (Uinal) . Pencrof es enviado a las cocinas de un duque. Conoce a mujer astronauta que le ingresa en una nave espacial. Va en misión a colonia en continente Zonio. No hallan a nadie. Capitulo 7.- Los Cefalópodos Sapiens. Estos han raptado a los colonos y agregan al grupo de Pencrof y les llevan a HD390, planeta 5. Allí les hacen trabajar pero Pencrof y otros huyen, llegando a un pueblo primitivo en la selva. Capitulo 8.- En esa aldea una mujer (Dafia) ayuda a Pencrof y 2 compañeros a huir, atravesando un rio en que desaparecen esos amigos, quedando ella y Pencrof para seguir huyendo. Capitulo 9. Llegan a una ciudad amurallada del rey Juodnem.Alli son aceptados como invitados de honor, luego el rey discute con su hermano y este abandona el reino. El rey muere de pena. Se envían exploradores a buscar al heredero, entre ellos Pencrof. No lo hayan y regresan al reino. Pencrof se dedica al comercio. Llega a la ciudad Luigi, y tambien entra a la actividad comercial, profitando de ello. Pencrof cumple 70 años, muere dejando a su viuda y cinco hijos a cargo de sus locales. Fin. Saga Piratas. Comprende los siguientes títulos: Bytes Paginas 1.- Lem Devianco. 163 128 2.- Linda Duarte. 81 34 3.- El rey Oción. 79 35 4.- Ladem. 150 97 5.- Porbugs. 159 111 6.- Fagocito. 170 125 7.- Laurencio. 198 129 8.- Víctor Sebiski. 125 86 9.- Vicente Cepri. 91 185 10.- El conde Lacudia. 148 79 11.- Victomo. 148 88 12.- Owessel. 179 75 13.- Leonide. 305 136 14.- Capitán Rofrego. 166 44 15.- Capitán Clover. 222 94 16.- Carl Ove. 251 140 17. Pencrof. 311 120 DATO IMPORTANTE. LA PARTE 6 EXISTE COMO PARTE 7. GRACIAS POR LEER.

PIRATAS 17. PARTE 12

Y luego los comensales conversaban, reían y miraban con cariño al rey, quien se servía de las viandas con fruición. A Pencrof y Dafia algunos sonreían, y también decían algunas educadas frases, para hacerles sentir que eran del grupo, que si bien no eran nobles ni cortesanos, su situación de visitantes especiales les daba pasajera consideración. El hermano del rey, Gran Duque Corneliaga, en concomitancia con el Tesorero Real Shuapin, retiro algunos dineros de la Corona para construirse un mejor palacio en la esquina oriental de la ciudad. A medio camino de ese trabajo, el Chambelán estudio el caso y se lo comunico al rey, quien se enojo con su hermano, le llama y le enrostra su falta de confianza. " Yo te habría dado ese dinero y más! A que sacarlo a escondidas como un vulgar ladrón?" "No os quise molestar con tan pequeña petición, hermano! Considere una suma menor, que sin embargo pudiera solventar los trabajos, ya que mi deseo es vivir en un palacio hermoso y dar a mis invitados lugares en que quedarse, si así sea necesario. Me has llamado vulgar ladrón, y si bien las circunstancias te dan la razón, mi lugar en el reino y mi linaje me impide pasar por alto tu ofensa." "Decid lo que queráis! Habéis perdido mi confianza, ya no podréis seguir pidiendo dinero de la Tesorería real! Lo prohíbo terminantemente!"- Dijo el rey Shuapin, con enojo. Este capítulo de sus vidas enemisto a los hermanos, a tal punto que Corneliaga se fue del reino, dejando toda riqueza, y ni el Chambelán supo de su huida ni posterior destino. Esto hizo enfermar al rey Juodnem de remordimientos. " Ay que daría yo por no haberle dicho tales palabras a mi querido hermano! Si bien tenía yo razón en pedirle cuentas, me deje llevar por la ira, le ofendí y me arrepiento!"- Y esas fueron sus últimas palabras en una cena, pues luego cayó en depresión, no salía de sus aposentos, y a los 20 días feneció. Gran alboroto, pues si no era hallado el hermano del rey, heredarían sus hijas Silaria y Dudinaba, ambas casadas con nobles a cuál de ellos más ambicioso y cruel, y nadie quería tal cosa. El Chambelán llamo al general de las tropas a su despacho y le dijo: "General Hunertogo, es de todo punto importante y necesario ir y hallar al heredero del trono, el noble Gran Duque Corneliaga, ya que es el siguiente en el linaje real! Enviad a por él, o ir vos mismo! Este vacío de poder puede ser nefasto para la Corona. Si bien existen dos personas de linaje real dispuestas a coronarse, las princesas Silaria Y Dudinaba, no podemos dejar que así sea, no hasta agotar los recursos necesarios para hallar al Gran Duque." El general Hunertogo, de porte marcial aunque corto de estatura, se ajusto su cinturón en un movimiento instintivo, y dijo con voz llena: "Mi deber al reino es inquebrantable, noble Chambelán! Nuestros puestos así lo exigen! Iré en persona, usare los medios necesarios, y revisare la comarca hasta el último rincón! Perded cuidado, que le hallaremos!" "No esperaba menos de vos, General Hunertogo. Id y haced lo consiguiente." Después de una semana sin resultados, el Chambelán envió a varios mensajeros de palacio a recorrer la comarca, y en lo posible hallar al fugitivo. Tras dos meses de no ser hallado, el Chambelán recurrió a Pencrof, diciéndole: "Noble visitante, me obligo a pediros que os unáis a la búsqueda del hermano del rey, el gran duque Corneliaga, o de lo contrario sus majestades Silaria y Dudinaba serán las que reinen, y desde ya avizoro grandes cambios en el reino, discusiones y trastornos que no quisiera ni ahondar en decir." "Iré adonde vos queráis, noble Chambelán! Hasta el fin del mundo, si es necesario!"- Accedió Pencrof, quien la vida fácil y la buena comida ya tenían gordo y perezoso. "Pedid corcel y ayudantes, tenéis mi aquiescencia! Si vuestra mujer prefiere no ir, así sea, y conservará vuestro puesto y lugar, vuestra habitación será respetada."-Decidió el Chambelán. Pencrof se dirigió a su mujer, diciéndole: "El Chambelán me pidió ir en busca del príncipe fugitivo, tal como ha hecho con más de una docena de cortesanos. No pude rehusarme, ni mi conciencia lo hubiera permitido, tras haber estado aquí de balde y bien atendido. Pero tú puedes quedarte, lo dijo el Chambelán, puedes seguir con la vida que hemos tenido hasta hoy. No sufrirás peligro alguno." Dafia se abrazo a él, diciendo: "Como puedes pensar que puedo seguir aquí sin ti? El motivo de haber estado en el palacio has sido tú, y aunque fuera en la jungla llena de bestias feroces, seguiré contigo." "Entonces, hay que prepararse. Puedo llevar bastimentos y algunos hombres conmigo. Quizás sería bueno pensar hacia adonde dirigir nuestros pasos."- Aviso Pencrof, y ese día se dedicaron a indagar que hacia adonde habían partido los mensajeros, a fin de no repetir sendas revisadas anteriormente. "Han partido hacia los cuatro puntos cardinales! Así lo aseguran los cortesanos y aun los pajes! Es decir, si no lo han hallado aun, es porque se fue muy lejos."- Concluyó diciendo Pencrof, tras hablar con Dafia sobre el asunto. Al día siguiente concurrió a los cuarteles del Ejército, y converso con el subalterno del general Hunertogo, ya que éste se hallaba ausente en la búsqueda del Gran Duque Corneliaga. "Buen día, señor oficial. Vengo de parte del Chambelán Dioerusus Magnesus a pediros algunos hombres, a fin de comenzar a buscar al heredero del trono, el Gran Duque Corneliaga. Además, algo de bastimentos para quince días al menos, cabalgaduras y lo mas imprescindible para tal empresa." El coronel Mariodur , que tal era su nombre, parpadeo sorprendido, y dijo: "No se me ha comunicado nada al respecto, Señor. Además, no me estáis diciendo quien sois vos en el reino." "Mi nombre es Pencrof, soy un invitado especial, que ha recibido del fenecido rey varias granjerías en el palacio, pero que hoy quisiera devolver la mano, ayudando en la empresa . No puedo negarme a tal cosa, me lo han pedido."- Aviso Pencrof, mirando de hito en hito al oficial, que permanecía sentado tras un escritorio de pesadas patas. "Ah, recuerdo! El visitante que viaja por el aire! Si. Bien, deberé confirmar sus dichos, no lo tome a mal. No puedo entregar nada sin antes asegurarme. Volved mañana."- Dijo el coronel Mariodur. "Mañana volveré, y vera que lo dicho es cierto."- Aseguro Pencrof, retirándose. Ya en el palacio, contó a su mujer Dafia de la entrevista con ese militar, quien dijo: "Ah, la burocracia! Pero no te preocupes, te darán lo que pidas!"- Y le abrazó muy cariñosamente. Al quedarse dormido, Pencrof dedico un último repaso a lo sucedido en ese día, y dudo de la lealtad del coronel Mariodur, ya que su mirada era escurridiza y sus manos no dejaban de tiritar. Si algo ocultaba, no le ayudaría. Pero, al llegar a los cuarteles, el coronel le tenía una sorpresa: tres mulas cargadas con bastimentos, y ocho soldados, muy jóvenes, y con rostros imberbes aun. "Insigne visitante especial Pencrof! Aquí están sus mulas y su gente! Cuidad de volver con mis soldados intactos, y buena suerte!"- Dijo el militar, cuadrándose. "Os agradezco la premura que tuvo en auxiliarme! Confió en volver con buenas noticias. Adiós."- Dijo Pencrof, sin muchos deseos de agradecer, debido a la desconfianza primera de aquel oficial. Salió d allí con las mulas y los soldados, y ya le esperaba en una esquina la bella Dafia, quien ya tenía tres corceles y dos ayudantes dispuestos, pues había conversado con el Chambelán, sobre la ausencia de personal civil y la inexistencia de cabalgaduras; el buen funcionario había proveído con premura. Tras besar a la dama, Pencrof guio al grupo fuera de la ciudad, y en el camino giro su vista hacia las almenadas torres, y pensó en que una nube de tristeza había caído para siempre sobre el otrora alegre reino del monarca Juodnem. Desecho ese pensamiento negativo, y sonrió a Dafia, quien había estado observándole atentamente, quizás adivinando sus pensamientos, cual hacen algunas mujeres sensitivas e inteligentes. Cabalgaron dejando atrás el territorio de los altos cerros, y se adentraron en la llanura. Vieron algunos Parecefalosaurio, algunos Minmi y Velociraptores, a los cuales evitaron dando rodeos. Por la noche, los soldados armaron tiendas para Pencrof y para ellos mismos. Una fogata de fuego vivo les alegro el momento de la comida, que fue exquisita, ya que comieron de lo entregado por el Chambelán directamente desde la cocina de la Torre Mayor. "Ah, recuerdo las cenas con el rey Juodnem! Qué tiempos aquellos! Han pasado pocas semanas, pero ya parece haberse fundido con antiguos recuerdos de noches doradas y patos asados!"- Comento Pencrof a su mujer, quien sonrió, diciendo: "Y aquellas frutas confitadas, los dulces acaramelados, los nevados postres! Quizás ya nunca asistiremos a tales cenas."- "Todo depende de si se halla al nuevo Rey! De no ser así, no seremos ni invitados de honor , ni especiales! No somos de la corte, aunque supongo que el Chambelán podrá ayudarnos en algo, pero recuerdo que fue quien acuso al Gran Duque de su audacia con respecto a los tesoros reales! De volver Corneliaga, dudo de que el puesto de Chambelán continúe siendo ocupado por el actual funcionario."- Aviso Pencrof, mordiendo un trozo de carne asada y recalentada al fuego. Los soldados murmuraban entre ellos, por respeto, y pronto quedaron tres de ellos de guardia, y uno resguardando los corceles, debidamente amarrados a unos árboles cercanos. "Me siento vulnerable acá en el bosque! Recuerdo tanto episodio lamentable, estando aquí de nuevo!"- Susurró ella, cuando ya estaban acostados dentro de la tienda. "Ah, ya te acostumbraras! El problema es hallar al Gran Duque! Hallándolo, volveríamos pronto a la ciudad, y recibiríamos todos los honores!"- Dijo Pencrof, sintiéndose optimista. "Crees tú? Cuando nadie lo ha hallado aun? Y son cientos!"- Dijo Dafia, agregando: "Y si volvemos algún día, nos hallaremos con esas dos princesas gobernando! Recuerdo que ni nos miraban."- Pencrof no quiso echar a perder su sentimiento de optimismo, y no dijo más por esa noche. Al amanecer, empacaron las tiendas y continuaron la marcha; a mediodía hallaron árboles frutales, y saciaron su sed y hambre con ellas. Mientras en eso estaban, dos Velociraptores aparecieron a toda carrera, y graznaban al grupo sin alejarse. Los corceles se encabritaban, y por ende, los guerreros les lanzaron flechas que, dando en el blanco, les hicieron retirarse, no sin cierta reticencia. "Pobres animales! Esas flechas les darán dolor por varios días."- Dijo Dafia, afianzándose en su silla. "Ah, pero pequeña mía! No te preocupes por esos carroñeros! Si pudieran acercarse a nosotros, nos darían muerte de seguro!"- Replico Pencrof, pensando en por qué las mujeres se apiadan de seres que fácilmente podrían dañarlas gravemente. A media tarde, ya llevaban 30 kilómetros avanzados desde la salida de la ciudad del rey Juodnem, y aun estaban lejos del rio. Vieron a dos Carnosauros luchando , y se alejaron al trote; uno de los soldados dijo: "Ah, esos dos pelean por el territorio! Menos mal, así nos dejaron pasar!" Pencrof pensó que quizás el ganador les seguiría, mas adelante; esos animales tenían un olfato exquisito, y sabían leer las huellas en el suelo como el mejor de los sabuesos...y le corrió un escalofrió por la espalda. Al anochecer eligieron un lugar poblado de rocas, que ofrecía algo de protección contra animales depredadores, y en dos sitios encendieron fogatas, para lo cual debieron reunir gran cantidad de ramas de árboles secos, ya que pensaban en dejar arder la leña por toda la noche. "Ah, es bueno este calor que arrojan las llamas! Y también nos libra de los insectos picadores!"- Dijo Dafia, tomando la mano de Pencrof. "Así es, querida! Pienso que hay agua cerca, pues los insectos picadores buscan poner sus huevos en el agua! Quizás ya estemos cerca del rio."- Opino Pencrof. "No escucho ruido de aguas! Pero quizás tengas razón."- Comento Dafia, pensando en que podría haber alguna charca de aguas podridas en los alrededores, ya que sentía claramente un olor a fango descompuesto. Y tenía razón: a doscientos metros desde donde se hallaban, había una alberca de aguas cenagosas, y los insectos hacían su abril en ese lugar. Los habían de varias clases, y todas picaban a los mamíferos que se atrevían a pasar cerca. "Creo que seguiremos hacia el río, haré que construyan una balsa, y seguiremos rio abajo. Lo extraño es que no nos hemos topado con ningún grupo de exploradores!"- Acotó Pencrof. Dafia le abrazo , diciendo: "Quizás acampen por otros lugares, esperando que pase el tiempo y volver a la ciudad con malas noticias! No creo que quieran arriesgar muchos días buscando a alguien que nadie sabe para adonde se fue."- Pencrof se dijo que eso era pensar en forma negativa, y se quedó dormido. Al amanecer escucharon ruido de trompeta, y creyendo que era alguna comitiva del reino Juodnem, se apresuraron en vestirse y salir a la carrera fuera de la tienda. "Quiénes vienen?"-Preguntó a los dos guardias cercanos. "Ah, es Elidió, quien toca la trompeta esta vez! Dijo que quizás podría alertar al Gran Duque Corneliaga con ese sonido! Espero no os habéis molestado!"- Afirmo ese guardia. "Ah, claro que no! Es solo que pensé que venían algunos soldados del reino! pero que siga tocando! Peor es seguir como mudos! Capaz que pasemos cerca del Duque y no lo sepamos."- Comentó Pencrof, yéndose a lavar el rostro en un arroyo pequeño. Dafia se le acerco con el mismo motivo, diciendo: "Ah, que pesados! Creí que era alguien de importancia!" "Nadie. Pero ese ruido puede alertar al Duque, si es que anda por aquí."- Afirmo Pencrof, mirándola lavarse en el arroyo. El cuerpo de Dafia era realmente hermoso y daba mucho placer , sobre todo si era hombre el que miraba. Volvieron al campamento, en que ya las tiendas terminaban de ser empacadas; el soldado que hacía de cocinero les paso dos tazas con infusión caliente, y algunas galletas, diciendo: "Señor, tendremos que cazar antes de la cena, o no la habrá." "Correcto, traten de hacerlo! Nuestra misión depende de vuestra buena salud."- Acoto Pencrof. "Y las vuestras!"- Respondió el hombre, alejándose un tanto; Dafia bebió con cuidado, ya que el liquido quemaba de caliente; las galletas estaban algo húmedas pero comibles. Pencrof pidió revisar los bastimentos, y noto que había menos de lo que había pensado, pero no reclamo, para no comenzar a hacerse desagradable. Probablemente los jóvenes soldados sentían más hambre que él. Tras ultimar los preparativos, Pencrof y Dafia trataron de recordar el camino hacia el rio, al cual llegaron antes de mediodía. Este se mostraba con mucho caudal, y algunos troncos y ramas arrancados a las riberas flotaban peligrosamente rio abajo. "Creo que atravesarlo pondrá nuestras vidas en peligro, querida. Creo que nuestros planes de atravesarlo se hacen imposibles de sufragar."- Acoto Pencrof. Dafia asintió con un movimiento de cabeza, mirando hacia el rio: tras él, su tribu y las crueldades que había sufrido desde bebe: un lugar que evitar, por supuesto, y con el río crecido, se libraba de andar por esos lares. "Continuaremos por este lado del río, quizás el Gran Duque tuvo la idea de cruzar, y al no poder, siguió de largo."- Comento Pencrof, tratando de salvar su expedición. A dos horas de camino, hallaron a un Tiranosaurio muerto; su cabeza no se veía por parte alguna. "Que trágico! Creo que fue un Aegipticus!"- Comentó Pencrof. "O un Gorgosaurio! Abundan en este tiempo."- Dijo un soldado, y Pencrof le miro, diciendo: "Pero como lo sabe, si la ciudad del rey... está a decenas de kilómetros de acá?" "Ah, pero Señor! Cada cuatro años el regimiento viene a estos lugares, y acampa por dos meses! Es cuando se han visto; yo estuve de guardia varias veces, y les vi llegar, caminan como sombras, pero su olor a aceite quemado los delata."- Aviso ese soldado. "Y cómo les combaten?"- Preguntó Pencrof, mirando hacia todos lados: ya veía llegar alguno. "Combatir, señor? Nada de eso! Arrancamos dejándolo todo, y cuando el comandante ordena volver, generalmente dos días después, simplemente recogemos lo que ha quedado tras la llegada de muchos pequeños dinosaurios, que se comen hasta las carpas!"- Comentó ese soldado, que al parecer no se sentía muy a gusto en la presente situación. Esto hizo nacer los recelos de la mayoría, y aun así, pudieron cazar dos Minmi, los cuales descueraron y asaron las patas y algo del lomo del animal; la carne estaba dura, quizás porque los ejemplares eran viejos. Un soldado dejo los restos incomibles del animal a unos doscientos metros, ya que el olor a sangre podía atraer a algún carnívoro. Al volver, hallo la fogata crepitando alegremente. Pencrof y Dafia ya se habían retirado a su tienda, y Ferio, el soldado, se acerco al oficial a cargo, diciendo: "Sargento Diofu, labor cumplida. Los restos los tape con ramas." "Bien, Ferio, puede unirse al grupo, si no está muy agotado." Diofu era un par de años de mayor edad que Ferio, pero su cara adusta, delgada y sin un gramo de gordura, parecía más viejo. "Gracias. El frio llega luego de la caída del astro, y sobre todo, cerca del rio."- Dijo Ferio. "Creo que se desmadró al hablar demasiado de sus anteriores expediciones, digo, con relación a nuestro jefe Pencrof. Después de su imprudente charla, le he visto mirar nerviosamente a todos lados. Que no se repita."- Avisó el sargento Diofu. "A la orden, señor."- Replicó Ferio, y a los pocos minutos, dejó de estar cerca de la fogata y se fue a su tienda. No le había gustado el regaño! Al día siguiente, tras beber una infusión caliente y galletas, el grupo se alejo del rio, ya que los insectos eran muchos y sus picaduras dejaban ronchas duras de aliviar. "menos mal que nos fuimos de allí! Anoche sentir ruidos raros cerca de la tienda."- Aviso Dafia. "Como qué? De personas?"- Se inquieto Pencrof, consciente que llevaba una mujer entre muchos hombres, sobre todo, jóvenes y por ende, con los deseos sexuales exacerbados. "No! Sonaban como rasguidos! De uñas ! Deben haber sido pequeños roedores."- Comento ella, pero también (y eso lo oculto, para no preocupar al hombre) ruido de pasos... Salieron de los bosques a una llanura de algunos kilómetros; el agua anegaba el suelo, y las matas crecían a un metro de altura. Debieron volver al bosque, ya que el barro se pegaba a los zapatos, y era difícil caminar. "Estamos entre un lodazal y el rio! Por alguna parte se filtra el agua, no crees, querida?"- Dijo Pencrof a su mujer. Esta asintió con un movimiento de su cabeza, respondiendo: "Creo que apenas empezamos esta expedición, y ya nos estamos atascando en terrenos insalubres! Quizás sería bueno regresar." Era la primera vez que ella decía tal cosa, y sorprendió a Pencrof, quien se dio cuenta de que a ella le importaba poco hallar o no al Gran Duque. Volver a los pocos días seria mal visto, pero también, no podía arriesgar a Dafia en una búsqueda muy larga. "Volveremos tras tres días más. Diré que buscaremos en otra dirección, y comenzaremos a devolvernos dando un rodeo."- Accedió Pencrof, y así se fue haciendo, pero al quinto día ya no cazaban nada, pues los animales a la vista eran Estegosaurio, y ni modo de cazar uno de ellos con una flecha. "El comandante va de regreso a la ciudad! pero sino cazamos algo antes, no llegara nadie! Así es que, soldados, a cazar y poner trampillas!"- Aviso el sargento Diofu. Los hombres a su cargo colocaron trampas alrededor del campamento, y al día siguiente hallaron a tres Coelophysis en ellas; los desollaron y asaron, y a media mañana todos ya habían comido de esa carne. Dafia sonreía, pues había visto el empeño de los soldados por no morir de hambre. Así, todos los atardeceres eran ocupados en poner trampas, y las madrugadas para ir a ver que se había capturado; la mayor parte de las veces eran Coelophysis, pero en dos ocasiones habían hallado un Esperosuchus Agilis, de color verde a rayas. Su carne no difería mucho de los Coelophysis, pero Dafia la hallo excelente. Al fin, tras subir por las laderas hasta el reino de Juodnem entraron a la ciudad y fueron recibidos por una plebe silenciosa, ya que habían fallado en hallar al Gran Duque Corneliaga. El Chambelán había cambiado: ahora tenía poco cabello, y mechones blancos. Sus cejas eran blancas, y la mirada era la de un venado huyendo de los lobos. "Mal les fue! Y yo tenía esperanzas de que le hallaran! Pues habían andado por esos lugares! Ya es la tercera expedición que vuelve, y digo prontamente, porque no se han demorado mucho en regresar! Quizás ya sea tarde, en todo caso. Bien, no puedo dejarles ir sin darles las gracias; podrán ocupar una habitación, pero por tiempo definido. No prometo nada."- Dijo el Chambelán, dando por terminada la conversación, que había sido en su despacho oficial. Ya en el corredor, Dafia dijo: "Se suponía que nos iba a dejar acá por mientras pudiera, pero ahora resulta que es cuando él lo determine! " "No me quejo, querida mía! Ya harto hemos profitado en este lugar, como para querer más! Haremos algo para mantenernos, y hay que empezar a ver adonde quedarnos, a fin de tener visto adonde irnos cuando llegue la hora!"- Y Pencrof así la conmino a hacer lo posible, dado el caso. La habitación ya estaba ocupada por otras personas, peo hallaron otra quizás más amplia, pero más alejada del comedor central. En la cocina Pencrof hablo con el cocinero mayor, diciéndole: "hemos vuelto, Maestro Olguín! Sanos y salvos, aunque no hallamos al Gran Duque Corneliaga." "Así veo, noble visitante! Y, ya conversaron con el Chambelán Dioerusus Magnesus?"- Inquirió el Cocinero de su Majestad. "Apenas llegados! No le gusto que hubiera fallado, y me dio un tiempo corto aquí en la Corte. Tendré que salir como perro con la cola entre las piernas, cuando él me lo indique."- Aviso Pencrof, quien no estaba nada de satisfecho con la actitud del Chambelán Dioerusus Magnesus- El cocinero les llevó a una mesa, les sirvió de lo mejor de la cocina, y sacando una botella de vino, escanció vino en tres vasos, diciendo: "Beban, que les acompañare y les daré algunos consejos." "Somos todo oídos."- Dijo Pencrof, sonriendo, ya que el buen cocinero les estaba tratando como viejos amigos. "Primero, creen Uds. que el Chambelán tiene mucho interés en hallar al heredero de la corona, el Gran Duque Corneliaga?" "Bueno, ha enviado a todos los que ha podido a ver si lo hallan. Hasta fuimos nosotros, verdad, Dafia?"- Dijo Pencrof. "Claro, Sr. Cocinero. Así es."- Dijo Dafia. "Llámeme cocinero Olguín."- Pidió éste, frunciendo el ceño. "Bien, Señor cocinero Olguín: creo que el hombre es sincero."- Dijo ella, poniéndose seria. "Eso es precisamente lo que quiere proyectar! Ese hombre viejo se las sabe por libro! Cree Ud. que esa anheloso por traer de regreso a quien él mismo traiciono, provoco la ruptura entre hermanos, y termino causándole la muerte , por sufrimiento, al buen rey Juodnem? A la hora de regresar el Gran Duque Corneliaga a la ciudad, el buen Chambelán podría darse con una piedra en el pecho si sale librado de irse a la cárcel de por vida! Y ni hablar de todo lo que ha obtenido bajo el rey Juodnem! Todo por la borda!"- Comento el cocinero Olguín, bebiéndose su vaso de vino de un golpe. "Ah, entonces cree que el Gran Duque está realmente perdido como heredero?"- Inquirió Pencrof. "Y que creen Uds., que le buscaron, junto a docenas de otros, y no le hallaron? Es porque el buen hombre debe haberse muerto! Y ya saben, los dinosaurios carniceros no dejan ni los zapatos de muestra!"- Aviso el cocinero Olguín, viendo como sus invitados se comían el trozo de Minmi al horno con especias a medida de que él había hablado. "Quieren más? Hay un trozo de Mythunga (volador) estofado que es una delicia! "- Ofreció Olguín. "Claro! No sé si tu quieres."- Pregunto Pencrof a Dafia, quien denegó la oferta, pensando en su físico perfecto. "Bien, un plato para mi invitado, que sea de Mythunga!"- Pidió el cocinero mayor a sus ayudantes, que se apresuraron en traer tal cosa a la mesa, en cosa de diez escasos minutos. "Y como iba diciendo, lo que le pase al Chambelán no debe preocuparles en lo más mínimo! Mire que amenazarles con expulsarles de su habitación! Y eso no es todo, amigos! Si dejan el palacio, también dejan la cocina! No podrán meterse aquí, ya que los guardias se los impedirá! Así es que les tengo una noticia que les salvara de ser expulsados: váyanse antes!"- Dijo el cocinero mayor, para sorpresa de Pencrof y de su mujer Dafia. Ella dijo (ya que se recupero de inmediato de esa mala sorpresa): "Pero, como? Nos vamos antes de que nos expulsen? Perderemos tiempo!" Se rio el cocinero Olguín, y hablando en voz baja, dijo: "Ese Chambelán Dioerusus Magnesus no sabe de lo que habla! Menos de lo que pretende vengarse de vosotros! Lo que les digo es que dejen esa pieza, tras avisarle al hombre que se van, le dan las gracias y todo eso, pero se disfrazan, y se cambian a otra habitación! Siguen acá, yo les sigo alimentando, pueden pasearse por todos lados, pero disfrazados! Digamos, Vos, Señor Pencrof, vestido de mujer, y vos, Señora Dafia, vestida de hombre! Y se pasean como pareja! Así no va a poder identificarles!"- Aunque a primera vista a Pencrof le pareció una idea infantil, torpe y de mala manipulación, a segunda revisión le pareció sencilla y efectiva. Eso sí, no le daba risa ni gusto vestirse de dama, pero las circunstancias lo ameritaban. "Lo pensaremos."- Dijo Dafia, tomando de la mano a su hombre. "Piénsenlo y háganme caso. O quieren irse a vivir a los conventillos y casas de mal vivir? Porque sin dinero, a quien van a engañar diciéndoles que tienen con qué pagar alojamiento? Mejor aquí que en ninguna otra parte de esta ciudad, se los aseguro!"- Aviso el cocinero mayor Olguín, poniéndose de pie para seguir laborando, y también para dejarles solos comiendo y pensando en esa alternativa de vida. "Creo que tiene razón. Al menos por un tiempo."- Dijo Pencrof. "Y a qué cuidar mi silueta, si voy a ser hombre?"- Rio ella, divertida. "Es decir, lo haremos?"- Pregunto Pencrof, cortando un trozo del delicioso plato con carne de Mythunga volador. "Por un tiempo. Debemos hacer dinero, eso sí. No vamos a estar por siempre viviendo aquí!"- Aseguro ella, quien no gustaba de ocultar sus magnificas piernas, estrecha cadera, grandes tetas y rostro angelical. Buscaron como confeccionar una barba y bigotes para ella, un par de medias pelotas para él, además de un cojín para remedar un buen trasero para Pencrof, quien se apronto a desilusionar a cualquier hombre que le abordara con intenciones románticas... eso sí, debería afeitarse al ras un par de veces por día... Al día siguiente, Pencrof se apersono ante el Chambelán Dioerusus Magnesus, diciéndole: "Señor, os aviso que nos vamos de la corte, mi esposa y yo, debido a que ciertamente le hemos defraudado al no hallar al Gran Duque Corneliaga, a quien el Destino quiera haber preservado en la jungla. Le reitero mi agradecimiento por tan buena acogida." El Chambelán Dioerusus Magnesus apenas le dirigió una mirada de desprecio, y gruño a media voz: "Claro, váyanse de aquí, no mas."- E hizo el ademan de despedida con su mano. Pencrof salió de allí azorado y sintiendo que había sido humillado una vez más, pero Dafia le beso en el corredor, diciendo: "Olvídate de él! Pronto le echaran igual que él quiso hacer con mostros!" Arreglaron la ropa a la medida, y se pasearon por los corredores, buscando otra habitación, que pronto la hallaron en otro sector del palacio, en que muchos no preferían habitar ya que colindaba con las caballerizas. "Bien, el olor no ayuda mucho, pero aleja a los curiosos!"- Dijo Pencrof, cerrando la puerta de su nueva morada, a la que ya habían traído sus pocos enseres personales. "Amor, debemos hacer dinero, o viviremos de la caridad del buen cocinero Olguín! Yo podría laborar como guardia, y tu como cocinera, que me dices?"- Inquirió ella. "Ni por pienso! Veré en el pueblo que se puede hacer! "- Se reveló Pencrof, no queriendo una vida de esclavos. Pensaba ahora ser comerciante, al menos trabajaría para sí mismo. Para ello busco un local, aprovechando de cambiarse ropa cuando fuera del recinto de la Torre del Rey. Asimismo hizo Dafia, quien reía por cualquier cosa, ya que se sentía libre de fingir lo que no era. Hallaron un triste local con piso de tierra y una pieza pequeña detrás, en que descansar si así se requería; luego pidió prestamos en verdura, pero mayormente recogió loa verdura de los tarros de basura que arrojaban los vendedores, fruta casi pasada de madura, hojas y tallos, que Pencrof eligió luego para vender como aderezos. Los primeros clientes se llevaron bastante de lo reunido, ya que Pencrof cobraba la mitad de los demás; aunque estos se hallaban a cuadras de distancia, ya que ese local estaba ubicado entre callejuelas atestadas de pequeñas edificaciones de un solo piso. En el primes mes logro pagar sus deudas, y en el segundo pidió al Cocinero Mayor le diera las sobras de los platos de los que no consumían todo. Este le llamo aparte, para decirle: "Me vigilan! No hay día que estos ayudantes míos no sueñan con quitarme el puesto, y ahora con los cambios de gobernante, pero aun! Ya no cuento con la aquiescencia del rey Juodnem, que a la fecha está viendo crecer el pasto desde abajo."

PIRATAS 17 PARTE 11.-

capitulo 10. El reino del rey Juodnem. Continuaron caminando, esta vez orillando cerros, y al cuarto día divisaron una construcción de piedra blanca brillando a lo lejos, a una altura de unos 300 metros sobre la llanura. "Gente! Creo que son civilizados, ya que tienen construcciones de piedra."- Comento Pencrof. "No he oído nunca de ellos, pero no es raro. Los de la aldea nunca han venido para este lado del rio."- Dijo Dafia, mirando hacia esos albos torreones, poniendo la manos sobre sus cejas. "Iremos! Solos en esta selva no podremos vivir tranquilos."- Comento Pencrof, tomándola de la mano, y Dafia se dejo guiar con una mansedumbre que llenaba el alma del hombre de mucha ternura hacia ella. Fueron subiendo por la ladera, y a cada paso las contracciones parecían agigantarse, a tal punto que cuando estuvieron a doscientos metros , las murallas median mas de cien metros de altura, y eso eran las que rodeaban el lugar, pues habían torreones y muros más arriba. Del muro sonaron trompetas, y al llegar a un alto portón de madera recia, esta fue abierta para que pudieran entrar, mas fueron detenidos en el rellano de la construcción, por dos guardias vestidos con plumas y correajes de cuero. tenían en sus manos lanzas de recia madera, con puntas de metal en forma de hojas de árbol. "Quienes son Uds. y que quieren aquí?"- Pregunto uno de esos guardias. Y no que estuviera solamente acompañado del otro guardia, sin que había un grupo de más de setenta guerreros a cincuenta pasos de allí. Todos armados y con trajes de plumas , cinturones de cuero y alfanjes. "Venimos de tierras del otro lado del rio! Mi mujer es de allí, pero yo vengo de muy lejos, y he llegado acá en una nave que vuela."- Afirmo >Pencrof. El guardia miro al otro que le acompañaba y se rio estentóreamente, para mirarle de nuevo y decir. "Necesitábamos un payaso en este reino que se ha puesto triste con la enfermedad del rey Juodnem! Entren, y capaz que nos diviertas con tus mentiras!" Este trato paternalista no le agrado ni un ápice a >Pencrof, y se dijo que en lo sucesivo no hablaría de naves voladoras, o le tomarían por loco maniático. El guardia les llevo a una pileta llena de agua, diciendo: "báñense ahora! Vienen polvorientos y hediondos!" Con algo de vergüenza y pudor, la mujer Dafia se lavo lentamente, tratando de no mostrar más de su cuerpo que del necesario aunque como ya vestía harapos, y estos con muchos rasgones y agujeros, no tenía mucho sentido tratar de ser recatada. Diferente se comporto Pencrof, quien se despojo de sus harapos y se lavo concienzudamente, sin importarle la mirada de algunas mujeres que se habían acercado a mirarles. "Ya, está bueno! Síganme ahora!"- Pidió el guardia que les había hablado, y escoltados por veinte guardias caminaron por calles empedradas, siempre subiendo hacia una torre muy alta, que se erigía la ultima de todas, y por ende, cerca de la montaña, que se elevaba unos setecientos metros más arriba, con su penacho coronado de nieve , la cual se derretía lentamente, proveyendo del agua necesaria para la población, que podía ver la cascada saltar de roca en roca hasta pasar por un agujero en la muralla que la enfrentaba, y que luego se transformaba en un canal de piedra labrada, que atravesaba el pueblo en diferentes direcciones, para terminar saliendo por el lado sur, y que también era canalizado para regar las siembras que se extendían hacia los lados y hacia abajo de la gran montaña negra. Llegaron a la gran torre, y Pencrof admiro los dinteles, que eran de mármol blanco, sujetando una puerta completamente forrada en bronce, que brillaba como oro. Cuatro guardias estaban allí de pie, mirándoles, ya que nadie se atrevía a acercarse. "Que traes y por que los traes?". Dijo un guardia enorme, de al menos dos metros de altura, con un casco emplumado que elevaba su presencia al menos en 50 centímetros más. su atuendo tenia numerosos parches de bronce, finamente pulidos, y cinturones de cuero de cocodrilo o algún dinosaurio de la selva. "Son forasteros, que se han perdido. Este- y mostro a Pencrof con su daga- dice haber volado hasta acá."- Respondió el guardia de la puerta de la entrada a la ciudad. "Vuela. Un caso insólito. Y tú, le vistes volar? O solo repites lo que él dice?"- pregunto el oficial emplumado. "Repito lo que él dice. me pareció curioso, digno de ser mostrado en la corte."- Afirmo el guardia de la puerta principal. "Bien has hecho en traerlo! Hay falta de bufones en estos días! Y que dice o hace esa mujer tan mal vestida? También vuela?"- Pregunto el guardia de la torre gigante, no sin una leve sonrisa en su rostro de piedra. "No ha dicho nada importante hasta ahora. En verdad, no ha abierto la boca."- Comento el guardia. "Quizás sea muda, una ladrona sin lengua, quizás? Colijo que es la hembra del volador. Es así?"- Pregunto el guardia, y Pencrof, que estaba deseoso de decir algo en esta virtual interrogación, pronuncio: "Es mi mujer, mi ayudante. Viste mal porque atravesamos el rio a nado, caminamos incesantemente, y llamados por la curiosidad, llegamos a esta ciudad hermosamente amurallada." Los guardias le quedaron mirando algo asombrados de que supiera expresarse con soltura, ya que le habían tomado por un campesino zafio y delirante. "Ah! Un sabelotodo! Mejor aun! Déjalo con nosotros! Se los mostraremos a la corte, cuando reciba la indicación necesaria. De no ser así, te los mandare de regreso, para que los expulses de nuestra pulcra ciudad. No queremos mendigos."- Afirmo el jefe de la guardia del torreón gigante. Abandono el lugar el par de guardias que les habían llevado allí, dejándolos al cuidado de estos otros, todos emplumados, y obviamente, de mayor rango. "Llévenlos a asearse y vístanlos con mejores ropas. Que no se vean como menesterosos, antes de mostrárselos al Chambelán Dioerusus Magnesus. Fueron conducidos a una sala con tragaluces y ventanas abiertas, por donde se podía ver una montaña de mármol pulido con tanta intensidad que el reflejo podía verse claramente. Les dieron ropajes que olían a encierro, pero que eran majestuosos, o al menos así les parecían, tras andar con andrajos por días sin final. Pencrof miro hacia el muro, viendo un trozo de metal incrustado y tenía la forma de una flor de oro que nacía de los helados muros del blanco mármol poseía una belleza inconmensurable. Como nadie les decía nada, Pencrof se acodo en el alfeizar, mirando hacia las construcciones adyacentes, pensando en que como los hombres pueden levantar edificios semejantes. Alrededor del muro de la ciudad, un cinturón de unos ciento cincuenta metros, se extendía un cultivo de girasoles que se asemejaba a una manta de oro sobre la tierra. Podía divisar la entrada principal de ese maravilloso lugar, con patios orientados al Norte y protegida por las habituales puertas de bronce y después por puertas de mármol macizo, hermosamente talladas con temas alegóricos e incrustaciones de oro. "Estos hombres deben tener minas de oro inagotables! Mira que profusión de ornamentos de oro!"- Dijo Pencrof. "Nunca he visto eso que dices es oro! Es hermoso."- Comento Dafia, mirando embobada. Entro en la habitación un hombre alto, de rostro aquilino y ojos de buitre. Les miro por un momento, y dijo: "Así que tú dices poder volar. Muéstrame como." Pencrof trato de explicarle que no volaba como un ave, sino que dentro de un navío con alas de pájaro, grande y propulsado por hélices o palas, que girando rápidamente podía levantar la estructura del suelo. El dignatario carraspeo, diciendo. "Es un buen cuento. Le gustara al rey. Lo has visto antes?" "Nunca, señor. Primera vez que piso este lugar, que me parece magnífico."- Alabo Pencrof, indicando muros y el oro que los adornaba. "Se entiende. Vienes de lugares atrasados, llenos de salvajes que creen en fantasías, ya que no pueden crearlas! Te llevare ante el rey, pero luego de la cena. Y compórtate, o será tu fin."- Dijo ese funcionario, retirándose a grandes zancadas. El oficial que le había llevado allí, dijo: "Has hablado con el Chambelán Dioerusus Magnesus, hombre influyente. No lo dejes mal, con tu próxima charla, o terminaras pasto de las fieras." "Así tratare, señor."- Afirmo Pencrof, no sin sentir un escalofrió de terror que le corría por la espalda. Con Dafia se sentaron en el suelo, ya que la sala no tenía ningún mueble ni silla disponible. Veían pasar de un lado al otro a muchos guardias y funcionarios menores, ya que la sala tenía varias puertas, y los súbditos del rey parecían estar muy ocupados, llevando y trayendo cajas, bolsas, o simplemente caminaban en forma apresurada hacia sus ignotos destinos. El día transcurrió sin otro incidente, pero también sin que les dieran ni un vaso de agua ni menos un mendrugo de pan. Cuando cayó la noche, sintieron música lejana, y Dafia dijo: "Tienen fiesta." "Deben tenerla, ya que se ve que viven en la opulencia, y eso atrae a la diversión. "- Comento Pencrof, paseándose por la sala, que ahora estaba a media luz, ya que ardía una tea en un muro, arrojando sombras por doquier. Cuando ya sentían sueño, por la larga espera, un guardia se presento ante ellos, diciendo: "Pongan buena cara, como si estuvieron muy felices! Nada de tristeza en la sala del Rey Juodnem! Si lo haces bien, capaz que te dejen comer!"- Y se rio, burlonamente, ya que estaba cierto de que nadie les había dado de comer. Salieron de esa sala, y una vez pasadas ambas puertas se encuentran con la enormidad de los muros, que tienen veinticinco metros , y con una puerta más fina de mármol blanco también, que da acceso al interior. De ahí pasaron a un salón circular bajo la gran cúpula. En el centro había una gran mesa de granito verde, con bancas de blanco mármol, y ocupadas por al menos ochenta personas, a quien mejor vestido, y de cabecera el Rey Juodnem. El chambelán Dioerusus se levanto de su asiento, tomo a Pencrof de una mano y a Dafia de la otra, y los presento al rey, quedando de lado y adelante del mandatario. Los comensales comentaron la vestimenta y porte de los recién ingresados, no sin ciertas risas, mayormente de damas, quienes por supuesto comparaban sus ropas con las más modestas que usaban Pencrof y Dafia. "Gran Rey! He aquí a dos forasteros llegados a la ciudad hoy mismo! Vienen de las selvas, dicen haber cruzado el torrentoso rio, y caminado innumerables días hasta llegar ante vos, gran Señor! Este hombre dice haber llegado en un pájaro de metal a este mundo, y la mujer no habla." El Rey Juodnem era un hombre de unos ochenta años, casi calvo, con ojos pequeños y claros; vestía unos ropajes recamados en oro, y en sus dedos lucia cuatro anillos de oro con piedras café, excepto en el dedo meñique de la mano izquierda, en que brillaba una labradorita de suaves tonos. Ya no tenía platos ante él, signo de que los habían retirado tras servirse lo que fuera que le habían dado de comer. Con voz baja, que era la natural en el, dijo: "Forastero, bienvenido a mi reino! Aquí olvidaras tus fatigas y los pesares de tu camino! Contadme como fue tu viaje, que vistes antes de llegar aquí, si hay muchos animales feroces, y cuál es tu origen." Pencrof trato de hacer caso omiso de la mirada burlonas de los cortesanos, quienes esperaban cualquier desliz que cometiera, para reírse en su cara, y hacer de él un bufón... tal como pronostico ese guardia que les recibiera. "Gran rey, me inclino ante ti y la magnificencia de tu palacio! Vengo de un mundo lejano, en que es común volar en aparatos que se elevan en el aire con gran ruido , viajan incansablemente y descienden con un rugido! Ese mundo ha quedo muy lejos entre las estrellas, y no me es posible volver, ya que fui abandonado en este mundo en que vos habitáis." Un rumor de incredulidad nació entre los comensales, y solo una risilla de mujer se pudo escuchar. El Rey Juodnem tosió, diciendo luego: "Y como baten las alas esos vehículos que vos contáis? " "No baten alas, sino que tienen palas que se mueven en torbellino! Toman el aire y lo expulsan hacia atrás con fuerza, y así avanza el vehículo: llamamos motores a tales ingenios que mueven las palas, y se necesita mucho ingenio para armarlos, y mucho combustible, que estalla en su interior, moviendo palancas."- Explico Pencrof, con su mejor sonrisa, tal como le dijeran, que apareciera feliz y contento, a pesar de que por dentro estaba preocupado de dejar la mejor impresión en la mente del gobernante. El Chambelán pregunto, con voz fría: "Y esos artefactos pueden llegar acá'< Como no los hemos visto antes?" "Están lejos, y son pocos; no como en mi mundo en que abundan! En este mundo están comenzando a llegar, por eso la colonia existente tiene poca gente, y no ha podido multiplicar su población, ya que recién estamos llegando."- Aviso Pencrof; ante esto, se le turbo la faz al Rey Juodnem-, quien se dirigió al Chambelán Dioerusus Magnesus, diciendo: "Estamos en peligro de invasión? Deberemos tomar medidas? Esto me preocupa." El Chambelán Dioerusus Magnesus dio somera y severa mirada a Pencrof, y respondió: "Si ese hombre dice la verdad, cosa que habrá que investigar a fondo, tenemos de algo con que preocuparnos, ciertamente. Pero la diplomacia cura toda violencia, Su Alteza. Cuando y si llegan a llegar tales personas al reino vuestro, veremos cómo resolver el asunto. por ahora, no hay problemas: este hombre se ve que ha sido dejado abandonado quizás por que oscuro motivo. Indagare todo lo que sepa, y le diré entonces que curso de acción tomar." "Claro. Haz eso. Bien, terminada la cena, me retiro. Señores comensales, podéis iros."- Dijo el Chambelán Dioerusus Magnesus, poniéndose de pie y saliendo de la sala, escoltado por guardias y algunos cortesanos. El Chambelán tomo a ambos forasteros de la mano, y les guio hasta sus aposentos, en donde les dejo de pie ante una mesa, tras la cual se sentó en un cómodo sillón; cuatro guardias habían venido con ellos, y se apostaron a su lado, en guardia de cualquier exabrupto que Pencrof o Dafia pudieran intentar. "Bien! No ha salido todo lo bello y placentero que hubiera esperado! Eso de contar de gentes llegando en naves aéreas, de expansión futura, obvio que a Su Majestad Juodnem ha inquietado. Y a mí también! Así es que, contadme mas de esos aparatos, y de su uso." Pencrof suspiro y dijo: " Ya le he dicho todo a grosso modo! Son aparatos fabricados por una civilización más avanzada de la que tenéis aquí, Señor. Se fabrican muchos artefactos metálicos, con muchas piezas, usando combustible que estalla, pero hay otros que usan energía que fluye muy rápido y si se sabe como domeñarla, puede mover grandes objetos casi sin ruido! Se sacan metales de las minas en los cerros, se funden y se moldean, y todo el proceso es largo, costoso y para ello se necesitan muchos hombres laborando todo el tiempo! Volar en maquinas costo muchos años! Por ello creo que vosotros aun no tienen de tales maquinas: hay que crear muchos otros artefactos primero, antes de siquiera intentar volar."- Aviso Pencrof. El Chambelán Dioerusus Magnesus se paso una mano por la cara, diciendo: "Esto es nuevo para mí. No lo había pensado antes, y por ello deberé meditar lo escuchado aquí. Por mientras, os daré alojamiento. Guardia! Lleva a estos dos a un lugar apropiado para dormir!" "Señor, no hemos comido en un día! Podrías ordenar darnos algo de alimento?"- Pencrof pidió humildemente. El Chambelán Dioerusus Magnesus estudio la expresión del forastero, y dijo: "Guardia, lleve a la mesa a estos dos! Que coman lo que no quisieron los cortesanos!" Dafia y Pencrof salieron de allí, para regresar a la sala comedor, en donde ya estaban retirando los platos algunos sirvientes. El guardia les hizo sentar en un costado de la mesa, y les puso algunos platos enfrente, para que comieran. Estos platos tenían trozos intocados d carne, algunas verduras y frutas. "Veo que esos cortesanos comen de balde! Hagamos lo mismo!"- Dijo Pencrof, usando el cuchillo, único cubierto a la vista, ya que al parecer, esa gene no conocía lo que era una cuchara ni un tenedor. Tras esa cena, les ubicaron en una pieza pequeña pero limpia y con dos camas y algunos muebles, todos vacios de contenido. Se acostaron en una de ellas y se taparon con algunas mantas que olían a encierro; la pieza solo tenía la puerta de salida y sin ventanas, por lo que Pencrof debió entreabrir la puerta a fin de tener más aire que respirar. Al día siguiente nadie se apersono, y por ello deambularon por corredores, en los cuales también transitaban mozos, empleadas del aseo y dos o tres guardias aburridos. Se veía que las noches eran de actividad, y los días de una abulia enorme. Hallaron la cocina basándose en los olores que aquella despedía. Los cocineros sonreían al verles tomados de la mano, y les dieron un desayuno que apenas pudieron terminar, por lo abundante. Pencrof hablo con el cocinero mayor, quien le dijo: "Se todo lo que pasa en el gran comedor, gracias a mi gente que se afana sirviéndoles. Vosotros tenéis que cuidaros, porque la envidia es cosa viva en este palacio tan bello, pero con emociones oscuras." "El gran chambelán quedo de estudiar mi caso, creéis vos que estoy en peligro?"- Pregunto Pencrof, mirando al cocinero, vestido de blanco y con una gran panza, que no era tan visible dada la gran altura de ese hombre. "Ha, ha! Ese caballero promete mucho y hace poco, basado en la mala memoria del rey, quien ya está viejo y se le olvidan las cosas fácilmente! No os preocupéis, que el Chambelán tiene otras prioridades! En todo caso, cuidad vuestra lengua: os puede dañar. No digas todo lo que sabéis."- Aconsejo el cocinero, de nombre Olguín. Tras salir de la cocina, en que al menos trabajaban treinta hombres y mujeres, avanzaron hacia lo que les pareció el altar central, encontrando un escenario tan bello como concebir se pueda. En ese lugar sagrado se alza la enorme cúpula de mármol blanco (ya que tanto las paredes del interior como los muros exteriores son de mármol también pulido). Tiene una abertura en el mismo centro, por la que un rayo de luz desciende sobre el altar de oro. En el Este y en el Oeste hay otros altares y otros rayos de luz hieren las sagradas tinieblas hasta el corazón. En todas direcciones, «blancos, místicos, maravillosos, se abren los patios, cada uno atravesado por una sola flecha de luz que sir ve para iluminar el sublime silencio y para revelar en la penumbra los monumentos a los muertos». Sobrecogidos por una visión tan escalofriante, la vasta soledad hace temblar el cuerpo como la mirada de unos bellos ojos. En mitad del altar central arde una pálida aunque constante llama coronada por rizos de un humo azulado. El altar de mármol, cubierto de oro, es circular como la forma del sol, de cuatro metros de altura y treinta y seis de circunferencia. "Esta gente debe ser muy creyente en dioses etéreos, como para levantar tales monumentos."- Comento Pencrof. Dafia le tomo de la mano, preguntando. "Y que son dioses?" "Imaginaciones actuales de pretéritos navegantes de otros planetas, que visitaron no solo este mundo, sino que otros muchos, dando la luz de la civilización , que se mantiene encendida, a veces a duras penas, como un legado que esos seres han dejado." "O sea, que es solo mentira y falsos deseos?"- Inquirió Dafia. "Así es, pero no lo menciones nunca. Han mucha gente que mantiene creencias sin saber cuál es el origen! Y aunque se les diga y se les pruebe con hechos, no te creerán porque su deseo es vivir con esa ilusión. Las ilusiones son lindas, pero no llevan a ninguna parte."- Afirmo Pencrof. Admiraron unas flores metálicas que se abrían de día y cerraban de noche, según pudieron observar más tarde, esto para significar que la energía la trae la luz del astro, y se pierde con la oscuridad. Vieron algunas estatuas muy bien trabajadas, que en semicírculos, a distancias equidistantes uno de otros, y de norte a sur de ese lugar, hay diez ángeles de oro, o formas aladas de mujer, exquisitamente modelados y vestidos. Estas figuras, que superan ligeramente el tamaño natural, se presentan con las cabezas agachadas en una actitud de adoración, con los rostros envueltos en las sombras de sus alas; son impresionantes y de extrema belleza. Pencrof y Dafia caminaban por un l suelo que no es de mármol blanco, como en todas las demás zonas del edificio, sino de puro bronce, y también la parte frontal de los otros dos altares. Los altares del Este y del Oeste, que son semicirculares y están colocados contra la pared del edificio, son menos impresionantes. A media tarde, un paje les hallo en amena charla sentados sobre una base de piedra del torreón mayor, y les dijo: "Nobles visitantes, dejad vuestra cháchara y venid conmigo, pues el rey Juodnem así lo demanda!" "Ah, y que quiere el rey de nosotros?"- Pregunto Dafia, mirándole suspicaz. "Nada más que un canto, uno solo, para amenizar las Onces! Quiere oír voces nuevas, y allí entráis vos, señor."- Respondió el paje, inclinándose levemente, a modo de reverencia cortesana. "Vayamos, no sea de que se disguste por la tardanza."- Comento Pencrof, poniéndose de pie y tomando la mano de Dafia, quien salto del asiento graciosamente. Debieron bajar enormes escalinatas, correr por atestados corredores, y luego llegar al gran comedor, en donde ya la mesa estaba servida con tazas llenas de líquidos de colores, pues según los gustos se les servía. El chambelán pidió que se le acercara Pencrof, diciéndole: "Buen viajero, ahora deberéis cantar para el rey, y narrar de nuevo vuestras peripecias. Os escucharemos." Vio Pencrof que se les acercaban dos músicos con citaras, y vestidos a cuadros verdes y rojos, con graciosos gorros frigios. "Pero, gran Chambelán del Rey Juodnem, no soy cantante y mi voz no está educada para tal proeza! Que hare?"- Respondió Pencrof, que ya sudaba frio. "Cantad, mirad que sois aquí invitado de honor, con toda la libertad que aquello significa! Comidas, cama, atenciones! De lo contrario, si no cantáis, no doy un peso (moneda del reino) por vuestro futuro....y el de vuestra mujer."- Dijo el Chambelán Dioerusus Magnesus, con rostro congestionado. "Cantare, mi Señor, y que los Cielos se apiaden de mi."- Confeso Pencrof, tomando aire y comenzó su canto de esta manera: "Gran rey Juodnem, mi nombre es Pencrof, avisado marinero, gran oficial de la marina espacial que gratificado en vuestro reino hoy se encuentra! Vestido de la mejor manera por vuestros sastres reales, aquí me tenéis cantando para vos y vuestra corte, tiempo de decir verdades ha sido llamado y en los rincones del palacio mi voz que resuene. De cien naves espaciales cruzando los astros vengo aquí a residir por un largo tiempo vengo de manera humilde a daros las gracias que en buena hora vos merecéis! He laborado en naves con forma de lápices arrojando fuego y también iones furiosos así he ido avanzando de mundo en mundo hasta ser atrapado por razas de mil tentáculos que en su frio pensamiento no cesan de construir miríadas de encierros de cristal nadando en aguas densas y cálidas arrojan sus vientres aguas azules nadan en las piscinas sus vástagos pulposos, mirando cual gusarapos el mundo real. En salas de luces artificiales enormes allá en la lejana Tierra hombres artificiales laboran para crear nuevos inventos llenando el aire de maquinas silenciosas, los mares de navíos murmurantes, las entrañas de la tierra sibilantes. Han creado motores de rodamientos de acero laminas de cobre pulidas cual el vidrio cables de cristal llevando señales enarbolando banderas de cien colores. Sones marciales en días ceremoniales resuenan en plazas llenas de sol músicos uniformados de grandes penachos marchando viriles a la lucha sin fin En palacios de cristales perfumados cantan cien y mil vestales sus voces suben al cielo estrellado cual tallos de cien rosales de espinas. Los marineros lanzan sus redes negras al lóbrego fondo del mar llenan las bodegas de peces aletean tés de plateadas escamas vivificantes. En cercados de miles de varas pastan las vacas que mugen dichosas mientras en bodegas de vinos añejos se guardan botellas de verde color. Quien podrá contar los millones de seres humanos rozagantes? Quien en la Luna podrá levantar bandera para cantar las hazañas de sabios pensantes? Ya hay mil mundos de lejanos atardeceres poblados de cientos de ciudades agitantes, todas bajo la bandera de azul y blanco laborando minutos de fructificarte poder." Pencrof dejo de cantar, cansado ya de idear, y los nobles alzaron sus brazos en señal de aprecio, el rey Juodnem rio gozoso, el chambelán sonrió aliviado, y la bella Dafia abrazo a su amante. "Habéis ganado mi aprecio, noble visitante! Sentaos a la mesa, habéis ganado tu lugar entre nosotros!"- Dijo el rey Juodnem, y Pencrof así lo hizo, con la bella mujer en sus rodillas. Los sirvientes llevaron tazas de perfumadas infusiones ante Pencrof y Dafia, pasteles y torta. En las bandejas sobraban las galletas, y aun habían muchos dulces para elegir. La reunión continuo con canciones que todos sabían y coreaban, con Pencrof y Dafia intentando imitar: estas hablaban de antiguos reyes y duquesas, y sus hazañas relatadas con humor, lo cual hacia sonreír y alegrar los rostros del mas huraño cortesano. Cuando el rey Juodnem se puso de pie, todos le imitaron, y cuando el monarca se retiro a sus adornados aposentos, los cortesanos se desperdigaron por corredores, algunos salieron a aspirar el aire de la tarde, otros a dormir antes de la cena. Pencrof volvió a su cuarto con la bella Dafia, y conversaron de lo sucedido hasta que un paje, cuatro horas más tarde, entro a decirles: "Visitantes de honor, la cena será servida dentro de media hora. Apersonaos a vuestros lugares, antes de que Su Majestad el rey lo haga, pues así es la costumbre y tradición." "Iremos de inmediato, amable paje."- Dijo Pencrof, tratando de imitar el lenguaje cortesano, que bien o mal lo hiciera, el empeño que pusiera le sería considerado. Dafia arreglo su peinado, lavo su rostro en un lavatorio, y salieron al corredor, en el cual otros ya marchaban hacia el largo comedor. Pencrof ubicó su lugar gracias a un sirviente, que memorizaba todo cambio de lugar; luego apareció el Chambelán, conversando con una mujer de largos cabellos y talle diminuto; otros se sentaban apresuradamente, y cuando el rey Juodnem apareció, todos de pie se pusieron, levantando los brazos y sonriendo abiertamente. El rey saludó con un ademán de sus manos, se sentó y dijo. "Que la cena sea servida! Que los cantores comiencen a deleitar, y que las viandas a todos les sean aceptables!" Y luego los comensales conversaban, reían y miraban con cariño al rey, quien se servía de las viandas con fruición. A Pencrof y Dafia algunos sonreían, y también decían algunas educadas frases, para hacerles sentir que eran del grupo, que si bien no eran nobles ni cortesanos, su situación de visitantes especiales les daba pasajera consideración.

PIRATAS 17 PARTE 10.

CAPITULO 8 En el planeta 5 de la estrella HD 390-5. En el mundo HD 390-5 Contrario a lo que alguien pudiera pensar, los pulpos inteligentes no sacaron a los humanos de sus capsulas nada más llegar a la órbita, sino que los trasladaron a varias naves pequeñas y los condujeron a destinos separados. En esos destinos, que albergaban sistemas de reanimación suspendida sitas en edificios del gobierno, se logro despertar a los durmientes, y se les auxilio en los primeros días de su recuperación física y mental. Esa recuperación significo que Pencrof y doce otros humanos, tuvieron buen trato, camillas de descanso en lo que se llama hospital en la sociedad humana, y se les dejo libertad de movimiento dentro del edificio en que se hallaban. Esto produjo un sentimiento de agrado en la mayoría, que no tenía idea del destino que les aguardaba, pero que al presente, al menos eran bien tratados. Seis eran mujeres y siete los hombres. Las mujeres provenían de diferentes mundos habitados por humanos, y del satélite Seis, del que provenía ultimadamente Pencrof, venían dos hombres, que inmediatamente quisieron saber datos de su mundo de origen, y por tanto,, Pencrof les conto lo poco que recordaba de haber estado allí. "Nos abdujeron los Vironio para servirles, pero luego los pulpos sapiens nos raptaron, y nos tienen aquí. Del grupo original no queda nadie más que yo." - Les dijo Pencrof, en la ocasión en que cada uno contaba su personal historia. "Has tenido suerte! Nosotros dos fuimos raptados por Vironio, pero nos trataron muy mal, y menos mal que estos Extraterrestres de ahora nos sacaron de ese infierno."- Dijo Wilson Vera, un hombre de 70 años, alto y fuerte aun. Pencrof escucho también el relato de las mujeres, pero ellas no contaban ni la mitad de lo que les había sucedido, y esto noto Pencrof porque sus discursos tenían muchos puntos ciegos. Pensó en que el asunto sexual había tenido más que nada mucho protagonismo y ellas no querían hablar de ello para no denigrarse a sí mismas. A los cuatro días de esta especie de vacación, otros humanos llevaron a Pencrof y a los dos originarios de la luna Seis a una acería, en donde el calor de las ollas de fundición era grande. Allí aprendieron a trabajar con grandes palas mecánicas, a mover las ollas cargadas de hierro fundido, y a otras labores igualmente penosas. Se transpiraba todo el tiempo, y las seis horas de descanso en un cuartel de madera eran su único placer. Dentro de la usina no habían mujeres, y los hombres lucían cadavéricos y de rostros ahusados; sus ropas caían a pedazos, con el calor y la humedad, los vapores y los efluvios mefíticos. Pencrof comenzó a toser, pues sus pulmones comenzaron a resentirse de tal atmosfera perniciosa. Wilson Vera le instaba a escapar, diciendo: "Tenemos que huir o moriremos dentro del año! Estos energúmenos con tentáculos nos usan para los trabajos difíciles, y ellos solo gobiernan desde sus tanques perfumados! No son capaces de horadar la roca, ni de mover maquinaria, ni nada más que nadar y comer! Pero tienen esclavos, que somos nosotros, y debemos rebelarnos o morir en el intento." Pencrof tosió, y dijo: "Concuerdo contigo, amigo, pero si te fijas, la usina tiene muros de ocho metros alrededor, y las salidas y entrada están vigiladas por humanos como nosotros! Acá no se ve a ni un octópodo ni en pintura!" Se les acerco el otro humano oriundo de Luna Seis, diciendo: "Creo que podríamos salir en uno de los camiones que llevan material! Tendríamos que suplantar a un chofer, y a su ayudante! Luego de hallarnos fuera de este encierro, ahí veremos que podemos lograr!" El que hablara esto se llamaba Luigi Feori, y tenía unos cincuenta años de edad. "No tienen que convencerme! Ideen un plan de escape, que yo les secundare!"- Dijo Pencrof, quien no quería calentarse la cabeza con planes que luego podían fracasar y así ser sindicado como mal planificador... Wilson Vera fue el que mejor ideo el plan de escape, y Pencrof le siguió en todo, al igual que Luigi Feorí: al alinearse los camiones para la partida, ellos entraron por ambas puertas, golpearon a chofer y ayudante, y los dejaron en el suelo de la cabina; cuando el convoy salió de la fundición, nadie les pidió identificación alguna, tan seguros estaban los guardias de que todo funcionaba en mansedumbre absoluta. El camino serpenteaba por entre los cerros, y Wilson Vera se las arreglo para quedar al último de la fila, con lo cual pudo detener el camión al ver el cauce de un rio cerca, dejando el vehículo a un costado del camino y así corrieron hacia ese lugar. "Fácil!"- Reía Luigi, mientras corría por entre los matorrales. Al arribar a la orilla, se bañaron alegremente, siempre mirando hacia la carretera, que a esa hora se veía desierta. "Que crees tú que harán cuando se den cuenta de que tienen un camión de menos?"- Pregunto Pencrof, lavándose la cara con el agua cristalina de ese rio. "Volverán a ver si tuvo un accidente, y como no van a ver ningún accidente sino que dos tipos aturdidos a golpes, comenzaran a buscarnos. No tengo idea de que métodos tienen de búsqueda, pero por supuesto, debemos alejarnos de aquí lo más posible."- Dijo Wilson Vera. "Ah, claro. Tirarnos al rio y nadar! Pronto estaremos a varios kilómetros de aquí."- Comento Luigi Feori, sonriendo. "No! Lo básico es buscar rio abajo! Por allí comenzaran! Y cuando no nos hallen, entonces comenzaran a buscar rio arriba! Por eso, recomiendo irnos rio arriba lo antes posible!"- Dijo Wilson Vera, sorbiendo algo de agua. Comenzaron a caminar por la ribera y Pencrof observo que el rio era torrentoso, con un cauce de al menos cien metros; el agua barbotaba chocando con los grandes peñascos que sobresalían de su superficie, enviándoles gratificantes nubes de gotas, que les refrescaban en su caminar. "Veo bosques a ambos lados! Pronto andaremos por ellos, y me pregunto si hay animales salvajes por aquí."- Dijo Luigi Feori, mirando con temor. "Hay animales, según me conto un cocinero! No dijo cuáles, pero revolvía los ojos igual que un negro!"- Rio Wilson Vera, chuteando un peñasco, que dio en el agua. Pencrof comenzó a buscar con sus ojos una rama gruesa, para tener algo con que defenderse; eso sí, no serviría si aparecía algún animal verdaderamente peligroso. capitulo 9. La aldea de Dafia. Al caminar alrededor de dos kilómetros, vieron una construcción de troncos elevándose unos doce metros del suelo, y algunos hombres se les acercaron corriendo, apuntándoles con primitivas lanzas. "Alto, somos amigos!"- Grito Pencrof, sin ganas de ser clavado por una de esas filosas lanzas, que no tenían más que la punta afilada al fuego. Les empujaron al suelo sin miramientos, les ataron de pies y manos, y en andas les llevaron dentro de la empalizada. La torre de observación obviamente les había servido para verles desde una gran distancia. Incapaces de comunicarse entre ellos, debieron soportar golpes de gente que se agolpo a ver qué sucedía. Los más viejos les daban de palos, que mayormente no eran dolorosos, pero si magullaban pues no estaban desbastados. Fueron dejado de espaldas en el suelo frente a una choza armada con cueros y palos enhiestos, y con un techo de ramas y hojas secas. Desde dentro salieron tres hombres muy gordos, que caminaban como patos. "Quien les envió a espiar, malditos?"- Pregunto uno de ellos, y se armo una algarabía enorme, pues toda la tribu, más de trescientos seres, se había reunido a toda carrera al verles llegar. Wilson Vera se sintió ser el más capacitado para dialogar allí, y dijo: "Somos fugitivos de los pulpos! Venimos corriendo de ellos!" Una gritería peor que la anterior se dejo escuchar, y luego de darles algunas patadas, el jefe, o que juncaba de tal, dijo: "Ah, entonces es peor! Vendrán por vosotros y nos hallaran! Malditos!" Como no le intereso mas conversar con los caídos, el jefe y sus dos adláteres se metió de regreso en su choza, y no salió. La gente comenzó a patear y escupir a los caídos, hasta el atardecer; entonces se retiraron, y Pencrof logro ver que se encendía una fogata en lo que parecía el centro del pueblo. "Espero que estos desgraciados no nos coman!"- Pencrof oyó decir a Wilson Vera. Con respecto a Luigi, este estaba dedicado a lloriquear como marica, desde los primeros golpes que había recibido. Al rato, escucharon tambores siendo tocados rítmicamente, y gritos y risas. "Estos salvajes saben pasarla bien! Espero que no gracias a nosotros!"- Se lamento Wilson Vera, tratando de limpiarse la cara, pero con las manos atadas eso fue imposible. Los escupitajos le ardían en la cara, y las patadas recibidas aun dolían en la espalda y piernas. Pencrof vio una sombra venir desde las chozas y se apresto a pelear, aunque fuera con movimientos espasmódicos, si es que era alguna clase de animal. Pero alguien susurro en su oído: "Cuidado, no grite! Te vengo a liberar!" Y sintió como un cuchillo de hueso comenzaba a roer las ataduras de sus muñecas. Al cabo de unos cinco minutos (que a él se le antojaron 20) , pudo soltar sus amarras y se sentó, mirando a la persona, pero era un bulto en la oscuridad, y ya estaba desatando a otro yacente, en este caso, a Wilson Vera, quien hablaba como en letanía, a pesar de que la voz del auxiliador le pedía silencio... Pencrof logro sacarse las ligaduras de los tobillos, y ayudo a Wilson Vera a sacarse las suyas, mientras esa persona desataba a Luigi, quien hablaba en forma lastimosa. "Que vamos a hacer? Esta esa muralla de troncos impidiéndonos la huida!"- Le dijo Wilson Vera, pero esa persona tomo la muñeca de Pencrof, y tiro de ella. "Sigámoslo! Debemos salir de aquí!"- Pidió Pencrof, hablando en voz baja. Los dos compañeros les siguieron y al cabo de unos trescientos metros, la persona abrió una pequeña abertura en la muralla, y por allí reptaron fuera, al bosque. "No se ve nada!"- Dijo Pencrof, y esa persona le susurro: "Pero yo me sé el camino. Toma de la mano a tus amigos, y sálvense!" Por la entonación, Pencrof se dio cuenta de que era una hembra, una mujer, la que les había salvado, y para comprobarlo, le toco el pecho. "Ay! Que haces?"- Pregunto ella, y siguió guiándole. Caminaron por dos horas, y sintieron el rumor de un rio. Ella dijo: "Estamos lejos de la aldea, pero pueden rastrearles fácilmente. Deben cruzar el rio: ellos no les seguirán." "Y por que no?"- Pregunto Luigi, sobándose las manos, ya que hacía bastante frio. "Si no cruzan el rio, morirán!"- Dijo ella, en voz baja, a pesar de que estaban lejos de la aldea. "Bien, muchachos, hay que nadar! Tratemos de vadear la corriente yendo rio abajo, no hay otra opción. Y tú, dama querida, nos has salvado y quizás te descubran tus congéneres! Podrías huir con nosotros."- Aviso Pencrof, seguro de que ella diría que no. Pero se equivoco, pues ella dijo: "Soy Dafia, no tengo miedo a nada! pero me quieren casar con Rowruu, el brujo! Y es viejo, feo y maligno! Ya ha tenido tres mujeres, y saben a dónde están?"- Pregunto ella en un susurro apenas audible, por el ruido del rio. "Muertas?"- Indago Pencrof, tomándole de la mano, pues la oscuridad apenas podía permitir ver sombras. "Desaparecidas! Dicen que se las come!"- Dijo ella, apoyándose en el. "Bien, entonces iras con nosotros!"- Comprendió Pencrof, y llevándola de la mano, se adentro en el rio hasta llegarle el agua al pecho; de allí comenzó a nadar, ayudándola a hacerlo, notando que la corriente les llevaba rápidamente hacia adelante. De sus amigos no supo, ya que en la oscuridad y el ruido de las aguas, era imposible verles ni oírles. Nado hasta el cansancio, quizás por más de dos horas, y al fin logro asentar el pie en el fondo; ella se aferro a él, pues era más pequeña. "Ya llegamos, fuerza, que falta poco"- Dijo Pencrof, pero no sabía que les esperaba un lodazal enorme, el cual fue difícil de atravesar, y lo lograron cuando ya había aclarado el nuevo día. Pencrof se tendió en la tierra seca, entre matorrales, viendo que ella se sentaba a mirar el rio, y decía: "No se ven tus amigos. Deben haber salido rio abajo." "Estoy muy cansado para preocuparme de ellos ahora! Ven, descansemos"- Pidió Pencrof, tomándola de la mano. Dafia le abrazó, y descansaron allí, dormitando por dos horas . Pencrof despertó tras oír un berrido de animal, y mirando alrededor, vio a una especie de caballo enorme, que pastaba a menos de veinte metros. Dafia también había sido despertada, y miro espantada a ese animal. "No te preocupes, es sólo un caballo enorme!"- Le dijo Pencrof, tomándole la mano. "No! Esos son muy crueles y patean a la gente hasta morir! Huyamos!" Pidió la mujer, corriendo paralelo al rio, en dirección contra la corriente. Pencrof miró hacia el caballo, que por lo tanto no era tal, y le vio observándolos por un instante, lo cual le dio alas en los pies. De improviso, se vio corriendo por sobre baldosas y lianas, y con estupor vio que el lugar era un olvidado rincón de la humanidad, con construcciones de piedra y a la sazón, en evidente estado de deterioro: torres y muros derruidos, calles obstruidas por los derrumbes que el tiempo había provocado. "Por aquí!"- Dijo ella, y entro en una antigua mansión, o quizás un templo o lugar de reunión, que por haber sido construido con mayor esmero, su estado actual era el mejor de los que le rodeaban. Subieron escaleras, doblaron por corredores, siempre con la idea de que podrían ser hallados por ese ser caballuno, pero tras un rato, Pencrof se dio cuenta de que el animal no llegaría a ellos por dos motivos. Uno, que era muy grande para pasar algunos de esos corredores, y dos, que ya no se le escuchaba su trote. "Descansemos aquí."- Dijo Pencrof, sentándose sobre una escalinata que seguía subiendo hacia pisos más altos. "Lo perdimos."- Dijo ella y era primera vez que sonreía, y a pesar de lo sucio de su cara, y de su vestimenta embarrada tras cruzar el lodazal, se veía bastante hermosa. El recuerdo de sus amigos empañó ese momento de alegría, pero se dijo que a cada cual su destino, y abrazó a la mujer, para ganar aún más su simpatía. Ella se dejó hacer, tocando su rostro por un momento. "Creo que ya estamos a salvo de los guerreros de mi pueblo. Ellos no cruzan el rio."- Afirmó ella, mirando hacia lo alto de la escalinata; que dejaba caer gruesas ramas de enredaderas. "Ah, por alguna maldición? O no saben nadar?"- Inquirió Pencrof, suspirando. "Si saben nadar! Pero en el rio hay serpientes venenosas que si muerden a alguien , le hacen morir en minutos!"- Afirmó ella, mirándole con sus grandes ojos grises. "Entonces, nosotros estuvimos en un tris de ser mordidos?"- Preguntó Pencrof, y por toda respuesta ella movió la cabeza en la afirmativa. Sintieron un ruido de algo que se arrastraba, y ella frunció el ceño; Pencrof la tomo de la mano y subieron algunos peldaños; desde esa altura vieron aparecer un animal parecido a un quirquincho, pero de metro y medio de largo, con su coraza seccionada que se movía al compas de sus patas, rozando las baldosas pétreas. El animal les miro sin interesarse mucho en ellos, y se metió por un pasillo, como si tal cosa. "Es un Rowri! Bueno para hacer un caldo."- Dijo Dafia, de pie sobre la escalinata. "No tengo con que matarle, ni hacer fuego. Tampoco tengo una olla."- Comento Pencrof. Ella salto hacia abajo, y cogiendo una piedra, siguió al quirquincho, y como él la siguiera, la vio golpear al animal en la cabeza hasta darle muerte. "Comer! Debemos hacerlo." - Opino ella, y busco entre los trozos de piedra caídas desde lo alto, una que fuera algo filosa, y comenzó a tratar de sacar carne desde esa coraza de dura quitina. Pencrof no se había quedado de brazos cruzados, y busco leña, y comenzó a frotar palos hasta que logro encender el fuego. Dafia ensarto trozos de carne en algunas ramas, y las coloco alrededor del fuego, para asarla. Tras un rato, pudieron comer de esos trozos. "Tiene sabor a pollo."- Comento Pencrof, y ella le miro intrigada, pues no conocía esa ave, aunque no quiso preguntar de que se trataba. En su lugar, dijo: "Estoy agradecida del destino. Me ayudaste a salir de una vida miserable." "Y tú a mí, ya que quizás nos iban a cocer en alguna olla de tu pueblo, y a cocernos para la cena."- Comento Pencrof, mordiendo un trozo de esa carne blanca. "No! Nadie come carne de gente! Es mala suerte! "- Afirmo ella, comiendo. "Y que querrían hacer con nosotros? Nada malo les habíamos hecho!"- Dijo Pencrof, poniendo oído a cualquier ruido extraño: el lugar era misterioso y a la vez, se sentían rumores de hojas movidas por el viento, ramas que chocaban, crujidos en las rocas. "El jefe dijo que Uds. podrían ser espías de los Mouridios! Ellos odian a nuestro pueblo, y así nos envían gente para espiar y saber por dónde atacar! Y lo han hecho varias veces."- Avisó ella. "Y Uds. no hacen nada?"- Preguntó Pencrof. "Si lo hacemos! Pero ellos son más numerosos y es difícil combatirles! Por eso se hizo la muralla de troncos! Ya no pueden llegar y atacarnos sin descubrirles!"- Informó Dafia, sobándose una rodilla. El barro se había secado y ahora picaba. Pencrof pensó en ella y su entorno, y pregunto: "Y tus padres, hermanos? O eres huérfana?" Ella agito su cabeza, diciendo: "Ellos no me quieren! No dijeron nada cuando el hechicero me eligió de pareja! Les pedí me salvaran de tal destino, y se rieron de mi! Mis padres murieron en un ataque de los Mouridios; y son mis hermanos quienes los que pensaron en los beneficios de que yo me diera a un hechicero viejo y hediondo! " "Ah, el hechicero les da algo en cambio??"- Se imagino Pencrof. "Banquetes! Ese hombre viejo hace banquetes con el dinero que recoge de los que le consultan! El hace brujerías y hechizos, bebedizos y letanías! Es hombre importante, pero sucio! Y mata a las mujeres!"- Afirmo ella, tomándole de la mano. Pencrof la miro de nuevo, aunque ya la había catalogado como una mujer con un cuerpo excepcional: no había duda de que el sacerdote de la tribu la había deseado por aquello; cualquier hombre la desearía como esposa. Y ahora él, Pencrof, la tenia de la mano... Terminaron de comer, y salieron de esas ruinas, ya que Dafia menciono culebras enormes, que salían de noche de entre las fisuras de los muros, con hambre y deseos de estrujar a sus víctimas, tragárselas y a los tres días devolverlas fuera vomitándolas, para hacer aquello varias veces, y así producir una masa de carne podrida, que en sus estómagos de pesadilla servirían para alimentarles. Con ese cuadro en mente, Pencrof crio alas en sus pies, y a las dos horas, esas ruinas habían quedado a doce kilómetros más atrás. Ahora el paisaje era de árboles frondosos, pero sin frutos. Coníferas, que elevaban sus troncos a treinta metros de altura, dejando caer sus agujetas al suelo, haciendo así un colchón mullido en que los pasos se hacían silenciosos. Un olor perfumado les envolvía. "Agua!"- Dijo ella, corriendo hacia la derecha; Pencrof la siguió, y la vio lanzarse a un arroyo de grueso caudal; allí ella se lavo el cuerpo, sacándose la ropa. Esto hizo que Pencrof casi cogiera un ataque de hipo, pues el cuerpo de la joven era el más espectacular que había visto en años. "Que me miras tanto? Metete al agua y lávate!"-Le pidió ella, chapoteando. "De inmediato."- Aviso él, y le dio algo de pudor sacarse la ropa y mostrar que estaba algo excitado físicamente, pero Dafia no tomo en cuenta eso, al menos no lo hizo notar... quizás estaba acostumbrada a ver como se excitaba el hombre ante la belleza desnuda de una mujer. Que es algo natural. Pencrof se lavo lo mejor que pudo, ya que no había jabón ni nada parecido a la mano; ella le toco con el pie, y así comenzaron a tocarse y terminaron besándose en la orilla. El mundo de Pencrof se teñía de rosado con ella abrazada a él en un tierno momento de pasión. Tras aquello, se volvieron a meter en el agua, ahora más serios pero mirándose a cada rato, y Dafia le dijo: "Pronto oscurecerá. Deberemos escondernos de los animales peligrosos." "Ah, no he visto ninguno!"- Comento Pencrof, quien venía saliendo recién del séptimo cielo. "Pero saldrán cuando oscurezca! Siempre lo hacen! Antes de la empalizada que se hizo en el pueblo, los animales entraban a las tiendas y se llevaban a la gente!"- Afirmo Dafia, con tono urgente. El terreno subía y formaba un cerro de no mucha altura, pero de muchas piedras y cantos rodados. Allí Pencrof hallo una hendidura, que podría servirles de refugio, amontonando piedras frente a ella, y así logro tener una gruta en que guarecerse. Al anochecer ya tenían hambre, pero debieron soportarla, ya que la oscuridad se les venía encima. Ella miraba por entre las rendijas de las piedras, diciendo: "Este lugar es hermoso y tranquilo! Muy diferente a las rencillas y peleas del pueblo!" "Pero no me has dicho qué iban a hacer con nosotros!"- Pidió Pencrof. "Les iban a sacrificar, quizás poniéndoles sobre un tronco filudo, para que les vieran los Mouridios si se acercaban a la cerca! O quizás solo pusieran sus cabezas en la punta, para mostrarles lo que les pasaría a los intrusos"- Afirmo Dafia, suspirando. Ella también se alegraba de haber rescatado a esos hombres, pues había hallado uno que la amaba, y eso significaba mucho: el haría lo imposible por tenerla a su lado, resguardándola lo que más fuera posible. Ese pensamiento entibio su corazón, y se volvió a Pencrof, para abrazarle fuertemente. Este había quedado de piedra al escuchar lo que habría sido su destino, y se dijo que el odio entre el pueblo de Dafia y los llamados Mouridios era para enmarcarlo. La noche llegó con sus ruidos misteriosos, rumor de viento sobre las piedras, y uno que otro aullido que helaba la sangre en las venas...De verdad, se dijo Pencrof, que el planeta distaba de tener una fauna amable. Dafia ahora dormía acostada en su lecho de hojas, mientras Pencrof miraba por las rendijas, y ciertamente era muy poco lo visible, ya que el planeta no tenía un satélite suficientemente grande como para irradiar algo de luminosidad; él se imaginaba que podrían haber satélites pequeños orbitándolo, pero incapaces de iluminar como para que ojos humanos pudieran horadar la oscuridad. Se quedo dormido, y fue tras seis horas que le despertó Dafia, diciéndole: "Esta aclarando! Debemos salir de aquí." "Y cuál es el apuro?"- Pregunto Pencrof, desperezándose. Veía ahora la silueta de su agradable compañera, quien repuso: "Vamos a bañarnos! Estamos oliendo mal!" Pencrof la acompaño al arroyo, en donde ella se baño gozosa, mientras el apenas si se movía dentro del agua, que notaba fría. Salieron de allí, tras lavar sus ropas. "Pronto se secaran!"- Dijo ella, mostrando su bello cuerpo desnudo. Pencrof se miro el estomago, que generalmente se veía abultado, pero con los sinsabores recientes, ya podía pasar como un estomago plano. Pensó en que nunca debería haber permitido que su estomago se hubiera pronunciado tanto, pero ya al fin había logrado tener un físico medianamente pasable. Su rostro ya estaba cubierto con una barba crecida, igual su cabello, largo hasta los hombros, ya que en sus encierros sus captores en nada se habían preocupado de la estética, pues habían fungido solamente como obreros esclavos. Dafia jugueteo con él, subiéndose finalmente a horcajadas, y diciendo: "Eres mi amor." Y le besaba. capitulo 10. El reino del rey Juodnem.

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